“Delicadeza, amabilidad, cortesía, coraje, seguridad” son algunas de las palabras que pasaron por mi mente cuando no sentía más que rabia y dolor. El sonar de los tacones en cada baldoza que pisaba eran prueba de ello. Las pisadas fuertes, el intentar no caer en el reluciente e impecable piso, el querer huir antes de continuar con aquel error. De todo lo que pude haber pasado y creí saber que viviría, lo que menos esperé es que jugaran con lo único intacto más allá de mi título: mis sentimientos. Contuve el enojo en mi vestido, apretando las finas telas blancas con una de mis manos, mientras con la otra intentaba cubrir la vergüenza, tapando mis labios y parte de mi rostro.
Salí por una de las puertas traseras con el fin de no ser descubierta. Lo que menos quería era encontrarme con alguien en ese momento, y mucho menos con mis padres. El enterarme de aquello tan abruptamente me impidió planear algo de antemano en caso de que las cosas salieran mal. Caminé algunos pasos, alejándome de la casa de playa. Eran pasos perdidos, sin un rumbo fijo, apenas moviéndose y faltos de energía, como quien recorre kilómetros sin parar. Me detuve en una pequeña banca ubicada en las afueras de la entrada de la casa, al otro lado del portón que la conecta con la calle pricipal. Las puertas estaban abiertas debido a la llegada de los encargados y asistentes al gran evento que se venía, por lo que no fue difícil salir. Sentada, con los pies tan adoloridos como el resto de mi ser, no hice más que llorar. No conté el tiempo que estuve allí sola, bajo el solo ardiente, solo sé que mis lágrimas cesaron en el momento en que una figura se paró frente a mí.
Todo comenzó el día que mis padres decidieron anunciar la llegada del futuro nuevo miembro de la familia. Convocaron un evento especial en el reino, pues eran los únicos que faltaban por enterarse de la noticia. Laura observa y guía a Mayda, quien me ayuda con mi peinado. Seguido, pequeños retoques con maquillaje. Una vez dada mi aprobación, todas bajamos al recibidor.
Una de las mucamas de mis padres me informa que quieren reunirse conmigo antes del evento.
Llegué a la oficina ubicada en el mismo primer piso. Ambos se encuentran mirando por la ventana, abrazados.
—Buenos días.
—Buenos días, Amy.
—Te ves hermosa —comenta papá con una sonrisa.
—Por favor…—moví la cabeza levemente hacia los lados.
—Es enserio. Te ves increíble —añade mamá.
—Me dijeron que querían verme —quise cambiar el tema.
—Sí. Después del evento iremos al pueblo, a la inauguración de un nuevo centro de trabajo —papá retoma su postura seria de todos los días.
—¿De mineros?
—Exactamente.
—Paso.
Aquella respuesta no fue de su agrado, lo cual se notó en el momento en que se acercó a mí con una mirada tan seria que no supe identificar con nombre su nivel de molestia.
—Amy, tienes que asistir. Es importante.
—Lo sé…
—Todo te pertenecerá algún día, y cuando eso pase quiero que estés preparada. Conocer a tu pueblo, sus necesidades, las fiestas y tradiciones, saber expresarte y exponer grandes ideas son lo básico en el pilar de un futuro líder.
No hubo más que silencio. No era precisamente una conversación nueva, pero sí era cierto que debía tomar las riendas en algún momento. El hecho de negarme a asistir y salir en público es debido a diversos motivos personales, siendo algunos desconocidos para ellos.
—Lo pensaré y te avisaré después del anuncio público ¿está bien?
Su semblante cambió por un sonrisa.
—Está bien.
Poco a poco comenzaron a escucharse gritos y voces, guardias agrupándose en diferentes sectores del palacio, y otros en el exterior controlando la multitud que espera a los grandes protgonistas.
Así, tras anunciarlos, se asoma al balcón con deslumbrantes sonrisas, la pareja real. Papá hace gestos con las manos para indicar silencio. Comienza su introducción típica antes de dar la información importante. Me ubico a su derecha intentando no interferir. Mamá se acerca a él, y justo en el momento en el que él dice la frase especial, ella soba suavemente su vientre.
—Así es, mi esposa está embarazada y recibiremos pronto a un nuevo miembro en la familia real. Espero que lo reciban con el mismo amor y apoyo que nos han entregado.
La última palabra vino acompañada de aplausos y alabanzas.
Me uní a ellos en la despedida, moviendo la mano derecha clasicamente y una sonrisa, aunque, a diferencia de ellos, sin mostrar una blanca dentadura. Nos dirigimos al salón principal, donde se organizó una fiesta con los parlamentarios, sus familias y conocidos de reinos vecinos. Al igual que el rey y la reina, debía encargarme y recibir a cada invitado. Una vez terminada esa tarea, visualizo a Mayda, quien está con Laura platicando en una de las mesas.
—Es emocionante que la reina esté esperando un bebé, ¿no lo cree? —comenta Mayda.
—Sí. Hace un tiempo había asumido el hecho de que sería la única de la siguiente generación, pero la llegada de un hermano, a pesar la gran diferencia de edad que habrá entre nosotros, es bienvenida.