Una esposa para el alfa

4. Un pequeño infiltrado.

Dahiana se pasó una mano por el rostro cuando vio que Owen salía otra vez del elevador, también, que estaba de camino a la oficina de Alexander, colocándose de putas para abrir la puerta y entrar cómo dueño por su casa. 

No pasaron ni diez minutos desde que lo dejó con su madre, la pobre mujer estaba repleta de empleados buscando qué comer y no podía hacerse cargo del pequeño alfa. Al paso de unos minutos, se dio por vencida y continuó con su trabajo.

Owen sabía cómo ganarse a las personas, cómo mostrarse feliz y contento con todos ellos y ni hablar de que le iba a quitar eso. Le daba pesar y miedo que alguien quisiera quitárselo cuando supieran que no era su hijo de sangre, que su padre le quitó su apellido y que no había registros de él en ningún lado. 

Un flash le hizo volver a la realidad sin darse cuenta.

— ¿Qué tanto miras a la puerta del jefe? —preguntó Jolanis, bajando la cámara—. ¿Acontece algo?

— Hace como diez minutos dejé a mi hijo en la cafetería y él se mete en el elevador, entra a la oficina de Alexander y no han salido —se encogió de hombros, ladeando la cabeza—. ¿Crees que termine por matarlo?

— Alexander no es una mala persona, te aseguro que pueden llevarse bien durante el tiempo que dura el matrimonio —la omega se sentó a su lado—. He escuchado rumores de que posiblemente vayan de viaje en las próximas fiestas del país.

— Owen iniciará la escuela pronto, tengo que comprarle tantas cosas que el dinero que gano no me alcanza para nada.

— ¿Es que te mandó Bahir para convencerme de que debo aceptar ese dichoso trato? ¿No te das cuenta de que cuando miro a ese hombre lo único que quiero es lánzalo por la ventana más cercana?

— Vamos, ¿al menos viste todo el dinero que vas a ganar? —ella se quedó en silencio—. Piénsalo bien, antes de decir que no quieres nada que ver con Alexander. No puedes quedarte imaginando que Jonathan regresará a buscarte, te dejó, quitó su apellido del registro y ahora eres la madre de Owen, te pese o te duela.

Jolanis tenía razón en eso que decía, tenía que poner sus ideas claras y creer en el futuro de Owen. Con una enorme excusa, tomó unos documentos para que Alexander los firmara y ver si su hijo se encontraba en buenas manos. 

Tocó la puerta dos veces, y al no recibir respuesta entró de inmediato.

Grata fue su sorpresa al ver que Owen estaba sobre el regazo de Alexander, durmiendo mientras que este se encontraba hablando con alguien por videollamada. 

Dejó los documentos con mucho cuidado, se dio la vuelta y salió sin hacer ruido. Con las piernas débiles, se dejó caer en la silla, dejando salir un grito que tuvo que taparse la boca para que nadie la escuchara. 

— Bien, admito que se ven bonitos.

Durante las próximas horas, ella se mantuvo haciendo su trabajo, hasta que fue la hora de salida y tenía que irse a casa. Su madre la había contactado que Owen se le escapó y ella le dijo que se encontraba con ella.

— Dahiana —la llamó Alexander, saliendo de la oficina—. ¿Por qué no te has ido a tu casa?

— Estaba esperando que salieras con mi hijo —se levantó de su asiento—. Lamento que te haya dado problemas, todavía no sé cómo es que pudo venir hasta aquí por si solo.

— Se despertó hace un momento, tiene hambre —el alfa fue apagando las luces—. Vamos, tu madre de seguro se marchó…

— No tienes que hacer esto, recuerda que no tenemos nada que ver el uno con el otro y que te estés comportando como un buen hombre me da la sensación de que algo va mal.

— El odio es mutuo, pero Bahir me dijo que siempre tomas el autobús, esta vez los llevaré a su casa —el alfa caminó hacia el elevador—. Owen me dijo que le gusta estar conmigo supuestamente porque tengo un buen olor y tú hueles a mí.

— Lo dijo más por la marca, tampoco es para que te creas la gran cosa —susurró ella, con las mejillas sonrojadas—. Vi que nuestro contrato es de un año, nos vamos a matar antes de ese plazo, es lo que presiento.

— No leíste bien —él presionó el botón del elevador—. Si en un año no estamos llevándonos bien, tenemos que llegar a un acuerdo monetario en el que la parte que no dio su brazo a torcer tendrá que pagar más de veinte millones de euros…

— Voy a matar a Bahir…

— ¿A mí? —ambos se dieron la vuelta para mirar al único causante de todas sus desgracias—. ¿Y yo qué hice?

— ¿Qué hiciste? —ella presionó el botón del elevador para que no cerraran las puertas—. Ven, tenemos que hablar.

— Por tu tono hostil, presiento que me van a matar y yo quiero seguir viviendo —Bahir entró al elevador—. Mi sobrino está durmiendo, tienen que hacer silencio.

— Ven, lo has tenido en brazos desde que se coló en tu oficina —dijo dándole un golpe en el pie, y él entendió de inmediato—. ¿Verdad que eres la cosita de mamá?

— Jesús —dijo Bahir, cuando Alexander se acercó a él con deseos de matarlo—. Escucha, eres mi mejor amigo, mi alma gemela, no puedes matarme. ¿Qué les dirás a tus padres?

— Qué te maté con mis propias manos por casarme con una humana que ya tiene a su alma gemela —lo tomó por el cuello de la camisa—. Esto es tu culpa, no tienes idea del lío en el que nos has metido, y para el colmo, te haces el inocente como si nada. ¿En qué mierda estás pensando realmente? ¿Todo bien contigo?

— Ya sus discusiones nos tenían a todos hartos —Bahir no hizo ningún intento de querer alejarlo—. A decir verdad, lamento decirte que tienes que cumplir con todo lo que dice ese papel, al igual que Dahiana —la miró—. Vean esto como algo bueno, ya se los he dicho. Owen necesita de ustedes, lo que gana tu madre no es mucho dinero, tampoco lo que tú ganas.

— Desde que nos conocemos, no podemos ni vernos y los humanos con los lobos no van en la misma página —bramó la chica—. En verdad te consideraba mi mejor amigo, mi todo, pero con lo que has hecho, no sé qué pensar de ti.




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