Una enfermera para el Presidente

Episodio 6: Nuevos horizontes.

En el trayecto a la clínica, Geoff evaluó las heridas del presidente.

El paramédico realizó un buen trabajo, pero no pudo evitar que las manos le temblaran un poco. Aunque, ni él mismo podía comprender si esa reacción era provocada por atender al hombre más importante del mundo o, por la mujer que estaba a su lado ayudándolo.

Sin embargo, sin importar lo que estuviera pasando dentro de la ambulancia, el hombre acostado en la camilla no podía dejar de ver a la enfermera que lo atendía con eficiencia. Incluso, cuando tuvo la primera oportunidad, tomó las manos de Zianna impidiéndole moverse.

El dolor quemaba el cuerpo del presidente, aunque, eso no impedía que en su cabeza se preguntara una y otra vez, si existía la posibilidad de que esa mujer a la que tomaba de la mano, fuera la misma de aquella noche en el club.

Pero, si solo el 1% de la población tenía ese color de ojos: ¿No valía la pena al menos investigar? ¡Claro que lo valía! Llevaba 7 largos años tratando de encontrar a esa desconocida y el destino había llevado a la enfermera a su camino.

—¿Tu nombre? —logró murmurar el mandatario.

—Zianna, señor.

Hudson abrió la boca para decirle algo, pero un dolor agudo atravesó su cuerpo.

Zianna sabía, o al menos, se podía imaginar lo que sufría aquel hombre en la camilla y también sabía que la distracción o pensar en tus seres queridos te llenaban de fuerza.

—¿Tiene hijos, señor? —indagó viendo a Hudson fijamente.

El presidente trató de reír, pero solo logró ahogarse y toser.

—¿Qué no lees las noticias? —cuestionó Antoni que iba a su lado. Zianna agachó el rostro, avergonzada—. No tiene hijos, ni esposa.

—Tampoco deseo tenerlos —murmuró Hudson—. Son tan ruidosos, pegajosos y...

La ambulancia giró bruscamente silenciado las palabras del mandatario.

—Estamos por llegar —informó Geoff que no se perdía ni un detalle.

Zianna suspiró y decidió que lo mejor era quedarse callada. Aunque, no entendía, como a un hombre que no le gustaban los niños, había viajado hasta New Jersey a inaugurar una casa hogar.

Antoni continuó coordinando todo el traslado. Pues, a pesar de que mucho antes de que el mandatario, siquiera, tomará el avión que lo iba a llevar a New Jersey: ya se había dispuesto un piso completo en un hospital cercano al evento, por si ocurría una emergencia.

Sin embargo, el jefe de guardaespaldas presidencial, jamás pensó que utilizarían ese plan de respaldo. De lo que sí estaba seguro, era que llegaría al fondo de este atentado.

La ambulancia se detuvo frente al hospital y los médicos de guardia salieron a recibir al jefe de estado.

Bajaron la camilla y el equipo médico empezó a trabajar.

Zianna soltó la mando del mandatario y se quedó en la entrada del hospital. Observando como se llevaban al hombre a quirófano.

Su corazón latía con frenesí, pero allí ya no podía quedarse.

Se dio la vuelta encontrándose a Geoff de brazos cruzados detallando todo.

—Es una locura, ¿no? —indagó el paramédico.

—Un poco —admitió Zianna suspirando.

—¿Por qué crees que él te pidió que lo acompañaras? —Geoff no pudo evitar sentir algo de celos, después de todo, él tenía tiempo conociendo a Zianna y ella jamás había demostrado interés en él.

—No lo sé, pero puedes ir y preguntarle tú mismo. —La enfermera no quiso ser grosera, pero no todos los días el presidente te ruega que subas a una ambulancia con él y sostiene tu mano.

Zianna comenzó a debatirse si debía buscar su auto o irse directamente a cumplir su guardia. No obstante, al bajar la cara y ver el estado de su ropa, se dio cuenta de que no podía llegar al trabajo así.

—Debo irme —anunció la mujer retomando la calma.

—Espera. —Geoff sujetó la mano de su compañera y la miró—. ¿Te parece si almorzamos juntos?

—No puedo, estaré en el hospital Cooper cubriendo el turno de Will —explicó Zianna soltando la mano de su amigo.

—Puedo ir hasta allá y comemos en tu hora libre —insistió Geoff.

La enfermera llenó de aire sus pulmones y lo expulsó lentamente, pensando.

—De acuerdo, aunque, deberías limpiar todo ese desastre —comentó Zianna señalando el interior de la ambulancia.

Sin esperar más, Zianna se fue a la estación más cercana y comenzó el recorrido para buscar su auto.




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