—Estuviste muy bien allí. —la felicitó una vez más Keihder asombrado por el esfuerzo que hizo, ya que él sabía de antemano que ella ni trataba de hacer los trabajos cuando la conoció.
Samantha terminó de guardar todo y cerró su cartera.
—La belleza no me quita la inteligencia. —le dejó claro meneandose su pelo con una mano—. Nos vemos mañana, vendedor ambulante.
Y así fue su salida. Cuando en el pasillo se encontró con una de sus compañeras la que preguntó acerca de la contaminación radioactiva.
—Hey Samantha.
—Hey, chica que no conozco. —la saludó esta con la mirada en su móvil mientras caminaba.
La chica se paró enfrente de ella para que le prestara atención, lográndolo.
—Sé que tal vez Mar ya te dirá pero mira esto. —desbloqueó su celular y se lo pasó—. Lo posteó hace un rato.
Samantha guardó su móvil y agarró el de la chica sin quitarle la mirada de encima cuando volteó al móvil; era una publicación que había hecho Lauren hace unos veinte minutos atrás en donde se podía ver a tres niñas; una con un trofeo en el medio, otra al lado de segundo lugar y Lauren de tercer lugar. En la foto cubrió su cara con varias líneas para que no se notara mucho su cara y con flechas rojas apuntó varias veces a Samantha la cual para ese tiempo tenía una sonrisa nerviosa mostrando sus brackets de colores, con una cola. De descripción puso ''La cirugía cambia el físico, pero aún sigues siendo la misma fracasada. JAJAJAJA #TheRealTBT''
—Es que no sabe ni siquiera insultar. —murmuró cansada mientras revisaba los comentarios.
Los comentarios eran lo mismo; más insultos, nuevos apodos, dando ejemplos de celebridades que se operan, poniendo emojis de risa, en resumen estaban apoyándola, y era lo normal.
—Listo, ahora ve y dile a Lauren que lloré y casi me da un mini infarto. —le dijo pasándole el móvil.
La chica negó rápidamente cayendo en cuenta a qué se refería, y poniéndo la palma entre ella y el móvil. —No, no. Mira las etiquetas.
Samantha con una ceja alzada volteó su mirada hacia el móvil de nuevo para ver que sí, la había etiquetado pero también se lo etiquetó a la niña de la izquierda, la que había ganado en primer lugar. Al dar click en el nombre la llevó a la cuenta del móvil.
—Espera, ¿Lya?
—Nunca creí que fueras tú. En serio, ignorando las estupideces de Lauren sí que has cambiado bastante.
Samantha sonrió ante aquello, nunca creyó encontrarse con una compañera de la primaria, aunque si se encontró con la vibora de su bully era justo también verse con alguien menos perra.
—Y tú también, eras más flaca y mira ahora, chica. —dijo mirando de la imagen que subió Lauren a Lya.
La chica rió mientras la invitó a comer por algún lugar cerca para ponerse al día y claro que Samantha aceptó. Desde pequeña Lya la ayudaba en la clase ya que era la más inteligente de su salón, ambas fueron víctimas del bullying de Lauren hasta que se cansó de burlarse de Lya ya que desde pequeña Lya mostró una gran confianza en sí misma y mientras Lauren la trataba de humillar la que terminaba en ridículo era ella, gracias a lo bien que sabía utilizar las palabras. Desde pequeña Lya fue una niña muy flaca, y no por no comer ya que todos decían que tenía una nevera en su mochila porque siempre estaba comiendo en el salón.
Ambas fueron a una cafetería cercana del Instituto llamada ''La Filippo'' que según Lya era donde los estudiantes iban a comer después de la escuela y era verdad, desde que llegaron lo primero que vieron fueron a varios allí.
—¿Y cómo te ha ido en tu vida? No sé si sea muy entrometida, pero me da mucha curiosidad.
Samantha rió por lo bajo. Realmente le hacía feliz hablar con alguien con quien tuvo muy buena relación, pero tampoco quería meter por medio lo que consideraba malos momentos.
—Pues nada, cuando me fui de aquí todo mejoró, estaba en una escuela excelente, y viajaba todos los fines de semana con mis padres a grandes ciudades. En serio, ahora que lo pienso bien no me puedo quejar.
Ambas pidieron algo para tomar y beber.
—Pero, con una vida tan buena, ¿por qué volviste? —preguntó la chica con curiosidad.
—Cosas de la vida. Creo que preferí terminar la escuela aquí, pero cuéntame, ¿qué tal de tu vida? —preguntó restándole importancia y tratando de dejar de lado el tema de su vida.
La chica suspiró y de inmediato su sonrisa se apagó.
—Tal vez no te acuerdes, pero mi hermanito tenía problemas de salud y justo un año después que te fuiste se murió junto a eso mi madre cayó en una terrible depresión que duró por lo menos dos años... Ella... Ella se suicidó, no pudo con la muerte de Christian. —mientras decía esto, su rostro se tornaba rojo hasta que algunas lágrimas brotaban de sus ojos.
Samantha se quedó perpleja, realmente no sabía qué hacer o decir.
—Lo siento mucho. —dijo tratando de calmarla.
—Duele, ¿sabes? Apenas tenía cuatro años, y realmente no sé cuando se supera eso junto con lo de mi madre. Hago todo lo posible... Sólo hubiera querido ser yo... Mi madre fue egoísta, nos dejó solos en esto... —bajó la cabeza cubriéndose la cara con ambas manos mientras sus lágrimas brotaban entre sus dedos.
A Samantha se le partió el corazón en mil pedazos, ella no era buena para dar consolaciones, y lo sabía, así que se paró de su asiento. Al Lya levantar la cabeza esta sin decir nada la abrazó. Le dio unos de los pocos abrazos más genuinos que había dado en su vida, podía ser una perra, pero Lya era una de las pocas que le brindó su apoyo en todo momento, y era la única que merecía el suyo.
—Aquí está su orden. —llegó un chico con voz nerviosa por aquella rara situación.
El chico ponía las bebidas y las hamburguesas vegetarianas en la mesa mientras ignoraba la escena. Las chicas se apartaron, Samantha volvió a su lugar y Lya se limpiaba la cara cuando se dio cuenta de quién estaba allí.