Una elegida temporal para el Príncipe

Capítulo 03: Oposición temporal y lucha

Cuando el corazón ordena un mandato, no hay nadie que pueda oponerse…

Un tiempo más tarde.

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ELLIOT CARTWRIGHT

Nuestro amor ha florecido en secreto; siempre intento encontrarme con Emilia al final de la colina y salgo de las garras de mi madre con la excusa de que miraría los frutos o saludaría a los del pueblo antes de la celebración real.

La reina Margot, es decir, mi madre, preparaba una gran recepción en el castillo. Había elaborado una lista de las mujeres más elegibles de Snow Hill, con la intención de que yo eligiera a su futura reina.

Lo que ella no sabe es que, en mi corazón, ya la tengo.

Yo tuve que asistir con el corazón hecho pedazos, como es mi deber, pero en mi mente estaba Emilia

Mientras las damas se presentaban una por una, yo no podía evitar comparar sus rostros y sus maneras con la sinceridad y la calidez de mi dulce chica, similar a una galleta de jengibre.

Finalmente, luego de tanto bufar y rodar mis ojos debido al agotamiento y el estrés, tuve que anunciar mi vacía decisión.

Me puse de pie y hablé con firmeza.

—Madre, respeto tu deseo de encontrarme una esposa adecuada, pero ya he hecho mi elección.

La sala quedó en silencio. La reina alzó una ceja, intrigada por saber qué había elegido yo y que ojalá sea de sus estándares.

Obviamente, sé que la odiará, pero ya a estas alturas, no me interesa su opinión.

—¿Y quién es esa dama? —Señala a las presentes con entusiasmo.

Suspiro, esto va a ser difícil.

—No está en tu lista, madre. Se llama Emilia, y es la mujer con la que quiero pasar mi vida.

El murmullo de los invitados llenó la sala, pero mi madre hizo un gesto para que callaran.

—¿Una plebeya? Elliot, esto es inaceptable. La corona exige una alianza que beneficie al reino. Por eso he elegido a estas bellas damas, llenas de valores y principios. No una campesina de quinta.

—Y yo exijo ser feliz, ¿qué es más importante? Recuerda que no puedes destituirme, ya que soy tu único heredero —respondí con una determinación que hizo que la reina retrocediera ligeramente.

—No lo acepto y ahora, mandaré a mis hombres a que busquen a esa mujer —expresa con enojo.

Da la orden y yo intento impedirlo; sin embargo, tengo que enfrentar esto como un hombre que soy y que ama su pueblo y su gente.

La altanería de mi madre debe terminar y solo yo podré hacerlo.

—No tienes que ir a buscarla, yo la voy a traer si así gustas, madre.

—¡Te lo prohíbo!, no vas a tocar a esa mujer.

—Ya no tienes derecho de entrometerte en mis decisiones, ella vendrá por las buenas, no te voy a permitir que tus hombres la traigan como si se tratase de una escoria para el pueblo.

—Quizá no lo es para mi pueblo, pero sí lo es para ti. Que la traigan tus hombres o los míos, ¡solo quiero que venga!

Lanzó un pañuelo en el suelo y lo recojo al darme cuenta de que son de la familia de Emilia y que siempre lo han confeccionado para la reina.

Con un silbido llamé a mis hombres y doy la orden de que la busquen ya. De todos modos, ella debe estar acercándose a la colina para verme antes de que oscurezca.

Nadie te hará daño, mi noble y dulce Emilia, haré que mi madre vea lo asombrosa que eres.

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A pesar de los rumores y las miradas despectivas de la nobleza, la traje al castillo.

—Madre, ella es Emilia Briggs, mi prometida —El rostro de Emilia se torna pálido y con muchos miedos, sin embargo, ella confía en mí.

Sabe que no la dejaré sola, todos esos días que charlamos en la colina o al borde del río, le he prometido y demostrado que me quedaré con ella por el resto de mis días y quiero que sea mi amada para siempre. Esta Navidad la puso en mi camino y no pienso dejarla ir por nada en lo absoluto.

Emilia, aunque intimidada, se mantuvo a mi lado, demostrando que su amor era tan fuerte como el mío, sin importar lo mucho que mi madre se oponga.

La reina, aunque inicialmente furiosa, intenta ver la bondad y la fuerza en Emilia, ya que le hemos explicado a qué se dedica su familia y se sintió admirada de que siempre han sido lo que hacen sus preciados pañuelos, incluyendo los míos.

—Se va a tener que quedar un tiempo en el castillo, voy a ver cómo se le dan las labores del hogar y si puedo enseñarle unos que otros modales y sobre vestimenta para que esté un poco a la par de ti. No voy a oponerme más, se nota que te quiere y no es una simple cazafortunas; sin embargo, si ella desea estar a tu lado, va a tener que ganárselo en este castillo.

No se va a oponer… Eso me hace feliz. Significa que ya ganamos la batalla, solo que no desea admitirlo tan rápido.

—Como ordene, su majestad, ha… haré todo lo que me pida sin rechistar —se arrodilla con respeto y mi madre se retira sin emitir una palabra más.




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