Cap.5

Aurora

—Lamento no haberlas presentado antes, mis queridas alumnas.

Mi rostro gira con rapidez mirando hacia aquella pianista, un poco más baja que yo, que me miraba intentando descifrar algo. No me sonríe, no es amable y tampoco tiene por qué serlo, no me conoce…

Yo suspiro pesadamente para dirigir mi vista hacia otro lado; no quería mirarla, sus ojos... Había algo en sus ojos que me decían tantas cosas y eso me incomodaba.

Supongo que no fue por el hecho de que sentía como estaba enojada, sino por todas las barreras que parecía estar empezando a poner entre nosotras.

—Ustedes —dice August, señalándonos de manera acusatoria—. A partir de ahora van a trabajar juntas, van a verse todos los días para ensayar; la competencia se acerca y tenemos que apresurarnos.

Lo miro con rapidez.

¿Competencia?

—Espera, yo no dije nada de competir —digo mientras me alejo un pocoal sentir una presión en mi pecho, una que me hace sentir ahogada; miro a la pianista rápidamente para caer en cuenta.

¿Las dos?

—¿Acaso…?

—Sí —dice August de manera rápida, como sabiendo mi pregunta; la pianista no parece sorprendida, ya que se mantiene igual de seria como hace un rato—. No más habladuría, debemos comenzar.

Y así de manera rápida y sencilla, August se alejó un poco para que nos presentáramos.

—Soy Estella —dice aquella pianista; su voz era suave pero severa, con un gran recelo.

—Aurora.

Fue lo único que dije antes de darme la vuelta y caminar hacia afuera de la sala; ella venía detrás, callada con sus papeles en sus brazos, como si fueran algo tan preciado para ella.

Frustrada, cambio de camino y corro hacia los baños de la Academia, que no quedaban tan lejos del salón de danza. Estella, sin comprender, me ve con seriedad.

Una oleada de sentimientos que venía reprimiendo hace que mi corazón y mi estómago se pongan en la misma sintonía, inquietos, provocando que mis manos tiemblen y unas grandes ganas de vomitar lleguen a mí.

Volver a sentir esta ansiedad no me gustaba, menos saber que me tendría que enfrentar a tanta gente de nuevo, sentir sus miradas, aquellas que más de una vez me juzgaron con tanta severidad, para luego mirarme con pena.

¿Por qué acepté?

Salgo del cubículo para lavarme la cara y las manos, miro mi reflejo en el espejo; mis ojeras que hace tanto ocultaba con maquillajese notan bastante, así como mis huesos. La maya, al estar tan pegada a mi cuerpo, hacía asomar mis huesos, haciéndome ver débil y frágil.

Qué asco.

Salgo rápido del baño y me dirijo de nuevo al salón donde August está esperando afuera; parecía preocupado, pero también impaciente.

No sé qué tanto está esperando de mí, pero no va a conseguir gran cosa.

—Vamos, no te rindas tan fácilmente —dice para entrar y yo tan obedientemente le sigo.

Allí estaba ella mirando las partituras, analizándolas; sus dedos rozaban las teclas con ternura. Al escuchar nuestros pasos, giró su cabeza para vernos.

—¿Te encuentras bien? —preguntó seria; yo, sorprendida, asentí.

Oí cómo murmuraba algo como: "Bailarinas, siempre lo mismo con ustedes". Empezó a hacer muecas como si hablara consigo misma y se burlara de algo, y puedo intuir que ese algosoy yo.

August se acerca a Estella y le saca las partituras; ella lo mira sin comprender nada y bastante ofendida.

—Necesito una pequeña improvisación, mi querida Estella, si no es mucho pedir, claro está; quiero que mi pequeña prodigio suelte sus cuerdas un rato —dijo con una sonrisa que no pude comprender.

Estella simplemente suspiró y me miró como esperando, esperándome para comenzar. Ella asintió y comenzó a tocar.

No era una improvisación de su parte; ya había escuchado esa melodía, era la que tocaba ese día y la que había escuchado hace unas horas, esa que no podía parar de imaginarme yo bailándola.

Miré el salón, lo analicé y suspiré; me puse en posición, pero se detuvo de la nada. Cuando me giré, vi que me estaba mirando.

—Ahora sí —fue lo único que dijo para comenzar a tocar y yo comencé a deslizarme como una vez había intentado, mientras me imaginaba esas notas rozando mi piel.