Una esposa para el alfa

25. Necesidad de estar unidos

Después de dejarle las cosas en claro a ese hombre, de que ninguno de los dos daría su brazo a torcer. Suspiró un poco cansado de todo, ella dejaba salir gemidos bajos, los cuales él interpretó con uno de dolor.

— ¿Estás bien? —preguntó el alfa, agachándose para ayudarla con el calzado—. Tus pies se están hinchando.

— Necesito sentarme y calmarme antes de regresar a la fiesta —susurró ella, sin mirarlo—. Hay una habitación aquí, ¿de qué será?

— Es del personal de limpieza o eso creo —Alexander la cargó, sin mucho esfuerzo—. Entremos.

— ¿Cómo es que vamos a entrar a un lugar en donde nadie nos…?

— ¿Quieres que algún reportero te vea en ese estado? —Alexander bufó, y abrió la puerta—. Parece ser el cuarto de servicio.

— Pensé que estaría en otro lado —susurró la humana, un poco cohibida—. ¿Por qué tienen algo como esto aquí?

— Porque hay personas que cuidan este sitio de noche —dijo como si fuera la cosa más obvia—. Te siento más nerviosa que antes. ¿Es por lo que dijo ese hombre?

— Jonathan es de armas tomar, sabes que él no se quedará de brazos cruzados y menos ahora que estoy embarazada —dijo Dahiana, después de que Alexander la dejara sobre una mesa, la cual tenía un mantel—. Mis zapatillas se quedaron ahí afuera.

— Espera —el alfa salió durante unos segundos, y luego regresó con su calzado—. Owen no puede verte, de ese modo —sacó su celular, para enviarle un mensaje a su madre—. Le diré a mi madre que se quede con Owen un momento, en lo que te calmas, porque puedes entrar en un colapso.

— Y temes que pierda a los bebés —Dahiana espantó las palabras—. Puff, ya me vi en unos meses más, siendo una mujer glotona.

— No estarás de ese modo, no seas tan cosa —él buscó una silla, algo vieja, y se sentó—. Cuando el embarazo esté más adelantado, no podrás ni caminar bien.

— Me estoy asustando realmente ahora con lo que me estás diciendo —puso su pie sobre las piernas del alfa—. Cuando estaba con mi ex, nunca vi las banderas rojas, supongo que se debía a algo más.

— No, te enamoraste, es la cosa más normal de todas, puedes estar tranquila —masajeó sus piernas—. Cuando Owen entró a la habitación en el hospital, me dio risa, porque tiene un concepto de ti algo extraño.

— Es que él te ha tomado mucho cariño durante todo este tiempo, es por esa razón que pensó que te había asesinado —puso los ojos en blanco—. Hasta mi propio hijo cree que ando matando a su padre.

— Nunca consideré que tendría hijos —dijo haciendo una mueca, antes de murmurar un hechizo—. Mi madre me enseñó desde pequeño como hacer hechizos para aliviar el dolor, pero no son efectivos del todo.

— Mientras me quite el dolor en los pies mejor —se encogió de hombros la humana, gimoteando—. Tu madre supo cómo enseñarte cosas.

— Tampoco es que me guste usar mis dones, pero te agradezco que me hayas dado la oportunidad de no enojarte más de la cuenta conmigo por lo de la marca —fue dándole masajes desde la punta de los dedos, hasta la rodilla, algo que estaba subiéndole la temperatura a la humana—. ¿Te estás excitando?

— ¿Tú qué supones que ocurre? —Dahiana quitó su pierna—. Leí que las hormonas de una embarazada son fuertes.

— Yo…

— Lo estabas haciendo a propósito —ella entrecerró los ojos en su dirección—. Eso es caer muy bajo, porque literalmente me utilizaste.

— Bueno, tampoco es que tú hayas puesto resistencia —el alfa se encogió de hombros, poniéndose de pie—. Las veces que hemos estado juntos, siempre tomaste la delantera.

— ¿Qué?

— Tengo pequeños recuerdos de cuando estuvimos juntos la primera vez —se metió entre sus piernas, e hizo que ella rodeara su cuerpo con ambas piernas—. ¿No deseas hacerlo conmigo?

— ¿Aquí?

— Sí, justamente aquí.

La otra parte está en el libro; Extras: Amores eternos.




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