Una Dulce Melodia

Cap.6

Estella.

Era precisa, se la veía desconfiada y significativamente delgada. Quería darle un dulce o algo, ya que parecía al borde del desmayo. Cuando comencé a tocar, ella simplemente se quedó dura, mirando a la nada, como procesando algo.

Y así estuvimos, ella inmóvil y yo tocando, esperando algo.

Esperando algo de ella.

Mis dedos, más desesperados, se movían más rápidos, repitiendo una y otra vez aquella melodía, esa que no podía dejar de sacar de mi cabeza desde hace tantos años, pero ella no hacía nada y eso me enojaba.

¿Por qué no baila?

Quiero que baile.

Mi enojo se hacía cada vez más evidente cuando tocaba con más y más furia, mirándola de reojo, viendo cómo ella seguía en la misma posición. No llegué a terminar de tocar esa melodía que venía repitiendo tantas veces, hasta que mis dedos chocaron fuertemente con las teclas del piano.

—¿¡Por qué no te mueves!?—Le gritó bastante enojada; ella parece salir de su trance y me mira a mí y al profesor—. Estoy tocando lo mismo una y otra vez sin parar, ¿acaso no sabes bailar o qué!? ¿Por qué te quedas quieta? ¿No que eras una prodigio…?

Ella se pone rígida al escuchar mis palabras y baja la cabeza con frustración.

—Yo…

—Yo nada —dije furiosa, no me gusta que me quiten tiempo—. ¿Eres un prodigio de la danza así como todos dicen o eres solo una tonta que se cree lo que le dicen?

Aurora me mira, sus ojos un poco enrojecidos y sus cachetes rojos del enojo. Me quedo estática mirándola; creo que me sobrepasé. Me siento en el banco un poco frustrada, miro las teclas y suspiro.

—Si no quieres hacerlo, buscaré a otra bailarina que pueda cumplir mis expectativas —digo sin mirarla. Ella suspira y camina hacia su bolso; levanto un poco mi vista, creyendo que se iba a ir, pero no fue así, simplemente tomó una remera grande donde tenía un estampado viejo y desgastado de una serie para niños.

Ella se queda en el centro del salón y me mira a través del espejo con decisión.

August, que estaba quieto en una esquina mirando la escena, simplemente golpeó sus palmas contra sus muslos dando así una orden.

Comiencen.

Suspiro y cierro mis ojos.

Comienzo a tocar, deslizando mis dedos por las teclas; esta vez no es la melodía incompleta que toqué sin parar, era diferente, más decidida, más improvisada.

Escucho pasos, unos pequeños jadeos, siento el piso vibrar de la cantidad de movimientos. Por curiosidad abro mis ojos y mi mirada, al sentir una presencia, se desliza hacia arriba, y allí estaba ella, girando, pero no miraba hacia el que se supone que sería el público; me miraba a mí, con enojo, con una furia contenida.

Mis dedos, que estaban tranquilos haciendo un nuevo compás, se comienzan a deslizar con más fuerza; había algo, ella también lo sentía, en sus pies, en su cuerpo al girar y sus brazos tocando con delicadeza el aire. Las notas se hacían más profundas; no podía apartar la mirada de ella, mi emoción.

Una emoción que no había sentido hace mucho se hizo presente; no quería dejar de tocar, no quería dejar de verla. Su cabello que estaba atado se soltó, mostrándose más libre de lo que ya parecía; sus ojos que mostraban enojo pasaron a verse tristeza, melancolía.

Mis dedos ya no tocaban teclas, tocaban sus músculos, sus costillas, su pecho que jadeaba como si la música lo presionara.

Entonces pasó, ella con pasos delicados y los brazos extendidos al costado, se acercó hacia el piano, hacia mí; sentía más y más profundo, no podíamos parar.

Así se siente respirar de nuevo.

Ella giraba alrededor del piano, y yo no podía dejar de mirarla, no podía parar; me gustaba, me encantaba esta sensación. Cuando por fin pude tomar las riendas de mis emociones, fui bajando la intensidad y ella también. Como una conexión, con un último y gran giro, deslizó su pie hacia atrás y terminó arrodillada ante mí, con sus brazos formando una equis en su pecho.

Un mechón de su cabello me rozó la mano. Y, por un instante, pensé que estaba temblando más yo que ella.Nuestras respiraciones se escuchaban por todo el salón; nosotros simplemente simplemente nos mirábamos.

Por fin,te encontré.

August comenzó a aplaudir desde donde estaba; nosotras dejamos de vernos para mirarlo a él. Parecía completamente complacido; por sus ojos se veían muchas emociones que no podía explicar. Parecía igual de complacido que yo, ya que nos miraba con devoción. Él también nos había encontrado.

—Creo que estamos listos para comenzar a ensayar.




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