Alexander buscó con la mirada a su primo, no lo encontró por ningún lado y lo que más le preocupaba, era que se estuviera metiendo en más líos. En sus manos estaba el documento que firmó, el cual avala que se casó con Dahiana y que no había manera de que se alejara, ya que se quedarían sin nada.
— ¡Bahir! —golpeó la puerta con fuerza—. ¡Sé que estás ahí! ¡Abre la puerta! —le dio una putada—. ¡Tienes que explicarme muchas cosas!
— Nos tiene que explicar —dijo Dahiana, apareciendo en el pasillo—. Él tiene que sacarnos de este lío, no podemos estar casados. No te soporto.
— El odio es mutuo, mocosa impertinente —bufó y miró hacia todos lados al seguir sin recibir respuesta de su primo—. Respeta a tus mayores.
— Mayor mi… —hizo silencio cuando se escuchó un sonido extraño y vio que la cerradura de la habitación se rompió—. ¿Cómo hiciste eso?
— Te sorprenderías todas las cosas que puedo hacer con mis manos —respondió, chasqueando la lengua.
Alexander entró a la habitación y sus cejas se alzaron al ver que su primo estaba saliendo del baño, que en la cama se encontraba la mejor amiga de Dahiana y que por suerte tenía la ropa puesta.
— ¿Usaste tus dones para romper mi puerta? —preguntó Bahir, secando su cabello con una toalla—. ¿Qué estás haciendo aquí?
— ¿No me escuchaste cuando te llamé? Tengo un buen rato tratando de dar contigo.
— No es mi problema —dijo Bahir, y luego se detuvo en seco—. ¿Les gustaron mis regalos?
— ¿Tus regalos? —Alexander levantó a su primo del piso sin ni siquiera tocarlo, llamando la atención de Dahiana—. ¿Tienes idea de lo que has hecho?
— ¿Qué demonios eres? —preguntó Dahiana, sorprendida—. ¿Cómo es que puedes hacer eso sin tocarlo?
— Es mitad lobo y brujo… —tosió Bahir—. Es porque ambos se necesitan…
— ¿Qué quieres decir con eso?
— Tú necesitas a alguien que se quede a tu lado siempre y cuando cumpla el papel de esposa, sabes que los tiempos han cambiado —dijo Bahir, luego de que Alexander lo dejó en el piso—. Posiblemente, ahora mismo quieran matarme, pero les aseguro que hice todo eso por un bien común. En un futuro, puede ser que necesites de un estatus alto para poder mantener al niño que tienes.
— Tampoco tenías por qué casarlos, Bahir —dijo Jolanis, desde la cama—. Debiste consultárselo primero.
— Las discusiones de estos dos en la empresa dan dolor de cabeza —Bahir se sentó en una orilla de la cama—. Vean esto como un negocio, pueden separarse cuando encuentren a sus almas gemelas, ahí lo dice…
— Mi alma gemela se casó con otra —lo interrumpió Dahiana con brusquedad—, que no se te olvide que soy una humana; no una loba.
— La mía no sé dónde está aún —dijo Alexander, pasándose una mano por el cabello—. Llamaré al tío Mark, él sabrá cómo…
— No llames a mi papá, déjalo estar con mi mamá —tomó su brazo—. No pierden nada con intentar llevarse bien durante un tiempo, además, no puede divorciarse por más que quieran…
— ¿Razón? —preguntó Dahiana.
— Si yo decido divorciarme de ti, me quedo sin nada, pero su tú te divorcias de mí pasa igual —tomó a su primo del cuello—. Se supone que eres mi mejor amigo, mi hermano y me haces esto. No sé en qué estabas pensando, Bahir.
— Solo era una broma…
— Con cosas como esas no se juegan, un matrimonio al igual que un hijo es una cosa seria, tienes que aprender a no hacer ese tipo de cosas en el futuro, porque lo único que estás logrando en estos momentos en que ambos te lancen por la ventana —dijo Jolanis, bajando de la cama—. No tenía idea de nada, y por lo poco que vi, mi nombre está en ese papel. Lo siento.
— No es tu culpa… —Alexander la vio con el ceño fruncido—. ¿Te golpeó?
— ¿Qué?
— Que si mi primo te golpeó —apuntó hacia su cuerpo, dejando a su primo de lado—. Se ven como marcas de golpes…
— Se las hizo exnovio mafioso —dijo Dahiana, chasqueando la lengua—. Tal vez lo encontremos en su casa cuando lleguemos a Berlín, con eso de que cada vez que quiere usarla como un saco de boxeo…
— Eso no es cierto, no cambies el tema —le apuntó su amiga—. Mejor me voy a mi habitación, tengo cosas que hacer…
— ¿Tuviste sexo con él…? —la voz de Dahiana se perdió cuando se fue detrás de su amiga.
— Me metes en unos líos, Bahir —se agarró la cabeza—. ¿Cómo les diré a mis padres que estoy casado con la hija de la señora de la cafetería?
— No tienes por qué decirles nada —masculló su primo, haciendo un sonido con su boca—. No es obligatorio que le cuentes todo a tus padres.
— Mi papá se dará cuenta cuando revise los registros de la empresa que me dejó, mirará que estoy casado y que todo se debe a lo que has hecho sin preguntarme —le apuntó con el dedo—. ¡Esa chica me odia sin razón!
— Para tener más de treinta años en estos momentos te comportas como un niño —masculló su primo—. No hay marcha atrás, lo hice por el bien de ambos. En cuanto les digas a los inversionistas que te has casado con una hermosa mujer y que ella le diga a un juez que está casada con el primo del presidente de este país, las cosas van a cambiar.
— Dices tantas estupideces que a veces me pregunto si somos familia…
— De ese modo le dice mi tu papá al mío, y son uña y mugre —le sacó la lengua—. No te pongas en ese plan de querer matarme ahora, ve esto por el lado bueno, al fin estarás bien, tranquilo, sin nadie que te moleste.
— Has perdido la cabeza completamente, no tiene sentido nada de lo que me estás diciendo realmente.
No esperó una respuesta por parte de su primo, salió de la habitación y le indicó a alguien que fuera arreglar el cerrojo de la puerta. Durante horas, se mantuvo en una área apartada, hasta que vio a Dahiana bajar con la misma chica de antes. La conocía desde hace muchos años, porque en sí, esa humana siempre era la clase de persona que llamaba mucho la atención y más porque su novio la dejó por otra con más dinero. Eran almas gemelas, muy pocas veces se veía a una humana con un lobo, solo que ellos fueron la excepción.