Cuando Christofer entro al lugar, se quedó al extrañado, no sabía si era un restaurante o de esos lugres donde te leen las cartas, las cortinas con tiras de madera, la luz roja que alumbraba el lugar.
—¿Qué es este sitio?
—Lo siento, no es muy elegante, mejor nos vamos, si eso es mejor.
—No, solo que nunca había venido—Tomándola de la muñeca, cuando ella sintió su toque, se dio cuenta que las piernas le temblaban, él el pulso de ella acelerado, por un momento experimentó una satisfacción enorme.
—Después de todo, las mujeres son iguales— Pensó él.
—Está bien—Dijo ella, con la voz casi temblorosa, mirando hacia el suelo, avanzaron hasta el final del pasillo, llegando a un lugar aún más extraño y totalmente diferente al primero, esta tenía una gruta en medio y las mesas alrededor, había dos parejas cenando, un anciano con su gato comiendo juntos, era una escena bastante bizarra como sacada de alguna película gótica.
—Hola niña, que bueno que vienes con un amigo a comer, rubio es la primera vez que te veo.
Le dijo un muchacho, bastante corpulento, al punto que las mangas de la camiseta que usaba, parecían que estaban a punto de explotar, su altura era aún más que la de Cris y eso sumándole que le sonría a Eve lo cabreo aún más, aunque su ego de niño bonito, lo hacía pensar que nunca nadie estaría a su nivel, ósea para Christofer Mckey no hay competencia, ni la habrá
—Me llamo Christofer, no rubio—Frunció el ceño, no le agradaban tantas confianzas, si no fuera porque estaba delante de su próxima víctima, le hubiera dicho.
—En esta vida hay niveles, y por supuesto yo estoy muy por encima del tuyo, por lo tanto, te exijo que no te tomes confianzas, que no te he dado ni te daré, gente obrera como tú no entiende de las posiciones sociales.
—Bueno—Poniendo los ojos hacia arriba, para luego fingir una sonrisa tan falsa como un Billete de quince soles—, Caballero, le dejo la carta, cualquier cosa, Eve ya sabes cómo llamarme.
—Si claro.
—Porque te dice Eve, si te llamas Evelyn—Trato de desviar el tema, no quería prestarle importancia que no se merecía.
—Alana y Frank me dicen Eve de cariño, perdónalo por lo de rubio.
—Tú, si me puedes decir así rubio, si es de tus labios no me molesta— Ella no pudo evitar como la vergüenza la invadía, se tapó con el menú y puso su mentón sobre la mesa, Chris, solo sonreía, después de todo se veía graciosa, la mayoría de mujeres se hubieran aprovechado de la oportunidad con aquel coqueteo para acercársele, en cambio, ella lo que buscaba, era que no la viera.
Se escuchó un suspiro por parte de ella, trataba de tomar valor para hacer una pregunta.
—¿Por qué me invitaste?
—Te voy a ser sincero—Si claro Chris, como si la sinceridad formara parte de su vocabulario—Me llamaste mucho la atención en la fiesta, eres una chica no, una mujer muy guapa y soy un hombre soltero, lo normal, es lo que pasa entre dos personas adultas, si me permites conocerte, espero que esta no sea la primera vez que me aceptes una invitación.
Directo al corazón de Evelyn. Nunca la habían invitado a cenar y mucho menos alguna vez un chico tan guapo le había dicho que había llamado su atención, prácticamente desde que la vio, ella pasó saliva producto de los nervios, no supo ni que decir, era imposible, un hombre como Christofer McKay, alto, rubio, ojos claros, tatuajes, sonrisa de comercial y seguramente con decenas de mujeres de dónde escoger, estaba ahí diciéndole que le gustaba.
—¿Es una broma? No me parecen graciosas.
—Evelyn, ¿Por qué dices eso? — Ahora era el quién se acercaba peligrosamente a ella, acortando la distancia entre sus cuerpos, tomo su mano, sintió que esta temblaba y estaba fría.
—Es que un hombre como tú — Dijo con las palabras saliendo de su boca de manera temblorosa, él no le dejo otra opción más que a mirarlo, subiendo con su dedo meñique el mentón de Evelyn, quien no pudo hacer otra cosa que verlo directamente a los ojos.
Estaba a punto de usar otra de sus frases, cuando escucharon un carraspeo, ella rápidamente se alejó de él, era Frank trayendo una guarnición de plátano frito y crocante, llamado chifle.
—Siento interrumpir, ya saben que van a pedir — Poniendo cara de pocos amigos, era un instinto, algo que le daba mala espina de ese tipejo como lo había nombrado.