Una esposa para el alfa

20. Cuidando de mamá.

Horas más tarde, Alexander observó a Dahiana moverse de forma impaciente por la oficina. La comida con sus padres fue buena, sin embargo, su madre seguía diciendo que quería tener nietos pronto. Había algo diferente en Dahiana que no había visto antes, tal vez se debía a toda la presión mediática por la que estaban pesando, puesto que Owen ya era legalmente su hijo.

— ¡Hola! —Dahiana entró feliz con una caja, a su oficina—. Mira lo que me acaba de llegar.

— ¿Qué es? ¿Qué compraste?

— Es para que la oficina se vea bonita y también la casa —la humana hizo un puchero—. Mira la foto que nos tomamos esta mañana en el desayuno, la voy a poner aquí —sacó una foto de la caja—. Nos vemos como una familia tan hermosa.

— ¿Te volviste loca?

— No, porque lo pagué con tu dinero —se encogió de hombros, restándole importancia al asunto—. Esta es de nosotros dos, en la isla —puso otra fotografía—. A Owen le gustará mucho.

— ¿Por qué hay tantas fotos? —le quitó la caja, dejando caer todas las fotos sobre el escritorio—. ¿Cuándo las tomaste?

— ¿No ves cuando las tomé? ¿Eres ciego? —Dahiana acomodó las fotos en su escritorio—. Como estamos casados, tenemos que llevarnos bien hasta nuevo aviso. Voy a poner de mi parte, tú debes poner de la tuya.

— ¿Eso quiere decir que no vas a querer matarme?

— Yo nunca he querido matarte, no seas baboso —se sentó en sus piernas—. Te debo mucho, aunque pasamos la mayor parte del tiempo discutiendo, los dos tenemos un propósito, cuando quieras, puedes presentarme como tu esposa, no diré que no. Ya Owen está bien, se lleva bien contigo y me gusta cómo hueles. El chocolate es lo mejor.

— ¿Estás bien?

— Sí, solo que estuve pensando en algo, nada del otro mundo —sonrió a medias—. Tendrás que hacer varios viajes pronto, espero que te vaya bien.

— Suenas como una esposa preocupada por tu esposo, algo extraño —susurró Alexander, abrazándola por la cintura—. Hemos estado discutiendo durante años, todos suponían que no podíamos estar juntos en una misma habitación.

— Es que te burlaste de mí porque te besé —Dahiana pellizcó su mejilla—. Estaba borracha, te pedí un beso y te reíste en mi cara. Eso no se hace, debiste besarme delante de todas esas personas, porque al final de cuentas estamos casados.

— Eras una niña, todavía sigues siéndolo —la acomodó mejor en sus piernas—. Solo que ahora has aprendido que no todo resulta como queremos.

— Bueno, es una lástima que mi primera vez no haya sido contigo —Dahiana jugó con el cabello de Alexander—. Tienes un paquete enorme, además, eres buen esposo, Jonathan nunca lo fue.

— Jonathan es tu pasado, deja de mencionarlo…

— ¿Qué harás si aparece tu alma gemela? —ella soltó de repente—. Ahora somos destinados, pero en alguna parte del mundo estará tu otra mitad y no sería para nada bonito el tener que luchar contra alguien que querrás en su momento.

— Ella no está en mi vida, solo estás tú, lo único que me importa en estos momentos es…

— ¿Y si yo estoy embarazada? ¿Qué harás? —Dahiana soltó de repente—. Yo… hay cosas que han comenzado a darme asco, desde hace días que estoy esperando mi periodo y tengo miedo, porque tu papá dijo que tenía algo diferente y esta mañana dijiste lo mismo.

— ¿Embarazada? —su voz sonó más aguda de lo normal—. ¿No te protegías?

— ¿Y tú lo hiciste cuando estuvimos juntos la primera vez? —preguntó la humana de vuelta, con voz seria—. ¿Me echarás la culpa a mí ahora de posiblemente estar embarazada?

— No te estoy echando la culpa de nada, ten por seguro de qué me haré cargo del bebé si estás embarazada —afirmó poniéndose de pie y dejándola en el piso—. Necesito pensar en esto, porque es mi culpa. Yo debí cuidarme, pero el enojo que sentí en ese instante por culpa de mi primo.

— Tampoco es como que en verdad me encuentre embarazada, a lo mejor nos estamos asustando por algo que no tiene importancia —susurró Dahiana—. Debo regresar al trabajo.

Alexander abrió y cerró la boca como si fuera un pez fuera del agua, no pudo detenerla. Era su culpa todo, porque en sí, fue él quién estuvo con ella y no podía echarle la culpa de todo a su primo Bahir por su descuido. Vio las fotos que ella dejó sobre su escritorio, olvidándose de qué tenía mucho trabajo por hacer y varias reuniones con unos socios.

Tomó la foto de Owen y él y otra en dónde solo se encontraba Owen, ese niño se metió tan profundo en su ser, que no estaba en sus planes dejarlo como si nada. Un pequeño alfa que solo buscaba la parte paterna que nunca tuvo. La acomodó en el escritorio, y también la foto en dónde se encontraban los tres. Dahiana y Owen, en otra. Puso las otras dentro de la caja y las puso cerca de dónde se encontraban las cosas que levaría a la casa más tarde.

Recogió las carpetas que tenía que usar para su reunión y salió. No vio a Dahiana en su puesto de trabajo, algo que le extrañó mucho. Hizo todo lo relacionado con las reuniones ese día, el anillo en su dedo no dejó de llamar la atención, tampoco la cadena y la pulsera a juego. Al menos, ya lo iba a tomar en serio en los negocios.

— Klein —lo interrumpió un socio—. Veo que en su dedo está la sortija de matrimonio, solo que algo más moderno —señaló el anillo en su dedo—. ¿Hace cuanto se casó?

— ¿Eso es relevante ahora? —movió el lapicero entre sus dedos, como si nada le afectara—. Mi vida personal no es incumbencia de nadie.

— Vaya, la mujer que se casó contigo debe ser afortunada y maldecida a la vez, porque tienes un genio espantoso —se burló otro socio—. Debe ser una mujer que sus padres hayan aceptado, porque tengo entendido que Rebecca y Marco no son personas que aceptan a cualquiera en…

— Permiso —Dahiana entró a la oficina con otras carpetas—. Lamento interrumpir —se acercó a Alexander, colocando un mechón de su cabello detrás de su oreja—. Los de contabilidad me dijeron que debía entregarte esto, que es de suma importancia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.