Una Ecuatoriana en Alemania

Capítulo 4

¡Al fin en Múnich!

Como pasa el tiempo. Haces unos días estaba tomándome alguna fotos en Heidelberg, y ahora estoy en el aeropuerto de Múnich.

He llegado antes que mis abuelos, pues tengo que pagar la otra mitad del hotel y hoy es la fecha de la reservación.

Ellos llegan mañana al medio día. Así que tengo que alquilar un auto.

Después de un gran trámite, tengo un bello BMV X7 negro.

Es espacioso. Subo mis maletas al maletero.

— ¿Cómo es el mundo?

Giro para ver dónde viene la voz y... no lo puedo creer.

—Si alguien me hubiera dicho que hoy me encontraba con la mujer que he pensado varios meses—arqueo una ceja—le hubiera dicho, estas mintiendo.

Ruedo los ojos.

—Si me hubieran dicho, que hoy me encontraba con el maleducado de la fila—él sonríe, una hermosa sonrisa—no hubiera venido.

Cierro el maletero.

Camino hasta la puerta del piloto.

— ¿Por qué eres así de grosera?

Me giro hacia él.

— ¿Yo grosera? Ja—me acerco al el—pues mijo, deberíais saber lo que hiciste en el aeropuerto. Eso es ser grosero.

Lo escucho suspirar.

— ¿Qué te parece si empezamos de nuevo?—me estira la mano—Derek Fischer

Suspiro. Al parecer este hombre piensa que soy la típica que olvidas los nombres.

—Lo sé—digo. Ruedo los ojos y estrello su mano—Maia Plaza.

Hala mi brazo y me da un beso en la mano. Sus suaves labios hacen que una corriente eléctrica recorra toda mi espina dorsal.

Trato de soltar mi mano, pero él niega a soltarme.

—Es un hermoso nombre, para una hermosa mujer—sonrió irónicamente.

Me suelto de su agarre.

—Mira tú, yo estaba segura que los alemanes eran frio como la nieve.

—No todos somos así. Algunos vemos a una hermosa mujer y la cortejamos—este es un descarado a límites. — ¿Qué te parece si te invito almorzar?—mira su reloj de muñequera... por cierto un hermoso reloj.

—Lo siento, me encantaría—ni en cien años—pero tengo que reservar un cuarto—camino hacia la puerta del copiloto—y sabes muy bien que después no hay habitaciones.

Tomo la manija y la abro, pero una mano me impide que la abra completamente.

—Ese truco ya me lo sé—giro mi cabeza y está muy cerca de mí—solo dime en que hotel estarás y te invito la cena. Deseo poder conocer más a la señorita que me dejo hablando solo en la entrada del aeropuerto—su voz es tan suave. Su alentó huele a hierva buena y a limón.

Respiro hondo.

— Pullman Múnich Hotel—le respondo. Ese el hotel donde mis abuelos reservaron la habitación. No se otro nombre así que no puede mentir... aparte estoy muy nerviosa, y no puedo mentir cuando estoy asi.

Él se aleja de mí y asiente.

—Perfecto, te veo en la noche—se aleja de mí.

Siento mi cuerpo de gelatina.

Este hombre me confunde. Subo al auto y cierro la puerta.

Respiro hondo.

Enciendo el auto.

En verdad no sé dónde queda el hotel. Saco mi celular de mi bolsillo de la gabardina y prendo el GPS.

Quince minutos después llego, supuestamente en Google Maps, debía llegar en cinco... no conozco muy bien el lugar y así que me perdí.

Pero ya estoy aquí eso es lo importante.

Parqueo el auto en la puerta, y me bajo. Dos porteros se acercan, me ayuda abajar las maletas.

Uno de ellos llevan las maletas adentro y el otro se lleva mi auto.

Entro al hotel y... Waoo ¡Es la mamá del hotel!

La recepción es hermosa, las paredes son de color crema. El suelo está forrado con alfombra, es color roja con algunos decorados dorados.

En el techo hay dos lámparas de cristal de arañas. Es muy elegante.

Hay dos salas donde algunas personas están conversando. Al fondo se encuentra el restaurante.

A mi lado derecho esta información. Veo a dos chicas, me acerco a la que está desocupada.

Ella me sonríe. Tiene el cabello rubio cogido con un moño alto.

—Buenos días—me dice en inglés—en que puedo servirle.

—Buenos días—le dijo en alemán para que vea que si se su idioma—vengo por la reservación al nombre de Maia Plaza.

Mi abuelo me conto que cuando reservo la habitación la puso a mi nombre, para que no tuviera ningún problema. Y en verdad se lo agradezco.

La joven dirige su mirada al computador y escribe algo en teclado, sin perder la sonrisa.

¿No les dolerá estar sonriendo todo el día?

—Si esta, esta cancelada la mitad ¿Va a cancelar a otra parte?—me pregunta.

—Si—busco en mi gabardina mi billetera. La abro y saco el dinero restante y se lo doy.

Ella lo recibe.

Después de unos minutos me hace firmar algunos recibos y me dice que la habitación está disponible por un mes.

Me indica que la habitación está en el piso cinco y el número de la habitación es el cuarenta. Me entrega dos tarjetas doradas y le agradezco.

También me indica que mis maletas ya están en la habitación

Camino hasta el ascensor.

Lo único que quiero hacer al llegar al cuarto, es dormir. Pero no sin antes llamar a mi mamá... si quiero vivir un día más.


....


—Si mamá, ellos me confirmaron que vendrán. Me mandaron para pagar la habitación y aparte es un cuarto con una habitación dentro—le respondo la pregunta otra vez.

Mi mamá, se podría decir que es un poquito desconfiada.

Yo no estaba enterada que mis abuelos habían reservado una habitación con un cuarto interno.

Imagino que deseaban darme mi espacio.

La habitación es grande. Tiene una pequeña sala donde han dejado mis maletas, un gran ventanal donde puedo ver el hermoso paisaje que la nieve cubre.

La calefacción esta perfecta, me sacado la gabardina, los guantes y el gorro.

La cama principal es de tres plazas y la del cuarto interno es de plaza y media.

Es tan cómoda.

—Los estuve llamando y no me contestan—me dice mi mamá.

Resoplo.

Estoy en un video llamada con ella, y puedo ver perfectamente la cara de nerviosismo que tiene.



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En el texto hay: alemania, amor, ecuador

Editado: 10.08.2019

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