Una esposa para el alfa

19. Dudas de un embarazo.

Dahiana se puso de pie con mucha rapidez, era increíble como alguien de la calaña de Jonathan podía aparecer en cualquier sitio en el que ella se encontraba. Solo quería tener una comida normal con Marco, el hombre que literalmente la obligó a comer y que, sobre todo, le estaba dando información que podía utilizar para tener una mejor relación con su esposo.

— Veo que usted es la persona que está causando ciertos problemas entre mi nuera y mi hijo —Marco se levantó de su asiento, arreglando su traje—. Ella no es mi amante, un poco más de respeto. Estamos aquí en una comida sana, no para que un sujeto como usted quiera venir a arruinar todo.

— Es que no sabe cómo es ella, señor —Jonathan se acercó más a ellos—. Con ese rostro angelical, no es correcto que una mujer esté aquí comiendo con alguien como usted.

— ¿Dice eso por algo más en particular?

— Por el simple hecho de que usted se encuentra aquí molestando a mi familia —apuntó hacia Dahiana—. Le pido por favor, que se retire, estamos almorzando.

— También estoy aquí para comer con mi esposa —Jonathan apuntó hacia la mujer que se encontraba con otras personas—. Sé lo que intentas, Dahiana. No te resultará, Owen es mi hijo y me lo llevaré conmigo.

— Owen no es tu hijo, es mío —recuperó la voz—. No puedes venir de la nada a quitarme a mi hijo, lo perdiste desde el día que te fuiste   dinero.

— Yo no te robe nada, ese dinero también era mío.

— ¡Ni siquiera tenías trabajo! —gritó apretando los puños—. Yo conseguí ese dinero para mis estudios de la universidad, también te llevaste el dinero que mi mamá con mucho esfuerzo trabajó, no puedes venir a joderme la vida más de lo que ya está, por amor de Dios. Me casé con alguien que me cuida, y también de Owen, ya tienes una vida…

— Una vida que sin duda es mejor que la tuya…

— ¿Seguro que tu vida es mejor que la mía? —se acercó a él, levantando el mentón—. Si tu miserable vida fuera mejor que la que tengo actualmente, no estuvieras aquí en busca de qué te deje a Owen. Mi esposo tiene mucho dinero, sería como mil o un millón de veces de lo que podrías tener tu puta vida —sonrió arrogante—. Te lo dije antes, Alexander tiene mucho poder en sus manos. No te metas conmigo, porque te dejo sin hijos.

— Veo que has sacado las garras, interesante.

— Las garras que quiero sacar en estos momentos es mi puño…

— ¿Aquí está su comida…? ¿Sucede algo, señores? —preguntó el mesero.

— No, el señor que está aquí ya se va —dijo Dahiana, chasqueando la lengua—. No tiene nada que hacer aquí molestando a los demás con sus estupideces.

— Largo o los mando a sacar a todos de aquí —ordenó Marco, hacia él.

Dahiana vio el debate que había en Jonathan, pero hizo lo pedido por el alfa mayor. Ella se dio la vuelta y con las piernas temblándole, se sentó. El mesero puso la comida sobre la mesa, y ella no le prestó la debida atención a eso…

— ¿Puede traerme un poco de chocolate, por favor? —le pidió de la nada—. No importa en qué esté, solo tráigalo.

— ¿Chocolate?

— Necesito comerlo para sentirme bien, después de esto —susurró, un poco enojada consigo misma—. Yo no sé qué le pasa a ese sujeto, pero no es normal, me siento fatal ahora mismo.

— No tienes por qué sentirte de ese modo, tu ex dejó en claro que solo quiere a Owen, para algo más estrecho —Marco asintió hacia el mesero para que se marchara en busca del pedido—. ¿Le vas a contar a mi hijo sobre esto?

— Señor, su hijo ya sabe que estoy aquí desde que me subí a su auto —bufó—. En cualquier momento llegará, ¿por qué cree que pedí toda esa comida? Ni siquiera me gustan los vegetales.

— Tienes un punto —río Marco—. Alexander debió ponerte un chip de rastreo antes…

— Debe estar en mi celular, en el anillo o no sé dónde —bebió un poco de agua—. No me molesta que sepa dónde me encuentro, solo temo por mi vida ahora.

— No te hará nada, porque estás conmigo y el restaurante me pertenece —el alfa también bebió un poco de agua—. Tu madre supo criarte bien, siempre te veía correr por la empresa con los vestidos, hasta en ropa interior en más de una ocasión llegué a verte.

— Qué vergüenza, debe de haber videos de mí corriendo desnuda por todas partes —gimoteó—. Ese es mi tiempo de vergüenza.

— Todos hemos pasado por algo como eso —Marco tomó su mano—. Escucha bien lo que te diré, mi hijo nunca me hará saber lo que realmente le sucede, tampoco los problemas, pero mi hermano Misha me dijo que le hizo un favor a su nieto, y estaba sus nombres ahí.

— ¿Cómo dice?

— Para hacer que algo sea legal, se debe pasar por el registro policial de Alemania y resulta que mi cuñada trabaja ahí y para ella fue fácil entrar ahí —Marco le dio un leve apretón de mano—. No le digas a mi hijo que también lo ayudé.

— ¿Ayudar?

— Mi familia puede estar separada, en cualquier parte del mundo, pero cuando uno de nosotros necesita un favor, es posible que en cuestión de segundos ya los tengas aquí —Marco sonrió de manera cálida—. Escucha, Alexander es más como yo, pero sus dones de híbrido lo sacó de su madre, puede ser que en un momento esté hablando contigo de cualquier cosa, no obstante es inevitable que no explote si las cosas no salen como él quiere.

— Conmigo tiene mucha paciencia —sonrió de manera nerviosa—. Yo siempre le digo cosas para molestarlo, y la vena de la frente y el cuello se le hincha, no sé cómo es que sigo viva.

— Es posible que le atraigas —el alfa mayor apuntó hacia la entrada—, porque acaba de hacer su acto de presencia.

Dahiana se atragantó con su propia saliva, cuando vio a Alexander pasar entre las mesas con su madre, ignorando sobremanera a Jonathan, el cual abrió y cerró la boca como un pez fuera del agua.

— Querida, Dahiana —Rebecca besó su mejilla, abrazándola—. Es un gusto verte otra vez, mi hijo me llamó preocupado porque mi esposo te había secuestrado.




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