¿una Engreída Enamorada?

¿Sami?

Después de unos minutos pérdida entre sus pensamientos, con los ojos cerrados sintió un golpe desde la parte trasera del auto, rápidamente abrió los ojos, girando su cabeza hacia la parte trasera y por el vidrio trasero del auto pudo observar a su papá cerrar la cajuela para luego correr hacia la parte delantera del auto.

—Nada que ver. —se disculpó abriendo la puerta del conductor—. Sólo quise despejar mi mente un poco. —dijo en tono de voz serio y se acomodó en el asiento.

—Oh, está bien. —también se acomodó en su asiento con una sonrisa ladeada.

Sin dar muchas vueltas Samantha se pasó sus manos varias veces por su pelo rizado y arregló el cuello de su abrigo y luego salir de aquellas dudas.

—Y... ¿Cómo se llama? —preguntó mirando hacia el frente.

—¿Quién? —preguntó confundido. Miró por el retrovisor y vio el asiento para bebés abriendo un poco los ojos de sorpresa. —ah, tu hermana. —murmuró sorprendido arrancando el auto. Pero Samantha logró escucharlo, cosa que no era tan difícil ya que estaban los dos en un silencio incómodo.

—¡Ella no es mi hermana! -le gritó de inmediato frunciendo el ceño.

—Zoey, se llama Zoey... —respondió sin despegar la vista del frente e ignorando los gritos de Samantha. Cosa que le dolía. —Tiene seis meses de nacida, y es idéntica a ti de cuando eras bebé. —continuó.

—¿Por qué no nos habías dicho nada? —lo miró a la cara ignorando su comentario anterior.

Quería parecer que no le importaba, pero en verdad le importaba porque él sabía que ella siempre quiso tener una hermana pequeña, cuando era una niña de regalo del día de los reyes magos les pedía a sus padres una hermana menor para poder cuidar y enseñarle todo lo que sabía. Pero la Samantha de ahora se sentía traiciona porque tal vez su madre ya lo sabía y no le dijo nada, y además primera vez en su viuda se sentía reemplazada...

—Te había escrito muchas veces por Facebook y nunca me contestaste y le dijiste a tu madre que no me diera tu número de teléfono. —le respondió él con la vista al frente.

—Hace un año que cambié mi cuenta de Facebook. —informó y rodó los ojos—. ¿Y Dylan? ¿Qué ha pasado con él? —cambió de tema mirando hacia el frente, sin ninguna expresión facial.

—Dylan es un chico muy bueno, tiene un corazón enorme. En su tiempo libre me ayuda en la empresa. Trata muy bien a Zoey, hasta lo dejamos dos noches como su niñero. -rió-ya sabes, para Madison y yo irnos a despejar la mente un rato. En pocas palabras, ese chico es un milagro de Dios. -mientras miraba al frente se le formó una gran sonrisa mostrando sus dientes blancos.

—Dylan sigue siendo el mismo. —murmuró Samantha con una pequeña sonrisa ladeada.

Después de unos minutos más ninguno de los dos habló, había un silencio tan incómodo en el auto, hasta que después de un rato por fin llegaron.

—Bueno cariño, ya llegamos. —dijo estacionando el auto fuera de la casa.

Samantha se bajó del auto, ya eran las 9:30pm y lo único que quería era dormir. Observó como un chico guapo, alto y rubio se acercaba a su padre para ayudarlo con las maletas, al parecer era Dylan, después de tantos años no había cambiado mucho. Samantha desvío la vista del chico para concentrarse en la casa, era una casa común aunque estaba en un vecindario de personas adineradas, pero era una casa común de dos plantas, ¿Cómo un empresario muy importante y una modelo española podrían vivir ahí? Esa era la pregunta que le daba vueltas en la cabeza sin despegar la vista de la casa.

Estaba contemplando las casas enormes de sus nuevos vecinos hasta que...

—Hola Sami. —saludó aquella voz más gruesa que antes acercándose a ella.

—¿Sami?, no me digas Sami, dime Samantha o Señorita Carter. —lo miró cortante.

—¿Por qué no te gusta que te diga Sami? —preguntó muy confundido-Cuando éramos niños tú me decías Dyl y yo te decía Sami. —le recordó con una gran sonrisa y con el ceño fruncido.

Ella se acercó más a él y con los ojos entrecerrados y sus manos cruzadas le respondió:

—Sí, pero ya no soy una niña y creo que tú tampoco, ya soy una adolescente casi mayor de edad, tengo diecisiete años y tú tienes la misma edad. No tienes que estar comportándote como un niño. Madura. —lo regañó mirándolo fijamente y apoyando su mano en su cintura.

—No sabía que habías cambiado tanto. —la miró decepcionado moviendo su cabeza en negación. —Si quieres entra a cenar. —dijo y sin esperar respuestas se encaminó a la casa con las manos entre los bolsillos de su pantalón.

Ella sólo se quedó a ver como Dylan desaparecía lentamente de su vista entrando a la casa para luego cerrar la puerta detrás de él pero no sin antes darle una última mirada, y no, ni siquiera su mirada se veía como la de antes, había comprobado que era verdad, su Sami había desaparecido.




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