Una docena de rosas

Corazón partido

San Valentín había pasado relativamente tranquilo después del incidente de Eric. Todas mis clases habían sido normales, excepto por la caja de dulces en mi bolso. De otra manera, nunca hubiera adivinado que era San Valentín. Para mí, como sea.

Hoy, las chicas estaban por todos lados con sus novios. Besándose en los pasillos, sólo para ser separados por los profesores sacudiendo reglas como maniáticos. Era peligroso. Aunque no era la parte mala.

La peor parte era la nieve. Entre la segunda y la tercera hora, al parecer los cielos habían decidido que iba a ser un blanco San Valentín. De modo que no sólo tenía que eludir a un extremadamente –al parecer- ansioso Mike Newton todo el tiempo, también tenía que evitar las suaves y húmedas bolas.

Había tenido una escapada por un pelo dentro de la tercera hora y a mi silla. Hasta entonces mi cronometraje había sido perfecto. Mike había sido incapaz de decir media palabra. Sin embargo, en mi camino a la tercera hora me había arrinconado. Si el profesor no hubiera aparecido y le hubiera ordenado que se sentase, hubiera tenido que lidiar con ello. Para el final de la clase, tuve la posibilidad de pararme de un salto y volar del salón. Cuarta hora, estaba libre de Mike. Irónicamente, fue en la cuarta hora que mi suerte escapó.

"¡Bella!" traté de sofocar el gruñido que salió de mis labios tanto como fue posible. Enyesando una sonrisa -tan agradable como fue posible- me giré para ver a Tyler. Él estaba sonriendo de oreja a oreja, sus dos manos detrás de su espalda.

"Hola, Tyler," dije cuidadosamente, tratando de no ojear sospechosamente sus manos escondidas.

"Tengo algo para ti," dijo pícaramente. "¡Feliz día de San Valentín!" En ese instante, lanzó sus dos manos hacia delante, hacia mi, cogiéndome fuera de guardia. En sus manos había un pequeño pero elegante buqué de rosas rojas. Tres de ellas, atadas juntas con una cinta de seda roja. El tiempo se paró. Juro que escuché que mi corazón comenzaba a partirse.

Simplemente me quedé mirando. La tierra debajo de mí se abrió. Había tres. Y si contaba esas, eso hacía una docena. ¿Era Tyler mi admirador obsesivo? La idea de Tyler en mi casa, en mi cuarto, en mi closet me hizo encoger.

"¿S-son para mí?" Tartamudeé estúpidamente. Por favor di no. Por favor, por favor di que no.

"Por supuesto que lo son. He estado tratando de dártelas todo el día, pero parecía que sólo desaparecías." Por una buena razón.

"Tyler, eso es tan considerado de tu parte. Gracias, de verdad no se que decir," expliqué, un poco jadeante. Por favor, Tyler, sólo vete. Estaba a punto de llorar, y ciertamente no quería hacerlo enfrente de él.

 

Él simplemente resplandeció como un idota, obviamente ajeno a mi confusión interna. Sonreí. "Realmente debería irme a clase ahora," dije calmada. Iba a llegar tarde para la cuarta hora. Él asintió, claramente complacido consigo mismo mientras se giraba lejos. Podía sentir las lágrimas picando en las esquinas de mis ojos.

¿Qué había estado esperando? ¿Edward Cullen? Casi estallo en risas al pensamiento. No podía decir bien si las lágrimas eran por causa de la rabia contra Tyler por irrumpir en mi casa –y camión, agregué mentalmente- o por la completa decepción. Mientas ese rayito de esperanza de que había sido Edward prevaleció en el misterio de todo, había sido emocionante. Ahora era depresivo. Tyler Crowley. ¿Quién lo hubiera pensado? Hubiera adivinado que era Mike Newton, pero no Tyler. ¡Tyler! Era tan… tan…

Decepcionante. Rosas, dulces, notas misteriosas… todo había sido tan ridículamente encantador, misterioso incluso. Ahora era simplemente tonto.

Me di cuenta que lágrimas estaban cayendo por mis mejillas y estaba sorbiendo los mocos. No podía ir a clase así. Tal vez… tal vez sólo estaba vez estaría bien el saltarse. Tyler compartía esa clase conmigo. No podía ir así. Eché un vistazo sobre mi hombro y lo vi caminando hacia mí.

Rápidamente, me moví alrededor de la esquina y presioné mi espalda contra la pared. Este pasillo estaba más bien desierto porque el almuerzo no era sino en otra hora. Cerré mis ojos fuertemente, enviando otra ola de lágrimas a rodar por mis mejillas. Con ira, estiré una mano para limpiarlas, sosteniendo las rosas contra mi pecho. Tenía que pelear con la urgencia de arrancar los pétalos y destruirlos.

 

Tyler pasó de largo, prácticamente saltando. Entonces lo vi. Edward Cullen estaba clavando los ojos después de Tyler, sus ojos negros como el carbón. Nunca lo había visto tan enojado. Bueno, tal vez si. Ese primer día. Cada músculo de su cuerpo se veía como si quisiera saltar y atacar a Tyler y hacerlo trocitos.

El bello chico rubio caminó a su lado. Ninguno parecía intercambiar palabras, pero Edward pareció relajarse. Aún así se veía enojado, pero su postura se relajó, como si no tuviera elección. Entonces el rubio – ¿era Emmett? O ¿era Jasper? No podía recordar- puso su mano sobre el hombro de Edward. Edward no le prestó atención y asintió para él. Comenzaron a alejarse juntos y conforme me pasaban de largo, Edward miró en mi dirección.

Su cara era increíble. Hermosa como siempre. Sus labios aún estaban apretados con una rabia inexpresada por algo. Sus ojos se veían… extraños. Estaban oscuros, pero no estaban enojados. Se veían… casi arrepentidos. También parecía como si tenía algo que quería decir, pero no podía.

Rápidamente limpié mis ojos de nuevo. Su mirada duró sólo un segundo, pero para mi fue como si el tiempo se hubiera congelado cuando nuestros ojos se encontraron. Luego él y su igualmente hermoso compañero estaban bajando por el pasillo en una profunda y silenciosa conversación. Tal vez debería saltarme Biología también. No estaba segura de que pudiera sentarme a su lado. Estúpido día de San Valentín. Estúpido, estúpido, estúpido. De cualquier manera, que estúpido día feriado. ¿Quién había pensado en ello?.



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En el texto hay: misterio, rosas, amor

Editado: 27.08.2023

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