Una enfermera para el Presidente

Episodio 10: Pequeño clon.

Hudson admiró la osadía del pequeño frente a él.

—Sí, puedes usar mi nombre de pila —habló el mandatario captando la atención de los presentes.

Zianna se colocó detrás de Mike y apoyó sus manos en los hombros del infante.

—Señor presidente, ha solicitado mi presencia; puedo saber. ¿Para qué?

Hudson abrió la boca, pero todas las palabras se borraron de su mente.

—B-bueno, quería agradecerle, por todo lo que hizo ayer —comenzó a decir. Sin embargo, la máquina pitó de nuevo delatando sus sentimientos.

—Supongo que la máquina está defectuosa —comentó Adriana tratando de no reír.

—Ya mismo haré que la cambien —alegó Antoni saliendo de la habitación.

Zianna suspiró profundamente sin comprender qué estaba pasando.

—Señor presidente, no debe darme las gracias, solo hacía mi trabajo. —Zianna se tomó un par de segundos para admirar al hombre que tenía enfrente, antes de decir—. Si es todo, me retiro.

—No he terminado —alegó Hudson de manera severa. La mujer frente a él retuvo el aliento y se obligó a calmarse. Si el mandatario lo notó, decidió pasarlo por alto y proseguir—. Al salir de aquí, necesitaré a una persona de confianza que me atienda y me cuide.

—¿He de suponer que quiere que esa persona sea yo? —interrogó Zianna.

—Supone bien.

—Me temo que no es posible.

—¿Por qué? —la interrogó el mandatario.

—Porque mi vida está aquí; mi hijo estudia aquí y dudo que usted desee pasar su reposo en New Jersey —manifestó Zianna con sinceridad.

—¿No puede dejar a su hijo con el padre? —Hudson estaba decidido y no aceptaría un no, por respuesta.

—No hay ninguna posibilidad de que eso suceda. —El corazón de Zianna latía con fuerza.

—¿Por qué? —indagó el jefe de estado.

—Sí, mami. ¿Por qué? —intervino Mike aprovechando la oportunidad.

Zianna miró a su hijo y alzó una ceja en señal de advertencia.

—Solo no se puede —declaró la enfermera apretando un poco los dientes.

—No lo conozco —reveló Mike de manera imprudente. No obstante, al recordar con quién estaba y la vaga información que le había dado su madre, una idea se plantó en su cabeza—: Aunque, quizás, usted lo conozca.

—¿Conocerlo? —cuestionó Hudson.

—Sí, es imponente, alto, de ojos azules y cabello oscuro... Ah, y es un hombre importante y trabaja mucho. —Parafraseó el pequeño con astucia.

—Pequeño, con esa información no lograré nada —admitió Hudson.

Mike, que había logrado mostrarle su punto a la mamá, levantó su cabeza y señaló:

—¿Ves, mami? Él me comprende.

Zianna se reprendió mentalmente, por no haber visto lo que su joven, osado y súper inteligente hijo había planificado. Ella simplemente no contaba con que el pequeño la fuera a acorralar frente al presidente. Aunque, la madre soltera sabía que, desde hace unos meses para acá, la idea de conocer el nombre de su padre había sido la prioridad de Mike.

Lo malo, era que ella tampoco sabía esa información.

Adriana sonrió e intervino antes de que Mike continuara presionando.

—Mike. ¿Me acompañas a tomar un helado? —Zianna miró a la mujer y no pudo sentirse más agradecida.

—Mmm... ¿Puede ser de vainilla? —indagó el chico antes de tomar una decisión.

—Seguro —afirmó Adriana con una sonrisa en los labios.

El niño miró a su madre y ella asintió.

—Vale, pero debe ser vainilla, porque los otros sabores no me gustan —manifestó Mike soltando la mano de su madre.

—Volvemos en un rato —comentó la hermana del mandatario antes de salir de la habitación.

Zianna observó a su bebé como negaba con la cabeza cuando Adriana le ofreció la mano. Sí, ese era Mike, sin contacto físico o muestras de afecto.

Una vez la puerta se cerró, la enfermera se fijó de nuevo en el jefe de estado.

—Estoy agradecida y honrada por la oferta, pero mi respuesta sigue siendo no —habló la enfermera con seguridad.

Hudson observó con detenimiento a Zianna, estaban solos en una habitación y él parecía ser el único en notarlo.

Él tenía la necesidad de conocer más a la mujer que tenía en frente y descubrir si ella era la misma mujer de aquel bar.

—¿Por qué solo dice que no? —cuestionó Hudson con frustración.

—No deseo que mi hijo deje de asistir a clases o se salga de su rutina —alegó resuelta la enfermera.

—Estamos a una hora en avión, créame, su hijo no faltará a clases —rebatió Hudson con calma.

—No haré que Mike, tomé dos vuelos al día —replicó Zianna.

Hudson sintió admiración y molestia, en partes iguales, ante la negativa de Zianna de ser su enfermera.

—Algo me dice que su negativa no tiene nada que ver con las clases de su hijo —cuestionó Hudson.

Al hombre le había bastado un par de intercambios de palabras con Mike, para darse cuenta de que ese niño no era como los demás niños, quizás y solo quizás por eso era que a Hudson le había agradado.

—Tiene razón. —Zianna bajó sus murallas y decidió sincerarse—. Seguro que hace falta que le recuerde que usted es el presidente de la nación. Está en constante riesgo, de hecho, lo conocí porque le dispararon. Mi hijo es lo más importante en mi vida, no pondré su vida en peligro.

Dicen que lo más poderoso en el mundo es una persona decidida y aquel hombre en la cama, tenía una meta clara.




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