Una daga en el corazón

5

Narradora.
Dayana aun hablaba con Óscar, estaba un poco contenta de que habían hecho las pases. Pero no era feliz del todo, aun tenia el doloroso recuerdo de Abigail aclarando lo sucedido aquel día. Quizá si estaba confundida, quizá algo mas le había afectado a ella, pero no sabía bien qué.

-Bueno, se me hace tarde, tengo que irme, nos vemos mañana, Dayana.- dijo amablemente mientras se despedía de la chica.

-Sí, yo también ya me voy, hasta mañana- respondió para después pararse del asiento en el que estaban ambos.

Narra Dayana

Voltee hacia el frente, y vi a Chris abrazando a Abi por alguna extraña razón. Parecía que ella estaba llorando, ¿fue por mi culpa? Dios, si me estas escuchando en este momento, te ruego, te pido, te suplico que le quites ese dolor que carga. Fue mi culpa, lo se, por eso ella está llorando. Sálvala...

Decidí tomar el camino hacia mi casa, me puse los audífonos y me apresuré para llegar a mi hogar antes de que mi madre me regañara, aunque dudo que lo haga sabiendo la razón por la que salí.

Narra Abigail
Chris me abrazaba, intentando darme consuelo. Estaba llorando por todo lo que en mi jodida vida sucedía: lastimé a mi amiga, estaba confundida con lo que sentía hacia ella, y luego... Mi casa...

Mi amigo sabía bien lo que sucedía cuando regresaba a casa. Todos esos gritos, golpes, castigos innecesarios que me ponían... Y todo por él, mi "padre", ese que nos controla como si fuéramos marionetas. Ni siquiera se debería llamar padre a un ser como él, que nunca está en casa, y cuando está solo toma y nos golpea. Es una persona horrible que ya me ha causado mucho dolor.

-Si quieres, le puedo pedir a tu mamá que te deje dormir en mi casa hoy, para que no tengas que ver a tu padre- susurró mientras seguía abrazandome.

-Agradezco el gesto, pero de todos modos, cuando llegue, comenzara a hacer lo de siempre.

Me solté de su abrazo, y me despedí de él. Si apuraba el paso, quizá llegaría antes que mi padre. Pero tenia que correr, si no, no llegaría a tiempo.

Miré hacia el lugar en el que estaban Óscar y Dayana, ninguno de los dos estaba ahí. Supongo que se tuvieron que ir a sus respectivas casas.

Comencé a correr, mi casa no estaba tan alejada del parque. Cada vez iba mas lento, pues me estaba cansando, hasta que por fin llegué. Entré con cautela, pero no funcionó. Ese hombre estaba esperándome.

-¿Dónde estabas?

-Salí al parque a caminar.

-¿Y por qué llegaste hasta ahorita?

-Me encontré con Chris.-Por alguna razón (pero no extraña) me golpeó.

Con su mano dura y grande golpeo uno de mis cachetes. Dolía demasiado, pero luego me tomo del brazo, me jaló y me tiró al suelo. Me comenzó a patear, el dolor aumentaba con cada golpe. No debía llorar, no frente a él; odiaba ver "debilidad" en una persona.

Cuando terminó su lección, me jaló de nuevo para pararme. Me miró con furia; olía a alcohol.

-¡Y a la próxima no vuelves a salir sin mi permiso!- me gritó para después voltearse y mirar a mi asustada madre- y tú...- la golpeo también, y el sonido del golpe anuncio que fue fuerte- ¡No vas a dejarla salir si no le doy permiso yo! ¡Tú no tienes derecho a dejarla irse!

Para no seguir viendo como la lastimaba, decidí subir a mi habitación. Ahí pude soltar las lágrimas que no podía mostrar mientras estaba con mi padre.

Aventé todas las cosas que estaban en mi escritorio. Grité con furia hacia el cielo, ya no podía más. Me recosté en mi cama, y tome mi almohada para abrazarla con fuerza.

La verdad, nunca me gustó mi vida, era horrible, y mas con un padre que diario me golpea y me repite que ojalá y hubiera nacido niño. ¿Me hubiera tratado diferente si hubiera sido niño? Quizá sí.

Después de como 15 minutos de llorar en mi cama, tome una decisión quizá equívoca, pero que me salvaría de este dolor.

Me levante secándome los ojos con mis brazos, y fui hacia un mueble que tenia en mi habitación, y abrí uno de sus cajones. Ahí estaba la solución a mis problemas, la cual ya había usado antes: mi fiel navaja.

La tomé y mire mi brazo, pero antes de hacerlo decidí dejar una carta a Dayana, explicándole mi decisión. Hice otra para mis padres, y una mas para Chris, y otras mas para los familiares que tenía y que apreciaba.

Escribí 7 cartas en total, una para cada persona que necesitaba una explicación, pero decidí solo entregar una, las demás se irían a la basura.

Deje la carta en mi cama, con el nombre de quien debía leerla. Tomé la navaja, e hice un corte profundo y largo, sabiendo que si lo hacía seria mas rápida mi muerte. La sangre salia poco a poco, pronto se convirtio en una cascada de sangre. Sentí tanta debilidad, la cual me derribó. Después escuché unos pasos y algunos diálogos, pero ya no presté atención. Sabía bien lo que significaba, y me sentí feliz de haber logrado mi objetivo...



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En el texto hay: la historia de dos chicas

Editado: 21.09.2020

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