Una esposa para el alfa

18. Una comida con el suegro.

Dahiana tomó uno de los pañuelos sin poder evitarlo, estaba llorando porque después de tanto en todos los registros Owen resultaba ser su hijo y no solo tenía su apellido, sino que ahí decía que se debía a que su padre decidió quitarse del cargo. Ella no lo podía creer, todo estaba saliendo tan bien que temía que las cosas no resultaran bien.

— Me siento como la mejor madre del mundo, mi hijo estará conmigo —tomó otro pañuelo—. No tienen idea de lo feliz que me siento en estos momentos —se limpió los mocos—. Después limpio todo, es que estoy emocionada.

— ¿No tenía tu apellido antes?

— Lo tenía, claro, pero no aparecía en los registros —tomó otro pañuelo—. En la escuela en la que él se encuentra me ayudaron para que él pudiera estudiar, sin embargo, antes de que finalizara el año escolar tenía que llevar los documentos firmados.

— Y necesitabas una carta que diera el voto de su padre, para eso —finalizó Bahir por ella—. Me dijiste eso una vez, ese hombre no merece ser padre.

— Pero lo es, es el padre biológico de Owen, ni siquiera se preocupó por darle algo en su último cumpleaños —se limpió la nariz—. No puedo dejar de llorar.

— Estás emocionada, es normal —Alexander se sentó a su lado, comiéndose una barra de chocolate—. ¿Has pensado en demandarlo por lo que te hizo?

— No hay caso para demandarlo, eso tomará tiempo —se mordió el labio—. Desde que me dejó, solo cree en el dinero. Hasta deudas que no puedo pagar están a mi nombre.

— Los dejaré solos, debo supervisar las fotos que andan tomando y de paso tengo que ir a una reunión fuera —Bahir les dio privacidad.

— Ya pagué esas deudas, tu único objetivo es el pequeño y ahora que es tu hijo legalmente no hay nada malo…

— Es nuestro hijo —le corrigió—. Tiene nuestros apellidos, esto es gracias a ti y a tu primo mafioso.

— Debemos mantener esto en secreto —él le dio un poco de su chocolate—. Ponte de pie, sácale copias a esto y luego me lo entregas, lo enviaré hasta la casa. Tendrás una copia de este papel —les enseñó el más importante—. Yo igual, los otros estarán seguros…

— Esto es algo que traerá muchos problemas —se levantó de su asiento, y tomó entre sus manos el rostro del alfa—. Tengo al mejor esposo de todos, y que no me quiere subir el sueldo.

— Ya vas a comenzar con tus cosas —ni siquiera hizo el ademán de quitar sus manos—. Tienes un olor diferente.

— ¿Un olor diferente?

— No lo sé, no me hagas caso —se encogió de hombros—. Vete, tienes que hacer trabajo.

— Eres un aguafiestas —dejó un pico en sus labios—. Gracias por hacer esto por mí, aunque sigo enojada por no decirme nada sobre la marca. Sabes mejor que nadie que no entiendo muchas cosas de estas porque soy una humana.

— Después te la explico, ahora vete a trabajar, porque tienes que ganarte una nota de la pasantía y estás hablando conmigo.

Mordió el labio inferior de Alexander con tanta fuerza que cuando él pudo procesar lo que ocurría, salió de la oficina para hacer lo pedido por él. No era un trabajo pesado, sentía que todo estaba bien y que las cosas estaban tomando su curso. Sacó las copias, las guardó y luego a la hora del receso fue hacía un centro de fotografía para sacar las fotos que tenía en su celular y enmarcarlas.

— Estarán listas en dos horas —dijo el empleado—. Es para que se las lleve en los marcos que seleccionó.

— De acuerdo —anotó la dirección en un papel—. Aquí está la dirección a dónde las llevarán y mi nombre para que pregunten en recepción.

Salió del local, deteniéndose en seco cuando dos hombres con cara de pocos amigos se instalaron delante de ella.

— Dahiana —escuchó la voz de Marco, el padre de Alexander, dentro de una camioneta—. Sube, tenemos que hablar.

— Debo ir a trabajar, señor…

— Es tu hora del almuerzo, iremos a comer algo —le abrió la puerta para que entrara—. Si no subes a las buenas, ellos lo harán a su manera.

Dahiana hizo una línea recta con sus labios.  Subió al auto, sin poder quejarse, y esperó pacientemente a que Marco hablara.

— ¿Qué estabas haciendo ahí adentro?

— ¿Va a matarme? —preguntó asustada—. ¿Alexander sabe que usted me tiene secuestrada?

— No te tengo secuestrada, ¿de dónde sacas eso? —Marco presionó el botón a su lado para dividir el espacio—. No tuve tiempo de hablar contigo antes, porque tenía que resolver unos problemas. Te considero como mi hija, ya que tu madre ha trabajado por muchos años para mí y ella es un amor de persona.

— Sí, eso lo sé —asintió rápidamente—. Es que su esposa es muy…

— Persistente y más porque está embarazada —completó por ella—. Rebecca me dijo que Alexander no te dijo sobre la marca. Suele olvidar cosas, no le eches la culpa de todo. Es un buen chico, pero últimamente se ha estado comportando de forma extraña.

— ¿En qué sentido?

— En el sentido de qué terminó casándose con la mocosa que tuvo su primer beso con él —las mejillas de Dahiana se pusieron rojas—. No me mires de ese modo. Es la verdad.

— Estaba borracha, y su hijo me dijo cosas hirientes —cruzó los brazos en su pecho—. ¿Está aquí para hablar de lo que hice cuando cumplí dieciocho años?

— Yo dije algo, tú continuaste —rio el mayor—. Escucha, sé que mi sobrino Bahir hizo algo que no debía, lo lamento, pero ya estás metida hasta el tope con esto.

— Lo sé, y lamento no me quiera como a alguien de su familia… es que no puedo separarme ahora de su hijo —puso un mechón de su cabello detrás de su oreja—. Se suponía que sería un año, y ahora con lo que me ha dicho; ese plazo se rompió.

— Es entendible que se rompa, y más si mi hijo es alguien que no tiene la más remota idea de lo que pasa —la camioneta se detuvo delante de un restaurante—. Vamos a comer, tenemos que seguir hablando y debes contarme más cosas.

— Claro, señor.

El chofer le abrió la puerta, le agradeció, siguió a Marco hasta el interior del restaurante y sus nervios regresaron peor que nunca. Estar con el padre de su esposo la ponía nerviosa, con él no podía bromear o sacar de quicio. Ese hombre era muy intimidante. 




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