Después de ese momento de felicidad con April, fui a mi apartamento y me puse el uniforme del trabajo. Tomé el bus hacia el bar.
—¡Hola Enrique, hola Ivan! —saludé—. ¿Listos para esta noche?
—A mi parecer será una noche calmada —hablé.
—Eso espero porque estoy muy cansado —intervino Iván—, ayudé a mi hermana con la mudanza y pasé toda la tarde bajando y subiendo cajas.
—Les prometo que si no tenemos mucha clientela cerraremos una hora antes y nos iremos a casa —mencionó Enrique.
Cruce mis dedos para que así fuera.
—Creo que hemos hablado muy pronto. —Señalé a la puerta. Una decena de chicos entraron por la puerta.
Nos colocamos en nuestro lugar y empezamos a atender a cada uno de ellos. Lo que pensamos sería una noche tranquila se convirtió en una de las más movidas.
—¡Ivonne! ¡Ivonne! Necesito que me hagas un favor —exclamó Iván—, tengo un cliente al final de la barra. Necesito que lo vigiles mientras busco un taxi para que se lo lleve.
—No me digas que es un BCC.
—Si un borracho casi en coma. Tiene dos horas que está aquí bebiendo sin parar y no quiero cargar con él cuando ya vayamos a cerrar.
—Tienes cinco minutos, también tengo clientes que atender.
Iván salió por la puerta trasera y yo me dirigí al final de la barra. Miré al tipo, tenía un traje elegante, llevaba puesto uno de los relojes más caros pero estaba borracho como cualquier vagabundo de la calle.
—¡Quiero dos margaritas por favor! —Una chica se acercó a la barra e hizo un pedido.
—Ya le sirvo. —Preparé las dos bebidas y se las alcance.
Ví hacia el borracho, quien ya no tenía su cara sobre la barra sino que estaba levantada y me miraba con enojo.
—Señor, ¿necesita algo? —Tomó mi muñeca con fuerza—. ¡Suélteme!
—Me dejaste para convertirte en una vulgar cabaretera.
—¿De qué está hablando?
—Dejaste a tus hijos ¿por esto? ¡Responde Ivette!
—Señor, me está confundiendo. —Su mano apretaba cada vez más mi muñeca. Recordé algunos de los trucos que mi amiga April me había enseñado.
Con mi otra mano piqué sus ojos. Él de inmediato me soltó.
—¡Enrique! —grité, al ver que el hombre se dirigía a mi otra vez. Mi amigo llegó, pero antes de que el tipo se acercara Ivan lo tomó por los brazos y los llevó atrás de su espalda.
—¡Suéltenme! Voy a llevarme a mi esposa.
—Aquí no hay ninguna esposa tuya. —gritó Ivan. Quien a empujones y con ayuda de otros hombres sacaron aquel borracho del bar.
Froté mi muñeca. Aún sentía dolor por el paretón de ese imbécil.
—¿Estás bien? —preguntó Enrique.
—Si, un poco confundida pero estoy bien.
—Nunca falta el borracho que tiene alucinaciones.
No había duda que el alcohol podía convertir hasta el más pulcro hombre en un animal callejero. Después de ese incidente con el idiota borracho, sguimos trabajando con los chicos hasta las dos de la mañana.
Limpiamos y como todas las noches Enrique me llevó hasta mi apartamento.
Me quité la ropa y ni siquiera me puse un pijama. Me lancé a la cama y me tapé con la única sábana que tenía al alcance. Estaba muy cansada, había sido una noche con mucha gente en el bar y el incidente con aquel borracho me desconcertó. No es que no hubiera tratado con alguno, pero nadie me había confundido con su esposa.
Cerré mis ojos y traté de olvidar dicho incidente. Mañana sería otro día.
(...)
—Muchas gracias hermosa. Tienes unas manos mágicas ¿Lo sabías? —habló un tipo que coqueteaba conmigo.
—Lo sé muy bien, pero no has probado una de mis mejores mezclas. Tiene un precio elevado pero…
—No me importa el precio, sírveme uno pero con una condición que aceptaras tener una cita conmigo.
Sonreí ante su propuesta. —Entonces que sean dos tragos. —No pensaba ir con el tipo, ni loca pensaba hacerlo pero era un cliente y si a veces había que seguirles la corriente para que siguieran tomando.
Le serví cuatro tragos más, mientras que él me seguía hablando sobre lo que haríamos en nuestra supuesta cita.
—Pensé que te mantenías muy ocupada y por eso no aceptas mis invitaciones, pero ya veo que es solo conmigo. —mencionó Ivan.
—Tú no eres el problema Ivan, además no tengo porqué darte explicaciones de mi vida.
Me giré para preparar un par de Daiquiris.
Lo que me hacía falta era que un hombre con quien ni siquiera tenía nada, me iniciara una escena de celos.
Terminé de preparar los tragos y me volteé para entregarlos. Los dos vasos cayeron al suelo ya que me llevé una gran impresión. El borracho de la noche anterior estaba de nuevo en el bar.
Llamé la atención de todos en la barra incluyendo al imbécil borracho.
—Ivonne ¿qué sucede? —preguntó Enrique. Hice un gesto con la cabeza y él miró hacia el tipo—. No te preocupes, ya ordeno que lo saquen.
Limpié el desastre que había hecho y volví hacer los tragos.
—¿Qué les sucede? No estoy haciendo daño a nadie. —Ví que Enrique e Ivan intentaban sacar al tipo.
—El día de ayer te pusiste muy agresivo, no dejaremos que suceda de nuevo —exclamó Enrique.
—No haré nada, se los juro solo vine por un trago. —El tipo se soltó y se sentó de nuevo.
—No queremos problemas señor ni con los clientes mucho menos con nuestros empleados.
—Ya se los dije solo vine por un trago ¿Alguien me lo puede servir?
—Yo los atiendo chicos —me ofrecí. Enrique me dio una mirada reprobadora, pero no le tenía miedo a nadie, el tipo estaba en sus cinco sentidos y si lo intentaba Enrique e Ivan se iban a encargar de él.
Esta noche estaba distinto, su camisa y su traje arreglado, bien peinado y con olor a colonia muy varonil. El tipo no era feo si se arreglaba y dejaba el alcohol a un lado.
—Gracias, al fin alguien es amable en este lugar.