¿una Engreída Enamorada?

¿Es tu novia?

—¡Sami! Se nos va a ser tarde otra vez.

Gritó Dylan desde afuera de la habitación de Samantha poniéndose un suéter de rayas rojas y blancas, con el pantalón sin abrochar y los pies descalzos en el frío piso por la mañana.

—¡Que! No puedo llegar tarde, ¡No debo llegar tarde! —Gritó parándose de la cama sobresaltada.

Dylan soltó aire muy aliviado al oír los gritos de Samantha, esta vez no quería ser regañado y aunque tuviera que engañarla de esa forma todos los días y le peleara aún así estaba feliz. Terminando de ponerse el suéter de rayas, se fue con calma abrochándose el pantalón por la escalera que lo dirigía a la primera planta.

Ella por su lado se levantó rápido y cogió su toalla que estaba encima de un pequeño sillón que tenía en la habitación al lado de la cama, para matar las dudas y saber que tan tarde iba fue y le hecho un vistazo al celular el cual estaba encima de su cómoda cargando, al mirarlo abrió los ojos y gritó;

—¡Te mataré, Dylan! ¡¡Te mataré!!

Se sentó a una esquina de la cama y respiró profundo. Faltaba una hora y medía para que tocaran el timbre de entrada, al parecer Dylan no llegaría tarde otra vez. Ella sólo se rió de sí misma con mucho enojo y empezó a revisar sus mensajes, desde que llegó no había revisado mensajes ni nada por el estilo. Sólo tenía en mente los absurdos estudios que su madre la obligó a continuar, y claro, la sorpresa de Lauren.

Abrió la aplicación de mensajes de textos y vió que tenía muchos mensajes de sus amigas, chicos con los que habla y hasta algunos mensajes de sus ex novios. Entre miles de mensajes observó que un número desconocido le había mandado algunos mensajes, al irse a las llamadas tenía once llamadas pérdidas del mismo número. Al observar bien el número captó que era de allá así que pensó que eran de algunas de sus amigas, mejor dicho pensó que era de Isabel ya que ésta cambiaba su número de teléfono casi diario, siempre quería estar con lo último en tecnología. Muy emocionada abrió los mensajes y su sonrisa se borró al ver de quién eran los mensajes, los cuales decían:

"Tengo que hablar contigo. Soy Daisy, y no me preguntes cual Daisy porque sabes perfectamente quien soy."

"Lamento que te enteres de esto por vía mía, pero a pesar de todo no voy a dejar que le hagan esto a quien fue mi amiga por confiar en quien no debió. Y aunque no nos hablemos no permitiré que hagan esto enfrente de mí."

"Necesito hablar urgente contigo, no te hagas la loca y responde mis llamadas."

Ella se intrigó, pero a la vez esos dos mensajes les parecieron muy cursis. El primer mensaje se lo envió el día que había hablado con Isabel, el segundo se lo envió el mismo día a las cinco y treinta de la tarde y el tercero hace un día. El último mensaje era muy recientes y esa insistencia le daba la sensación de que lo que pasaba no era nada bueno. Ignorando que podía ser una broma o hasta que no podría ser Daisy, contestó el mensaje.

"¿Qué quieres? ¿Qué pasó? 😒"

Esperó unos minutos, luego alzó un poco la vista al celular y vio que llevaba esperando unos diez minutos así que apagó su celular y se entró a bañar.

Cuando terminó de bañarse fue y sacó de su cómoda unos jeans rosa, una blusa un poco larga con diamantes como decoración y unos zapatos altos de color azul marinos que le hacían juego con la blusa. Se maquilló, se puso sus prendas y agarró su bolso rosa junto con su celular para bajar a desayunar.

El desayuno estaba servido en la mesa del comedor, todos estaban allí desayunando sólo faltaba ella, sin nada más que decir que buenos días se sentó y desayunó junto a los demás.

Tenía muchas dudas de a qué se refería Daisy en esos extraños mensajes, ya que Daisy no le escribía y era lo más lógico porque ella la humillaba cada vez que tenía la oportunidad.

De camino al Instituto no pasó ni una palabra con Dylan, aún estaba enojada por lo que hizo pero su duda era mayor que su enojo, esos mensajes sin duda le causaron mucha intriga. Tenía la vista clavada en el frente mirando como avanzaba el auto, sin ninguna expresión facial y con los ojos entrecerrados y las manos cruzadas.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes bien?

Al oír la pregunta de su hermanastro relajó el rostro y tranquilizado su mirada sin deseos de hablar, sólo negó con la cabeza.

Dylan entendió que no quería hablarle así que no insistió en saber qué le pasaba. El viaje hacia el Instituto fue muy callado, se sentía un silencio incómodo pero después él rompió el silencio.

—Ya llegamos. —estaba parqueando el auto con una sonrisa ladeada—. Oye, siento haberte despertado así esta mañana.

Ésta sólo rodó los ojos y asintió con la cabeza, como que un solo "lo siento" iba arreglar todo. Sin decir una palabra más se bajó muy rápido del auto sosteniendo con mucho cuidado su bolso rosa. Él al salir del auto se guardó las llaves en el bolsillo delantero de su pantalón, y se acomodó su mochila en un sólo hombro. Los dos se dirigieron juntos hacia el gran césped verde donde habían muchos estudiantes; algunos estaban solos en una esquina mirando hacia la nada, otros en grupos riendo a carcajadas y algunos corriendo por todo el césped como niños de primaria. Lo típico en la secundaria.




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