Una enfermera para el Presidente

Episodio 12: Negociaciones.

La carita de Mike se llenó de asombro.

«¿Escuché bien?» se cuestionó el pequeño en su cabeza.

—¿Viviremos en la misma casa que el presidente? —indagó Mike sin poder contener la emoción.

Zianna sonrió y asintió con la cabeza.

—Debemos ir a casa y empacar algo de ropa...

—¡¿Ropa?! —interrumpió el infante emocionado—. Llenaré mi maleta de los libros que deseo recomendarle al presidente.

Zianna miró a Adriana por una fracción de segundo, la dama no tenía el corazón para decirle a su hijo que al jefe de estado no le gustaban los niños y que de seguro estaría todo el tiempo ocupado.

—Vamos a casa y allá hablamos —manifestó Zianna con calma. Miró a Adriana y añadió con amabilidad—. Adiós.

—Hasta luego —le dijo Adriana con una sonrisa en la cara. Se agachó hasta quedar frente al pequeño y agregó—. Fue un gusto conocerte Mike.

—Para ti también tengo un par de libros que te pueden gustar —comentó Mike sacándole una carcajada a Adriana.

—Te prometo que los leeré.

El pequeño asistió satisfecho y tomó la mano de su mamá.

Zianna intercambio una última mirada con Adriana y se marchó. Todavía le quedaba un largo día por delante y esta vez no podía llegar a casa a descansar, como solía hacer luego de sus guardias.

Adriana suspiró y regresó a la habitación de su hermano.

Avanzó por el pasillo pensativa. «Quizás Mike había nacido prematuro» concluyó. En ese caso, existía una gran posibilidad de que ese pequeño tan inteligente fuera su sobrino. La mujer abrió la puerta y observó a su hermano que estaba rodeado de enfermeras y doctores.

—No estoy pidiendo permiso, estoy diciendo que me iré esta misma tarde —vociferaba su hermano reprimiendo gestos de dolor.

—Hudson —expresó Adriana con autoridad. El mandatario volteó a ver a su hermana—. ¿Qué pasa?

—Nos regresamos a Washington —anunció él.

—Se quiere ir, aun después de la recomendación mía —explicó el doctor exaltado.

—¿Es necesario que se quede? —indagó Adriana tratando de mantener la serenidad.

—Queremos, como precaución, tenerlo en observación un día más.

—Eso no pasará, si no hay una razón de peso, me temo que el presidente se irá hoy —sentenció Adriana colocándose al lado de su hermano de forma protectora.

—Veo que lo testarudo en algo de familia —declaró el médico de manera mordaz.

—¿A qué hora nos podemos ir? —preguntó el mandatario tratando de ponerse la camisa.

El hombre que se había encargado de la salud del jefe de estado bufó con desesperación.

—Dentro de un par de horas, tendré todo listo para que se marche. —Miró a Hudson y luego a su hermana, negó con la cabeza y salió de la habitación.

—Vendremos más tarde a realizarle una última cura antes de que se vaya —habló la jefa de enfermeras.

Se quedó parada un par de segundos como esperando una respuesta, pero al no tenerla; ella y sus dos ayudantes se marcharon.

—¿Zianna se fue? —indagó Hudson cuando estuvieron lo más solo que podían.

—Sí, ella y su hijo se fueron a empacar. —Adriana hizo énfasis en la palabra “Hijo” Para ver la reacción de su hermano, pero Hudson no le dio importancia.

—Antoni, quiero que tengas el avión listo para partir dentro de 3 horas, ahora, ve y alista el auto, antes de partir, quiero ir a un sitio —ordenó Hudson desde la orilla de la cama.

Él deseaba parecer fuerte como un roble, pero en el fondo le daba miedo levantarse y que sus piernas cedieran ante su peso, además, lidiaba en silencio con todo el dolor que sentía.

—¿A dónde quieres ir? —indagó Adriana comenzando a empacar las cosas de su hermano.

—Te irás con Martínez, nos vemos en el aeropuerto —expresó el mandatario dando ese primer pasó, pero como lo temía, sus piernas no fueron tan fuertes.

Sin embargo, antes de siquiera trastabillar, Antoni y Adriana ya había llegado a ayudarlo.

—Estoy bien —aseguró Hudson experimentando un torbellino de insultos en su cabeza.

—Nadie dice lo contrario —replicó Adriana.

El presidente asintió y lo intento otra vez, logrando dar un paso, un horrible y doloroso paso.

—Andando, no tenemos todo el día.

Antoni le echó una ojeada a Adriana y salió de la habitación pendiente del presidente.

La mujer negó con la cabeza, ella sabía lo tozudo e independiente que podía ser su hermano. Dios era testigo de que ella siempre estaba para apoyarlo, incluso cuando su esposo se molestaba con ella.

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Zianna había enviado a Mike a deshacer su equipaje varias veces. Pues, el pequeño se empeñaba en guardar solo libros.

—Mikael, no vas a llevar solamente libros —lo reprendió la madre—. Necesitas al menos un par de calzones y medias.




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