Samantha abrió la bolsa de color verde y vio una carta la cual estaba al lado de lo que parecía un regalo hasta con moño puesto al lado, agarró la carta y la leyó.
—''Querida hija, —se sorprendió al darse cuenta que fue su madre quien la escribió—. No estaré para tu cumpleaños así que a escondidas de ti te escribí esta carta. Sé que después de lo que pasó cambiaste demasiado, pero también sé que en el fondo sigues siendo la misma, esa niña a la que le asustaba la oscuridad, tan cariñosa y adorable, esa niña que ayudaba a los demás con mucho amor y sin pedir nada a cambio. Esa niña tan humilde y buena... Tú dices que la vida te obligó a ser como eres hoy, pero estoy segura que en tu corazón esa niña aún está ahí, porque la veo cada vez que sonríes, cuando estás alegre, hasta cuando estás en tus días de tristeza. Quiero que recuerdes siempre que eres la luz de mis ojos, y tu felicidad siempre será la mía. Feliz cumpleaños, mi amor.''
Al terminar de leer sentía esas ganas de llorar inexplicables, pero duró muy poco... Sabía que eso era lo que su madre quería, que la carta le tocase el corazón y así ella decidirse llamarla para pedirle perdón por todas las cosas feas que le dijo y por fin perdonar a su padre. Además quién le aseguraba que eso lo había escrito ella y alguien más, o hasta la sirvienta, su mamá no acostumbraba a escribir cartas a mano cuando ya existían los mensajes de textos de muchas formas distintas y la impresora. Observando la letra no la podía distinguir ya que sólo veía la letra de su mamá cuando firmaba papeles ¿Quién le aseguraba que fue ella quien la escribió? Con miles de pensamientos negativos, sostuvo en sus manos el regalo esperando hallarse una foto o algo insignificante ya que su madre no servía para regalar cosas. Quitó el moño y al ver el regalo quedó sorprendida, no tenía palabras, y con la caja entre sus manos y la boca abierta soltó una lágrima... dentro de la pequeña caja había una muñeca, no una cualquiera. Era una muñeca de tez blanca con los ojos de su mismo color, el pelo negro que le cubría la mitad de su espalda, con una falda que le llegaba por encima de las rodillas, una blusa color morada y unos pequeños zapatos negros. Esa era la muñeca que su madre le había comprado y luego mandado a hacer ropa idéntica a su ropa favorita de la niñez, la cual le regaló por sus 12 años. Ese fue el primer regalo que su madre le dio cuando se mudaron de país y para ella significó mucho. Aquella muñeca se le había perdido en un pequeño incendio que hizo junto a Dylan en el patio de la casa del cual la muñeca salió sin la mitad de su cabello y cambió de color blanca a negro, con trapos en vez de ropa. Y desde ese día nunca más la volvió a ver.
Después de unos minutos observando la muñeca, con cuidado la colocó encima de la cómoda que estaba al lado de la cama junto con la carta. Luego loca buscó su celular por la habitación, se asustó al no encontrarlo hasta que se acordó que lo había dejado en el baño, fue corriendo y lo buscó, de inmediato marcó el celular de su madre, con un poco de duda sólo le dió a "llamar" después de unos segundos su mamá cogió la llamada.
—Hija, no sabes lo preocupada que he estado porque no me llamabas. -decía su madre del otro lado de la llamada con un tono de voz calmado.
—Disculpa, apenas llegué ayer. -rodó los ojos y siguió-. Y hoy sólo tuve tiempo para irme al instituto.
—Y dime, ¿Estás bien? ¿Ya comiste? ¿Cómo te trató Madison? ¿Y tu padre? ¿Y qué tal el insti...
—¡Ya mamá! —alzó la voz haciendo que su madre se callara—. No me gusta cuando empiezas con tus cuestionarios. Actúas como si esta fuera la primera vez fuera de casa.
—Sólo me preocupo porque estés bien, Sam.
Samantha estaba apoyando su mano en el lavadero del baño, cuando se dio cuenta quitó su mano con cara de asco y salió del baño hacia su cuarto en tres pasos. Se acercó a la cama aún con su madre en la llamada hablando de sus días sin ella y observó la muñeca, entonces sin rodeos le dijo lo que le quería decir.
—Mamá. —llamó su atención para que esta la escuchara atenta—. Te quería.... Te quería decir, que... —se aclaró la garganta—. Gracias por el regalo, sin duda ha sido el mejor regalo que me has dado. Aunque a veces me enfado y te grito... Te quiero mucho mamá.
—Yo también te amo. Yo soy pésima para dar regalos pero la muñeca para mi fue el mejor regalo que te he podido dar por segunda vez, y todo lo que te dije en la carta te lo escribe mi corazón.
—Oye, ¿Y dónde conseguiste la muñeca? Hace años se me dañó ¿O es otra? Mamá, ¿me mandaste hacer otra muñeca? —preguntó curiosa ya que aquella muñeca parecía una perfecta réplica a la anterior.