Una elegida temporal para el Príncipe

Capítulo 01: Su nombre en mis labios

El amor no es como lo anhelas desde tu corazón, es como la magia lo convierte en tu vida en lo más maravilloso.

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EMILIA BRIGGS

La nieve caía suavemente, son temporadas que me encantan, aunque me la pase trabajando. Está cubriendo todo el pueblo de Snow Hill con un manto blanco y reluciente; es simplemente hermoso ante mis ojos.

Las luces navideñas adornan las casas, mientras los cantos de villancicos llenaban el aire. Siento el olor a canela y jengibre de los señores que venden en las calles para llevar dinero a sus familias para estas fiestas.

Para mí, que soy una joven humilde que vive en la modesta casa de mi familia, la Navidad era un momento de trabajo arduo y sueños lejanos. Siempre voy al pequeño taller de mi madre, donde la veo que bordaba pañuelos para los nobles del palacio; me corresponde ayudarla, aunque siempre me regaña porque me quedo mirando con añoranza hacia las colinas donde se encontraba el castillo real del pueblo.

Hasta que, no pensé que aquellos deseos de un día no sentir tan lejos a la realeza, se convirtieran en una realidad para mí. El destino jugaría sus cartas y podría decir que a mi favor.

Fui enviada al mercado a entregar los pañuelos encargados para la cena real, de lo cual sentía muchos nervios y escalofríos, ya que uno de esos los había hecho yo. Era una noche especialmente fría, y mientras cruzaba la plaza del pueblo, una ráfaga de viento hizo que uno de los pañuelos cayera al suelo.

—¡Maravilloso, Emilia! —regaño para mí misma—, siempre tan talentosa en hacer desastres.

Con rapidez me incliné para recogerlo, tomando una parte de mi vestido entre mis manos para que no me tropezara con él mientras tomaba todo. Antes de que pudiera tocarlo, una mano enguantada lo levantó.

—Permítame, señorita —suelta con una voz profunda, sutil y elegante.

Al alzar la vista, me encontré con los ojos del príncipe Elliot Cartwright. Él llevaba un abrigo negro bordado con detalles dorados muy hermosos que sin duda resaltan su belleza y una bufanda que le cubría parte del rostro, pero sus ojos azules como el hielo brillaban con una intensidad que me dejó sin aliento.

—Gracias, su alteza —respondí con rapidez, haciendo una torpe reverencia en un tambaleo entre mis pies.

Sigue haciendo el ridículo con tu primer y último contacto con la realeza de tu pueblo y deja a tu familia en mal pie.

Elliot sonrió, pero antes de que pudiera responder, un grito resonó en la plaza, haciendo que todos nos alertáramos.

—¡Príncipe Elliot! La cena comenzará en breve.

El príncipe asintió en dirección al guardia que lo llamaba, pero no se movió de inmediato. En cambio, decidió dirigir su mirada a mí una vez más.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó, otra vez emanando esa ternura que hace que quiera desfallecer ante sus brazos fornidos.

—Emilia, alteza.

Tartamudeo, lo digo casi inaudible, la timidez me está ganando en esta batalla.

Emilia… —repitió entre sus labios, como si probara cómo sonaba en un dulce cántico—. Espero volver a verte, dulce Emilia.

Y con esas palabras, dejando mis mejillas como tomate recién cosechado, desapareció en dirección al castillo, y dejando mi corazón latiendo desbocado, yéndose con él a su paso.

Ojalá pudiese verte de nuevo, príncipe Elliot, pero tu nivel y el mío hacen que tenerte cerca sea inalcanzable.




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