Una esposa para el alfa

3. Hueles a mi mamá.

Alexander no se atrevía a conversar con sus padres acerca de lo que le hizo su primo Bahir. Hasta vergüenza le daba que ellos vieran que no servía para nada, que se dejó engañar por él y ni hablar de decirles que hasta marcó a una chica en un momento de debilidad. 

Después de eso, habían pasado varios días y tenía el corazón en la boca…

— Alexander —su madre golpeó ambas manos contra el escritorio, llamando su atención—. ¿En qué estás pensando?

— En nada, mamá —comentó, haciendo una mueca—. ¿Cómo estás?

— Redonda y con ganas de comer chocolate —sonrió Rebecca—. Te noto diferente, ya no me llamas y desde que regresaste de ese viaje, todos aquí dicen que quieres matar a tu primo.

— Es que Bahir me saca de todos mis límites, él busca que lo lance desde la ventana más cercana —se levantó del asiento, mirando a su madre—. Te ves tan bonita embarazada.

— Es porque ahora soy una milenaria y tu padre tiene la loca idea de que es bueno tener muchos hijos —su madre tomó asiento en uno de los sofás cercanos a la ventana—. Antes, era divertido ir a trabajar, ahora es imposible moverme.

— ¿Por qué no tuvieron más bebés antes? ¿Por qué esperar más de treinta años para esto? —preguntó, colocándose a su lado.

— No te gustará la respuesta, porque está involucrado tu padre, Mark y tus abuelos —dijo ella, tomándolo por las mejillas—. Ya eres todo un hombre, dueño de esta empresa y me siento tan orgullosa de ti.

— Estás cambiando de tema, me molesta.

— ¿Eso a mí qué me importa? 

— Sigues comportándote como una niña, mamá —quitó sus manos—. Por algo eres hermana del tío Mark.

— Es que tu tío Mark tampoco es que haya sido una blanca paloma —suspiró ella, mirando el paisaje—. Tu padre sabe que tienes una novia, quiere que vayas con ella.

— ¿Novia?

— Sí, Bahir nos dijo que es la hija de la señora de la cafetería, que es muy bonita —eso no le agradó para nada a Alexander—. Llévala, no importa cómo se lleven, sabes que te amo y también a tu hermana.

— Mi hermana anda por ahí molestando a Yuri y escapando de Dylan —bromeó el alfa, con una pequeña sonrisa—. Supongo que tengo que ir a como dé lugar a cumplir con mi función de buen hijo. Necesito unas vacaciones.

— Bien —Rebecca se alejó de él—. Tengo que irme, solo vine de pasada, no mates a tu primo.

Bufó en cuanto su madre salió de la oficina, se sentía fatal por todo. 

En esos días, hasta parecía estar huyendo de la humana que marcó, no era un cobarde, eso jamás. Tenía miedo de todo lo que sucedía, y más si ella… frunció el ceño cuando una pequeña figura se coló en su oficina. Había visto a ese niño…

— ¿Mi mamá? —preguntó Owen, desde la puerta—. ¿En dónde está mi mamá?

— ¿Qué? —Hubo un silencio durante unos segundos—. ¿Tu madre es Dahiana? —preguntó acercándose a él—. ¿Cómo llegaste hasta aquí? ¿Quién te trajo?

— El elevador, señor —Owen, entró a la oficina, y cerró la puerta detrás de él—. Hueles a mi mamá, me gusta.

— Eres un alfa extraño, tus sentidos están desarrollados, mucho más rápidos que los otros niños —se agachó a la altura del pequeño alfa—. Dahiana debe estar en su cubículo haciendo su trabajo —lo cargó sin mucho esfuerzo—. Vamos por tu madre.

Owen lo abrazó por los hombros, y se acomodó en sus brazos, para tener solamente cinco años, era un niño demasiado inteligente, que sabía bien lo que quería y sin lugar a dudas como ganarse a la gente. Por lo poco que sabía, su padre se fue con otra mujer, dejándolo con la humana, cómo si no existiera.

Sus empleados se le quedaron viendo, es que el presidente de una empresa no podía estar con un niño en brazos, mucho menos estar tomándose tantas atribuciones a tal punto de que parecían padre e hijo.

— ¿Han visto a Dahiana? —preguntó hacia un grupo de empleados.

— Ella está en el área de las copias, señor Klein —dijo Jolanis, sonriendo hacia Owen—. ¿Cómo te le escapaste a tu abuela?

— Quería ver a mi mamá —murmuró Owen, tímido, y más porque todas esas personas los estaban mirando—. Ya no quiero que me miren.

— Bien, no miren a mi sobrino…

— Jolanis —dijo Bahir, entrando al área—. Necesito que vengas un momento, por favor.

— Es mi hora de trabajo, tengo que tomar unas fotos y…

— Que vengas, joder —Bahir, la tomó del brazo, sacándola de ahí.

Alexander ladeó la cabeza, esos dos tenían una relación extraña. 

Fue en busca de la humana, sin bajar al pequeño alfa que estaba todavía en sus brazos, y estudiando todo a su alrededor.

— ¡Mamá! —gritó removiéndose en los brazos de Alexander, para que lo bajara—. ¡Te extrañé!

— También te extrañé, mi amor —Dahiana sonrió hacia Owen, y luego dejó los documentos en una mesa—. ¿Cómo llegaste hasta aquí?

— Preguntando a la abuela —sonrió el pequeño—. Llegué porque huelen igual los dos, y me gusta.

— Siento que hayas tenido que traerlo, parece ser que mi madre debe prestarle más atención Owen, porque no es la primera vez que se le escapa —mordió su labio, dejando salir un largo suspiro—. ¿Te hizo algo de camino hasta aquí? ¿Te molestó?

— Para nada, fue bueno tenerlo por unos minutos —metió las manos en sus bolsillos—. ¿Por qué no estás en tu puesto de trabajo?

— Me pediste que sacara unas copias y como está de vacaciones tu secretaria, me toca todo el trabajo a mí —Dahiana besó la mejilla del pequeño—. ¿Verdad que eres una costa bien hecha? ¿Verdad que eres mi bebé hermoso?

— Sí.

— Se nota que tienen un lazo muy fuerte —comentó, ladeando la cabeza un momento—. Supongo que ambos deben estar bien, sin ningún problema, ¿cierto?

— Sí, pronto iniciará la escuela y eso me tiene tranquila —comentó la humana, pasándole los documentos—. Supongo que tengo permiso de ir a llevarlo de regreso con mi madre. No tardaré mucho.

— Claro.

Alexander dejó que ella se marchara con el niño, una sensación extraña se instaló en su pecho, porque ella con ese niño era otra persona. Frunció el ceño al percatarse de que estaba usando una bufanda para tapar la marca en su cuello. 




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