¿una Engreída Enamorada?

¿Nos conocemos?

—No te las daré porque aún no te he visto manejar y no me expondré a que atropelles el carro o algo así. —le explicó.

—¿Crees que soy estúpida? —rodó los ojos cruzándose de brazos.

—No creo que tengas que ser estúpida para hacerlo, pero mamá me regaló ese auto y lo aprecio demasiado. ¿Entiendes? —dijo este inclinando la cabeza hacia adelante.

Samantha sin ocultar su gracia se dobló por medio poniéndose una mano en el estómago y rió a carcajadas, a él eso le pareció una ofensa hacia su persona, pero no iba a enojarse ya que él entendía que eso era lo que Samantha quería, si había alguien que la conocía demasiado era él. Aún enfrente de ella entrecerró los ojos y se puso una mano en la barbilla.

—¿Tu mamá nunca te ha regalado algo que aprecies, o hasta algún amigo? Si es que tienes, claro. —preguntó haciendo que esta dejara de reír.

Paró de reír y pasó de una gran sonrisa a su cara sería como anteriormente la tenía. Eso que le preguntó le había acordado lo que pasó hace unas horas, el regalo de cumpleaños que su madre le había dado por adelantado, así que entendió muy bien a Dylan fue como si él supiese de aquella muñeca, aunque era imposible porque esa muñeca se la guardó su madre aquel día y nadie sabía qué le regalaría eso y menos que se la dejaría dentro de una maleta. Con cara de disgusto lo miró fijamente y le respondió.

—Eso a ti no te interesa. ¿Me darás las llaves? ¿O te las tendré que robar? —le insistió alzando sus cejas y le extendió su mano con la palma abierta de nuevo.

Dylan lo pensó unos segundos hasta que le hizo una propuesta. —Si quieres te llevaré a hacer lo que tengas que hacer, pero no te confiaré mi auto. ¿Qué opinas?

Ésta rodó los ojos y aceptó, necesitaba comprar esas cosas y tenía que ser lo antes posible así estaba más seguro su plan. Dylan se fue a dar una ducha rápida mientras que ella se fue a cambiar sus chanclas por unos zapatos y a buscar su bolso plateado. Después de unos treinta minutos Dylan ya estaba bañado y vestido, entonces los dos se montaron en el auto y fueron a comprar las pinturas.

—¿Para qué quieres comprar pinturas? —preguntó Dylan confuso, prendiendo el auto.

—Para un trabajo de Instituto. Ya te lo he repetido diez veces ¿Eres sordo o qué? —respondió poniéndose el cinturón de seguridad.

—No, pero me parece extraño que les asignen llevar pintura y no hacer un trabajo con pintura. —dijo enfatizando el 'con'.

Samantha se acomodó en el auto, puso su pequeña cartera entre sus delgadas piernas, dirigió su mirada hacia el frente y sin mirarlo le respondió molesta:

—El trabajo es en el instituto por lo cual sólo debo llevar la pintura y mejor ya deja de hacerme tantas preguntas si te molesta llevarme me puedes dejar aquí y yo me las arreglo llamando un Uber, me tienes harta con tus cuestionarios.

—Ya, no es para que te pusieras así. —rodó los ojos.

En el camino Dylan decidió cambiar de tema, se pusieron a hablar de sus gustos y disgustos aunque quien más hablaba era él, ella no quería hablar sólo quería llegar a una tienda a comprar la pintura. Después de unos minutos conduciendo Dylan se paró en una tienda y compraron la pintura, Samantha decidió comprarla verde, su color favorito y.... Excelente para su plan.

Después de comprar la pintura se dirigieron a la casa donde de entrada hallaron al padre de Samantha charlando con un chico el cual estaba de espaldas a ellos; el chico era alto con el pelo negro un poco desordenado, y una ropa muy formal. El padre de Samantha por su expresión estaba muy agusto charlando con el chico su padre miró por encima del hombro al chico y los vió en el auto al darse cuenta que eran ellos se sobresaltó, le dijo algunas palabras al chico, este dio media vuelta y los miró con las manos en los bolsillos, se sorprendió al verlos juntos, ya sabía que se conocían pero no creyó encontrarlos juntos.

—¡Ah! ¡Keihder! Me había olvidado que vendrías hoy. —dijo asombrado y a la vez apenado Dylan mientras estacionando el coche.

Samantha rodó los ojos, creía que ya se había liberado de ese chico y ahora llegaba a casa, sólo esperaba que no fuese a buscarla ni nada por el estilo porque si fuera así lo regañaría muy fuerte por lo que le hizo su novia. Sin decir nada se bajó del auto con la bolsa donde tenía la pintura, se dirigió hacia la gran entrada que se dirigía al jardín de la casa, sólo esperaba que su padre no la llamara y ese chico menos. Pero no fue así.

—Hola cariño. ¿Cómo te fue? —le preguntó su padre con dulzura parado al lado del chico.

Esta rodó los ojos. —Pues bien. ¿no ves? —respondió ésta sin molestarse en ocultar su disgusto alzando la bolsa enfrente de sus ojos.

—Oh. Mira, él es Keihder, el mejor amigo de Dylan. —dijo señalándole a Luke con los ojos—. Keihder ella es Samantha... Mi hija.




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