Una esposa para el alfa

8. Jolanis está en peligro.

Dahiana le dio un beso a su pequeño Owen, el cual se mostró triste, pero le prometió que regresaría lo antes posible para arreglar sus pendientes. Tenía que convencer al loco de Alexander de qué tenían que usar todos los medios para quedarse con él antes de que Jonathan diera el primer paso.

— ¿No me vas a abandonar como lo hizo mi papá? —preguntó el pequeño alfa en un susurro triste—. La abuela dijo que ibas a regresar pronto…

— Sí, iré con el sujeto que me espera allí —apuntó a un impaciente alfa—. Hazle caso a la abuela, ella puede ayudarte en todo lo que necesites. ¿Estamos?

— Sí, mami. La abuela es la que manda —el pequeño alfa jugó con sus dedos—. ¿Pudo hablar con el señor antes de que se vayan?

— Por supuesto, cariño —dijo ella, con el ceño fruncido—. Alexander, ven un momento.

— ¿Pasó algo? ¿Está todo bien por aquí?

— El tío Bahir me dijo que eres el esposo de mi mamá, ¿por qué no viven juntos? ¿Tampoco la quieres como mi papá?

— Cariño…

— Ella es mi esposa, y si la quiero —dijo Alexander, antes de que ella pudiera continuar—. No soy igual que tu padre, soy mejor que él y la voy a cuidar mucho.

— Yo… —Owen hizo silencio durante unos segundos, se notaba nervioso—. ¿Entonces puedes ser mi papá? 

— Cariño —la madre de Dahiana salió de la casa apenada—. Lo lamento, mi miento es un poco…

— No me incomoda, descuide.

Dahiana se despidió de su madre y luego fueron hacia el auto del alfa.

— Ven aquí —le ordenó Dahiana al alfa—. Ni para ponerte bien algo sirves.

— Soy mayor que tú, tenme un poco de respeto, mujer.

— Sí, eso no pasará nunca.

Dahiana le arregló la polera antes de que comenzara a conducir nuevamente. Él tenía el collar, la pulsera y el anillo adornado su cuerpo y ella por igual. Todos pensarían que eran esa pareja de adolescentes enamorados; no obstante, no podían ni verse las caras sin estarse peleando. 

Ya un avión los estaba esperando, vio que había muchas personas ahí, familia y deseó que Bahir hubiera invitado a su mejor amiga.

Alexander se dio a la tarea de llevarla hasta uno de los asientos apartados de todos y el viaje fue en completo silencio entre ambos. 

En cuanto llegaron a su destino, ella siguió sintiéndose fuera de lugar, todos eran personas con mucho dinero… Vio a Kiara alejarse de su pareja y acercarse a su padre, mostrándole una sonrisa burlona que ella supo que traería muchos problemas.

— Alexander, tu hermana hará algo, detenla —llamó la atención de alfa, pero fue muy tarde.

— Hola, tío —dijo Kiara y luego le sonrió a su tío de una forma que no le agradó para nada—. ¿Ya viste lo que le hizo tu hijo a mi hermano?

— ¿Qué hizo Bahir ahora? —su tío Mark frunció el ceño y dirigió su mirada hacia dónde se encontraba su hijo.

— Bueno, ¿es qué no sabes lo qué hace el hijo de satanás, cuándo no estás presente? —se burló Kiara—. Hizo que mi hermano se casara con alguien a qué detesta y…

— ¿Qué hizo qué cosa? —Mark se levantó de golpe—. ¡Bahir! —su hijo lo miró asustado—. ¡¿Qué demonios has hecho ahora?!

Bueno, eso fue divertido, no lo vio tan mal después de todo.

— Fue una broma —dijo Bahir pasando saliva en seco y alejándose lo más que pudo—. Es qué Alexander…

— ¡Yo en ningún momento te dije que quería una esposa! —Alexander gritó desde la distancia, y Dahiana lo vio con incredulidad—. ¡Mira a ver qué harás para remediar lo qué has hecho!

— ¡Es qué no puedo! —gritó Bahir asustado, y Marco, el padre de Alexander, ya ni entendía nada—. Lo qué firmaron fue una sentencia de muerte.

— Dios, ¿por qué hiciste a mi hijo de ese modo? —preguntó Mark para sí mismo—. ¡Ven aquí ahora mismo!

— ¡Papá, no me mates!

— ¿Qué está pasando? —preguntó Rebecca sentándose con algo de dificultad—. ¿Cómo es eso de qué Alexander se casó? ¿A quién le pidió permiso?

— No nos casamos —se metió en la conversación familiar que parecía ser más algo fuera de lugar—. Su sobrino Bahir nos casó.

— ¿Quién eres? —le preguntó Marco, haciéndose el que no sabía.

— Dahiana, la esposa de tu hijo —dijo respondió la humana encogiéndose de hombros—. ¿Qué me ves? ¿Verdad que soy hermosa?

— No seas patética —dijo Alexander apretando el puente de su nariz y sentándose junto a su madre—. Ni sé por qué te traje.

— ¿Se te olvida que tenemos que ser uña y mugre por culpa de tu primo? ¿Me ves con cara de qué quiero estar contigo, baboso?

— Soy mayor que tú…

— ¿Me importa? —Dahiana cruzó los brazos en su pecho y lo miró de arriba hacia abajo—. Señora, su hijo me odia a tal grado que ha intentado matarme en más de una ocasión —la omega miró a Rebecca—. Le sugiero que lo mantenga alejado de mí o me quedaré con todo su dinero…

— Ven conmigo —dijo Alexander tomándola del brazo para llevarla a otro lado.

— Tampoco es que como que tengas que tratarme cómo si fuera una animal del monte —se soltó de su agarre—. Dije la verdad, estamos aquí por mero compromiso, incluso tenemos que dormir juntos en la misma cama, así que te pido que tengas un poco de respeto hacia mi persona de ahora en adelante.

— Escúchame bien, porque no lo voy a repetir nuevamente —Alexander se notaba enojado—. Eres una humana, que fue marcada por mí un alfa milenario y que por algún motivo no te convertiste en una loba…

— ¿Quieres saber por qué no soy una loba? —lo encaró—. Tendrás que investigarlo por ti mismo, ya que para eso eres muy bueno, anciano de mierda.

Se dio la vuelta y fue rumbo al hotel. Consideró que esa familia estaba loca, que ella no podía quedarse más tiempo ahí, pero no tenía otra alternativa. 

Jugó con el anillo en su dedo, estaba segura de que iba a clavarle un puñal en el cuello a ese alfa. Marcó el número de su mejor amiga, la cual respondió después de un tercer llamado.

¿Hola?




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