A veces las decisiones pueden parecer absurdas; sin embargo, siempre hay que seguir lo que dicta el corazón.
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EMILIA BRIGGS
En estas semanas, no he podido dejar de pensar en aquel encuentro torpe que tuve con el príncipe y la intriga que me causa saber qué ha pensado de mí. Solo me quedaba mirar por la ventana a ver si recibía una señal de la luna en esta Navidad, pero todo ha sido en vano, quizá sea absurdo pensar que yo le interesé, aunque fuese un poco solo cuando lo vi.
«Ay, solo se acercó por lástima, debes dejar de leer cuentos de princesas y de hadas, la vida no es igual de hermosa como nos la imaginamos» —recalca mi cerebro trayéndome a la realidad.
Sin embargo, sabía que no tenía sentido hacerme ilusiones. Soy solamente una joven del pueblo, mientras que Elliot era el príncipe heredero de Snow Hill, destinado a casarse con alguien de su posición y estatus social.
Aunque… no pensé que el destino tenía otros planes, y pedirle a la luna y a las estrellas fugaces me traería dicha.
—No te tardes recogiendo la leña, sabes que se necesita para pasar la noche con este frío. Tampoco te vayas tan lejos, Emilia, ¿de acuerdo?
Me grita mi madre mientras salgo con mi canasta, un hacha y bien cubierta para enfrentar la nieve.
No respondo nada y me marcho, ya que el camino es un poco largo.
Quisiera ser feliz esta Navidad, pero hay sueños que tardan más que otros en cumplirse…
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El sol se iba ocultando a su paso; era demasiado tarde. No me daba miedo, sin embargo, me distraje temprano con todos los preparativos para la cena y terminando uno que otro encargo de pañuelos que tenía mi madre, sin contar las veces que me quedé mirando el castillo real con deseo de verlo otra vez.
Hay momentos en que para los desdichados como yo, solo se viven una vez.
Comienzo con mi recolección de leña y, a pesar del frío, siento unas gotas de sudor en mi frente que se evaporan con rapidez.
Suelto mi hacha de leña y la sujeté como arma de defensa tras escuchar el sonido de cascos acercándose. Era Elliot, montado en su majestuoso caballo blanco.
Espera… ¡Es el príncipe!
—¿Siempre trabajas tanto? —preguntó, desmontando con agilidad.
Yo la miro sorprendida.
—¿Qué hace aquí, alteza? —Es lo único que sale de mis labios.
—Buscándote —respondió él, con una sonrisa que derritió cualquier resistencia que yo pudiera tener.
—Voy a ser franco contigo, Emilia —toma una de mis manos.
Tiene una de mis manos sujetadas, por los cielos, siento que voy a caerme en cualquier momento. No… no puedo caer. —Mi mente ahora es un caos, repleto de miles de emociones.
—Le escucho, príncipe Elliot—hago una pequeña reverencia.
—Aquel día que te vi en la plaza con tus pañuelos, no pude dejar de pensar en ti. Es como un sentimiento sin explicación alguna. Solo que en ti, vi una humildad, una nobleza y dulzura que cautivó hasta lo más profundo de mis entrañas. Veo pureza en ti y no puedo dejarte ir tan fácilmente, Emilia.
Quiero que alguien me pellizque en este momento, debe ser uno de mis sueños. Sí… ya casi suena el despertador ruidoso que tengo al lado de mi cama en el aposento.
—Príncipe Elliot, yo… —hago una breve pausa para procesar bien las palabras qué pienso decirle—, me siento muy halagada de recibir estas palabras de usted, aunque no sea adecuado que usted exprese esto para alguien como yo.
Ríe un poco con ternura y eso me estremece. Muchos decían que él era una persona buena, como otros trataban de difamar y querer saquear su fortuna; aun así, ante mis ojos veo a un hombre espléndido con mucha más dulzura de la que dice que yo poseo.
Es por eso que es el elegido. Por la conexión que crea con los del pueblo.
—La verdad es que, estoy arriesgando mucho al buscarla, sentía que debía conocerla mejor, hay muchas pueblerinas que desean estar a mi lado, no obstante, no puedo notar su autenticidad ante mí. Realmente, mi madre, la reina, insiste en que elija una esposa de entre las damas que ha seleccionado para mí. Todas son perfectas según sus estándares, pero ninguna de ellas me hace sentir lo que siento contigo y veo en ti.
No quiero ilusionarme, lo miré con los ojos llenos de incredulidad.
—Esto es una locura, alteza. Usted y yo… venimos de mundos diferentes.
—Quizás —dijo Elliot, acercándose—, pero hay algo en ti que no puedo ignorar y estoy ansioso de averiguar qué es.
Remueve los mechones de mi cabello hasta detrás de mi oreja y es aquí en donde no puedo ignorar más el hecho de que él sí se ha interesado en mí y que la Navidad nunca pudo ser tan perfecta.
Nos fundimos en un tierno beso, que marca el inicio de algo que será complicado de mantener, pero no es imposible.
Debo prepararme, ahora debo luchar si quiero mantenerlo cerca. Siempre busco el camino más difícil.
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Editado: 26.12.2024