Antoni llevó a la enfermera al lugar que le había indicado, una farmacia cerca del hospital donde el presidente había sido internado.
Zianna se giró y observó al mandatario, estaba pálido y su frente estaba perlada en sudor. La enfermera se preocupó por la salud del dignatario y se debatió que era lo más prudente para hacer.
La dama abrió la puerta del vehículo, pero antes de bajar, su hijo manifestó:
—Mami, yo voy contigo.
—No tardaré —aseguró Zianna.
—Lo sé, pero...
—Hijo, cuida al presidente por mí. —Zianna descendió y se internó en la farmacia.
Mike bufó y se cruzó de brazos, irritado por la decisión de su madre.
Hudson observó al niño y le pareció un poco chistoso que Mike se enojara, y en seguida, quiso saber qué lo molestaba tanto:
—¿Por qué querías ir?
—Felipe, es un gran hombre, es lo que dice mi mami, pero no me gusta como ese tipo ve a mi mamá. Además, se mancha al comer y siempre se echa mucho perfume, aunque, eso no disimula el olor a tabaco y lo peor, no usa medias.
Antoni escuchó al niño y sonrió. Eso le recordó la vez en que el presidente había reclamado el uso correcto de las medias y a Tom se le ocurrió que, si el problema era esa prenda; mejor no la usaba, lo que en su caso fue peor, mucho peor.
En cambio, Hudson solo se quedó pensando en el hombre y las miradas que le lanzaba a Zianna; tenía en cuenta que, ella era una mujer hermosa, pero no por eso, todos la mirarían de esa manera. Sí, el comentario de las medias, hizo eco en su cabeza, pero los celos lo estaban dominando.
Zianna regresó al auto, al subir encontró a Hudson y Mike, cruzados de brazos y con la misma mirada de molestos. La mujer abrió los ojos, asombrada.
«Mike, es igual al... ¡Oh, por Dios!» pensó nerviosa. «Concéntrate y ya luego te encargas del resto»
Sacó el suero y el calmante.
Abrió la puerta trasera y miró a su hijo, ella sabía por qué él estaba molesto, pero no tenía idea de que le pasaba al jefe de estado.
—Ya Felipe no trabaja allí —comentó Zianna.
—Se tomaron su tiempo para darse cuenta de que no era buena idea tenerlo en un lugar rodeado de medicamentos —refunfuñó Mike.
—Señor, le quitaré la chaqueta y le tomaré una vía para suministrar la medicación. —Zianna sujetó la mano de Hudson. Entre ellos pasó una corriente eléctrica, que ella decidió ignorar deliberadamente.
La enfermera tragó saliva y rompió el contacto visual.
Con cuidado le colocó la vía en la mano y suministró el medicamento.
—En un rato se sentirá mejor. Al subir a la nave, le revisaré las heridas y las limpiaré —informó Zianna con una amable sonrisa en los labios.
—¿Se puede quedar aquí conmigo? —El presidente, giró la cara y le preguntó al pequeño a su lado—. ¿Mike, me prestas a tu mami?
El niño abrió los ojos tanto como pudo, y sin pensarlo mucho asintió, poniendo en una situación incómoda a Zianna.
La enfermera regresó al puesto de copiloto, dejó las cosas que había usado en el suelo, cerró la puerta y se sentó al lado del presidente, este puso su cabeza sobre el hombro de la mujer y tomó su mano.
Mike observó la escena y sonrió, en ese momento, decidió que esa imagen quedaría en su cabeza para siempre. Cerró los ojos y deseó con todo su corazón que su padre fuera, al menos, 3 partes de lo que era el presidente.
El corazón de Zianna se aceleró de tal manera que ella temió sufrir un infarto.
Sin embargo, al llegar al aeropuerto, se dio cuenta de que solo estaba exagerando y era normal ponerse nerviosa delante del presidente y muy posiblemente el padre de su hijo.
Adriana esperaba sentada en las escaleras para abordar la nave, por recomendación de Sean, el jefe de la seguridad, hasta no saber de donde había provenido el atentado, lo mejor era trasladar al presidente con bajo perfil, lo que significaba, una nave no identificada.
Lo que ponía todavía más nerviosa a la hermana del mandatario. Sin embargo, al ver el vehículo de Antoni entrar al terminal suspiró y fue a ayudar.
El guardaespaldas detuvo el auto y fue a ayudar a Zianna a trasladar a Hudson a la nave.
—¿Cómo se siente? —preguntó Adriana viendo a su hermano sujetando la mano de Zianna, ella, así como todos, sabía que Hudson no le gustaba el contacto físico.
—Está mejor, pero andar de aquí para allá, no le hace bien —comunicó Zianna descendiendo del vehículo.
—Estoy bien, el resto no es importante —terció Hudson bajando del auto, el dolor había cedido, pero seguía un poco mareado y con fatiga.
Zianna puso en alto lo que quedaba de suero y negó con la cabeza, este hombre era tozudo.
—Mike, vente con nosotros.
—Mami, ve con el presidente, yo subiré tu equipo de trabajo.
Zianna sonrió, a veces era fácil olvidar que Mike no era un niño normal.