Una enfermera para el Presidente

Episodio 1: Pasado.

  Zianna se detuvo frente al club al que la habían llevado sus amigas para celebrar que había conseguido entrar a la mejor escuela de medicina del país. Además, también era una despedida, pues la joven tenía que mudarse en menos de dos semanas.

La chica miró las puertas del club y sintió escalofríos, ella no era parrandera, su vida iba mejor entre las páginas de sus libros.

—No lo pienses tanto —manifestó Agnes, una de sus 3 mejores amigas.

Liliana, Agnes, Nora y Zianna se habían conocido en el preescolar y su amistad había surgido casi de inmediato. Al iniciar el día del colegio, cada una había llegado nerviosa y al salir ya habían hecho un juramento de amistad.

Juramento que habían cumplido a lo largo de los años:

—Amigas por siempre, sin importar la distancia. —Ese era su lema.

Su relación se había fortalecido a través de los años, a pesar de ser tan diferentes entre sí.

—Solo serán un par de tragos —convino Liliana.

—Es que... Estoy un poco nerviosa —admitió la futura doctora.

—Entramos, brindamos y nos vamos. —Nora tomó la mano de su amiga y la apretó un poco infundiéndole valor.

Zianna contempló el lugar, música alta, seguro, muchas personas bailando... Su corazón latió frenéticamente al recordar las palabras de su abuela.

"Hija, la vida es una sola, debes vivirla"

La joven tomó aire y con decisión entró al club.

Como lo había previsto, el lugar estaba a reventar. Algunas personas bailaban, otras solo saltaban sin razón aparente derramando sus bebidas sobre los demás.

—Vamos al área V.I.P —propuso Agnes.

Se podía decir que ella era la más coqueta del grupo. Una chica decidida y rebelde.

El resto la siguió, pero al intentar pasar, un guardia se interpuso en su camino.

—¿Invitación?

Las jóvenes se miraron entre sí, sin saber qué decir, pero Agnes se aclaró la garganta y le dijo al hombre frente a ellas.

—Míranos, somos jóvenes y bonitas. ¿Quién no querría tenernos en su fiesta?

—Es cierto, seguro hasta te agradecen por dejarnos pasar —convino Liliana sonriendo alegremente.

Nora puso una mano sobre el enorme pecho del hombre y sonrió antes de hablar:

—Solo queremos celebrar que nuestra tímida amiga será médica. Te juro que somos niñas buenas y nos portaremos bien.

El hombre pasó la mirada por cada una de las muchachas. Era cierto, no parecían que fueran a causar problemas. Y ciertamente, eran muy lindas.

—De acuerdo, solo deben ponerse... —El hombre tomó unas máscaras y se las pasó—. ¡Feliz Halloween!

Las chicas chillaron y tras ponerse el antifaz entraron al área exclusiva del lugar.

Contonearon sus caderas y fueron a la barra de licores, pidieron varios tragos y brindaron por su buena suerte.

Poco a poco las chicas se fueron integrando, bailando, brindando, festejando.

Sin embargo, para Zianna que no estaba acostumbrada a beber de esa manera, fue difícil llevar el ritmo sin marearse un poco.

Y como buena chica sensata se fue a sentar un rato.

Se quedó observando a sus amigas, mientras bebía un poco más.

—¿Aburrida? —indagó un hombre con una máscara oscura sobre sus ojos.

—No, pero no soy muy fiestera.

—¿Qué haces aquí? —inquirió el imponente hombre.

—Celebrando que entré a la escuela de medicina —contestó la chica, dándose cuenta de que estaba revelando mucha información a un completo desconocido.

Uno que, así como ella y sus amigas, se pudo colar en la fiesta.

Volteó la cara para ver mejor al hombre, pero el antifaz y la poca iluminación del lugar no ayudaban mucho.

—¿Tú qué haces aquí?

—Soy político, así que aprovecho Halloween para pasar de inadvertido.

Zianna levantó una ceja, detalló más al hombre frente a ella y llegó a la conclusión de que él mentía, pues ningún político era así de joven.

—Espero que lo logres.

El hombre asintió y sonrió.

Eso fue todo lo que bastó para que Zianna perdiera el aliento.

—¿Quieres bailar? —ofreció el desconocido extendiendo su mano a la joven que desde la distancia le había cautivado.

La joven asintió tomando sus dedos. Sin embargo, al ponerse de pie se dio cuenta de que beber estando sentada era la peor mezcla del mundo.

El desconocido actuó con rapidez y la sujetó con fuerza.

—No deberías seguir bebiendo —aconsejó, aun cuando él estaba a un shot de caer borracho.




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