Una esposa para el alfa

14. Mi nuevo papá.

Al día siguiente, el camino de regreso a la ciudad fue una de las cosas más absurdas de todas. Ya que, Dahiana no se despegó de Jolanis en ningún momento, y él tuvo que sentarse con su primo Bahir a regañadientes. Fueron unas mini vacaciones muy buenas, cosas como esas no se veían siempre y pudo llevar la fiesta en paz con esa humana que le ponía los pelos de punta.

— ¿Ya te llevas bien con Dahiana? —preguntó Bahir, rompiendo el silencio que había entre ellos—. Digo, con eso de qué los dos pasaron horas y horas juntos, viendo las olas chocar contra las rocas…

 — No seas cochino —Alexander le dio un golpe en el brazo—. Nos estamos llevando bien, en lo que cabe, pero ella sigue teniendo miedo de que algo malo suceda con Owen —bufó—. Ese sujeto no me cae bien, ¿cómo es posible que un padre sea tan cruel hasta con su propio hijo?

— Es cosa de la vida, no podemos hacer nada más que ver desde lejos o ayudarlos en lo que se pueda —Bahir se agachó para buscar su tablet—. Esto es lo que me envió Kang, todo parece indicar que su nueva esposa no puede o no quiere tener hijos —le pasó el dispositivo—. Necesitan a Owen para cobrar la herencia, en el papel estipula que el primer heredero varón es que se llevará la fortuna.

— Pero no es su hijo de sangre.

— El dinero hace muchas cosas, pueden decir que es su hijo, falsificar pruebas de ADN, decir que Owen estuvo con Dahiana porque ella lo secuestró o un montón de cosas más —dijo su primo, con voz penosa—. Nadie se salva, nadie puede decir nada y lo peor de todo es que la única que saldría perdiendo es Dahiana, ella ya le tomó mucho cariño.

— ¿Algún punto débil?

— Esa familia tiene mucho poder, hasta negocios tenemos con nosotros tienen —le mostró las estadísticas—. Tu padre firmó esos tratos antes de darte la empresa, son socios importantes y por el momento no podemos perderlos.

— Esto es complicado, los planes que tenía para Owen y Dahiana se vuelven cada vez nulos —chistó—. Supongo que tendré que darle mi apellido a Owen lo antes posible —le pasó la tablet otra vez—. Busca algún registro que haga todo rápido, si hay que pagarle más de la cuenta lo haces.

— ¿Y por qué me pides eso a mí?

— Porque tú tienes contactos en el marcado negro, ¿o me vas a negar qué no estás metido en la mafia?

— Tienes un padrastro con un pasado oscuro y te persigue por el resto de tus días —dijo Bahir, para sí mismo.

Alexander dejó que él hiciera su trabajo, y vio de reojo a toda su familia estar en sus mundos, hasta que su mirada fue a parar a la mujer que se convirtió en su esposa por cosas erróneas de su primo Bahir. Ni su hermano menor, Naim, se atrevía a tanto. 

Tampoco es que fuera una mala idea estar casado con Dahiana, ambos se entendían bien y…

Durante horas, trató de dormir, hasta que su cuerpo y mente no dio para más y dio por terminado todo. 

— Bahir, vete a sentar con Jolanis —le ordenó Dahiana, llegando de repente—. Tengo que hablar con mi esposo.

— Claro, lo que mi cuñada dicte.

Alexander, en lugar de seguir a su primo con la mirada, fijó mejor su vista en la mujer que tomó la osadía de sentarse a su lado como si nada. El anillo, la pulsera, el collar y los aretes que adornaban su cuerpo no se veían muy bien en ella, demasiado para su propio gusto.

— ¿Por qué me miras tanto? ¿Verdad que soy hermosa y te gusto?

— Ya vas a comenzar con tus cosas —susurró el alfa—. Recuerda que soy mayor que tú.

— Dejaste de tener poder en cuanto firmamos esos papeles de matrimonio, esposo —Dahiana pellizcó su mejilla sin mucho cuidado—. La verdad es que si no fueras tan gruñón, diría que eres guapo, pero pasas mucho tiempo enojado y me molesta.

— Lo que te molesta es que sabes que tengo razón en todo y que tú te comportas como una niña —quitó la mano de su rostro—. ¿Por qué te sentaste conmigo?

— Porque quiero pasar tiempo contigo —la humana hizo un puchero, adorable—. Tampoco te creas la gran cosa, es que quiero pedirte un pequeño favor.

— ¿De qué se trata ese favor?

— ¿Puedes subirme el sueldo?

Alexander miró hacia el techo del avión y contó hasta diez, mentalmente, esa mujer sacaba lo peor de él en cuestión de segundos. Porque como era posible que ella hiciera ese tipo de cosas tan a la ligera. Suspiró cansado, debía tomarse todo con calma o de lo contrario terminaría matándola.

— ¿Por qué quieres que te suba el sueldo? ¿Qué quieres comprar?

— Quiero comprarme muchos vestidos —ella se acercó un poco más a él—. Eres un esposo tacaño, me molestas.

— Deja de decir que te molesto, maldita bruja —siseó, un poco enojado, y luego suavizó el rostro al darse cuenta de que ella solo estaba tomándole el pelo—. Caí otra vez.

— Sí, es que contigo es tan fácil buscar el punto del enojo —quitó el brazo del asiento que los dividía y se acercó más a él—. Tú no eres aburrido, solo que un poco molesto, pero supongo que se debe a que te estás poniendo viejo.

— ¿No te molesta que seamos almas destinadas ahora?

— Sí, porque hay cosas que todavía no entiendo del todo —confesó, un poco mal—. Como por ejemplo, eso de ser almas destinadas, que los dos no podamos estar con otras personas. Tu madre me dijo que tienes el don de hablar con tu lobo siempre que quieras, algo que me parece sumamente genial.

— Algunas veces no es tan genial como crees —rodeó el cuerpo de Dahiana con su brazo, no sin antes colocarle el cinturón de seguridad—. Mi mamá odia esa parte de ella, porque según sus palabras, detesta ser una bruja.

— Tú eres un brujo, vi cómo levantaste al pobre de Bahir en el aire y casi lo matas.

— Solo fue para asustarlo, no soy una persona tan cruel como para matar a mi propio primo —suspiró—. Estamos a punto de aterrizar, y en cuanto lleguemos, tengo algo que mostrarte y decirte.

— Bien. 

Dahiana terminó por dormirse después de unos minutos, faltaba a lo mucho, media hora o tal vez una hora para que el avión aterrice. Pasar tiempo con su familia era bueno, solo bueno. Porque todos querrían saber la vida personal del otro. 




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