Amelie
Estaba admirando el anillo que mi prometido me había dado, cuándo entró el hombre de traje a la habitación.
—Regina.
—Si.
—Te sugiero quedarte en casa de tu prometido, hasta que logres recordar. -enfoque mis iris en el hombre trajeado. —Quizas de esta manera logres recordar más rápido.
Abrí la boca para hablar pero fui interrumpida por mi prometido.
—Regina, tengo que decirte la verdad.
Lo miré fijamente.
—¿Que tienes que decirme cariño?
El teniente cerró los ojos con fuerza.
—Yo...
—Lo que él quiere decirte es que te quedes con él en su casa.
Le teniente abrió los ojos como platos.
—No... Eso no es lo que....
—Me encantaría quedarme en tu casa cariño. -tras estás palabras me levanté de la cama, para abrazar a mi prometido. —Gracias por estar aquí amor.
Abrace a mi prometido y este poco después me rodeo con sus brazos.
—Siempre estaré para tí, Regina.
Mi prometido verbalizo estás palabras y yo poco después deje un beso en su mejilla.
—Llevame a casa cariño. -él teniente se encargó de asentir.
—Ire a preparar el auto. -él hombre de trajeado inquirió estás palabras y poco después camino hacia la salida con una gran sonrisa en sus labios.
—Una pregunta cariño. ¿Cuál es la posición del hombre trajeado en mi vida?
—De eso iba a hablar con contigo. Debes de sublebarlo de su puesto porque ese idiota no tiene la capacidad para cuidarte.
Enarque una ceja.
—¿Tú si tienes la capacidad de protegerme teniente?
Mi hombre sonrió. Y con esto logró que sintiera mariposas en el estómago.
—Claro, soy capaz de cuidarte.
—Pues entonces tendrás que demostrarlo, cariño. -me atreví a colocarme de puntas para alcanzar sus labios. Deje un corto beso de este y el teniente se tensó. —Deja de avergonzarte tanto cariño, quien te viera pensaría que esta es la primera vez que tratamos.
—Te dejaré para que te cambies.
—No es necesario cariño puedes quedarte. Creo que ya me has visto cariño, ¿verdad cariño? Quédate.
Me separé de él con una gran sonrisa en los labios.
—Insisto en marcharme. Te quiero dar privacidad.
—Como gustes cariño.... Ah. Una cosa, ¿que haremos mañana?
—¿Que pasa mañana?
—Es navidad teniente. No pensaras que lo deje pasar por alto, Joel. -el teniente rodó los ojos. —Quiero un regalo. Necesito ver lo que has comprado para mi.
Joel abrió la boca para para pero yo lo detuve.
—¡Hay de tí que no tengas un regalo para mi teniente Coswel, porque te vas a enterar.....!
—No tengo nada para ti Regina, el anillo era tu regalo de navidad.
—Genial, lo que me faltaba. -dije mientras negaba —Por lo menos puedes preparar algo especial para mí. ¿Donde queda tu romanticismo?
—No tengo romanticismo.
Lo escuché mencionar y ante estas palabras solté una pequeña carcajada.
—Pues conmigo tendrás que sacar ese lado oculto, porque deseo ver una sorpresa de tu parte o si no atente a las consecuencias.
—¿Me estás amenazando?
—Si, y más te vale hacer lo que digo porque si no lo haces me verás convertirme en tu peor pesadilla teniente.
El teniente entrecerró los ojos y giro sobre sus pies con la intención de marcharse.
Así que antes de pudiera huir de la habitación le di un mandato.
—Quiero que me compres una hamburguesa... Y la quieto para ahora mismo teniente.
—¿Y que quieres que la fabrique?
—Si es necesario hazlo. Pero la quiero para ahora mismo. ¿Entendió el teniente?
—Maldita sea mi suerte, una diva para navidad... ¿Qué es lo que estoy pagando? -lo escuché murmurar por lo bajo pero aún así yo lo termine escuchando.
Tras estás palabras Joel salió de la habitación.
—Creo que el teniente se ha enojado. Pero que más da...
Mire detenidamente la sala de estar de Joel e hice una mueca la ver las horrorosas cortinas rojas.
—No me gusta esas cortinas Joel, las cambiaré. -él teniente enarcó una de sus cejas. Pero no dijo nada.
Seguí en mi inspección y cuándo mis ojos se colocaron en la cocina hice una mueca de asco.
—¿Cuantos días tienes que no lavas la loza?
—No se. -él teniente emitió estás palabras mientras caminaba hacia el sofá. —Si no te gusta verlas sucias lavalas tú.
—Sinceramente no sé cómo llegue a ser tu pareja. Somos polos opuestos.
—Si te molesta te puedes marchar cuando gustes. No te detendré.
—Eso es lo que tú quieres cariño pero, no me marcharé. Me quedaré en la casa de mi prometido y este lavara las lozas, quitará esa horrible cortina y adecuará este hogar en lo que yo descanso. -Joel soltó una gran carcajada. —Hay de tía que no lo hagas cariño.. Hay de tí.
Mi prometido cambió drásticamente la sonrisa que tenía en los labios.
—¿Es encerio?
—Si cariño mío -tras decir estás palabras me acerqué a Joel. Y sin pensarlo me senté en sus piernas—Me hire a descansar un rato, y quiero que cuando despierte tengas la casa arreglada y si no es mucho pedir la cena lista.
—No lo haré. Yo no soy tu sirviente Regina. Si quieres ver la casa arreglada hazlo tú. Si quieres ver la loza limpia lavalas tú. -entrecerré los ojos. —Yo no estoy aquí para hacer eso. Qué te quede claro.
Joel trato de que me levantará de sus piernas pero yo me aferre más a su cuerpo.
Nuestros ojos se encontraron y yo con una sonrisa en los labios me atreví a besar a ese sexo comandante.
—¿Qué haces Regina?
—Besarte amor mío, es que no ves... -estas vez deje un corto beso en los labios del teniente —Se obediente y has lo que te he dicho cariño. Porque si lo haces tendremos fiesta más tarde.
—¿De que fiesta hablas?
En esta ocasión deje un beso en su cuello. Y con esto logré que los vellos del teniente se erizarán.
Ya encontré uno de los puntos débiles de Joel. Qué bien.
Me removí sobre su regazo.
—Si haces lo que te digo dejaré que tu amigo entre a mi cuevita, Joel.
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Editado: 06.12.2024