Una esposa para el alfa

26. El título de actor.

Dahiana tenía sus mejillas rojas, no podía creer que ella estuvo haciendo eso en un sitio lleno de gente y más que se tomó el atrevimiento de decirle a Alexander que quería que se repitiera otra vez. Era un lobo, él se contenía con ella para no lastimarla, pero sabía que en los celos de los alfas para una humana como ella, era nada bonito. Fue algo que vivió con Jonathan antes, él no se preocupó por ella mientras dejaba salir todo, simplemente era su placer el que valía.

Puso un mechón de su cabello detrás de la oreja, mientras arreglaba su vestido lo mejor que podía y de paso, se colocaba la ropa interior.

— Tenemos que irnos de aquí lo antes posible —informó Alexander, detrás de ella, y ayudándola con el vestido—. Mi madre acaba de entrar en labor de parto.

— Oh, eso es genial —se quedó quieta, esperando que él arreglara de paso su collar—. ¿Y Owen?

— Se lo llevaron a la manada principal de mi padre —le informó—. Siéntate en la silla. Voy a ayudarte con el cabello.

— ¿Ahora te volviste estilista? —preguntó ella, en un tono burlón—. Ver a un alfa milenario haciendo este tipo de cosas es un poco extraño.

— Siempre lo hacía con mi hermana —Alexander se puso nuevamente detrás de ella—. Cuando éramos niños, Bahir tenía el cabello largo y yo también, solo que nos quitamos todo cuando decidimos tomar las riendas de nuestras vidas.

— Bahir y tú son muy unidos, otra persona ya lo hubiera matado después de lo que te hizo —se quitó algunas pinzas que sostenían su cabello—. Se nota que se quieren mucho.

— Es mi mejor amigo desde siempre, aunque es medio estúpido, mi papá me dijo que lo heredó de su padre —Alexander comenzó a tejer su cabello—. Es el hombre que vimos la otra vez en el hotel.

— Bahir y él son idénticos, de seguro no sacó mucho de la madre.

— Su madre es una famosa diseñadora, ya la conociste.

— Estar cerca de una celebridad como lo es Clary, no se ve todos los días —alisó su vestido—. Quiero ser como ella, tener mucho dinero e irme lejos.

— ¿Lejos?

— Sí, quiero mudarme a otro lado —confesó, mirando el piso—. No he podido tener la vida que quiero, porque si no es trabajando, es cuidando de Owen. Creo que unas pequeñas vacaciones no caerían tan mal después de todo.

— Entiendo, tienes razón —el alfa terminó con el peinado—. Vamos, te llevaré conmigo a la manada de mi padre.

Dahiana tomó su mano, él sacó primero la cabeza y después emprendieron el viaje hasta la salida. Esquivando a algunas personas que se encontraban bailando y hablando entre ellos. No le prestó atención a Jonathan, ya las cosas estaban en claro. Como él conocía un camino en donde nadie los iba a molestar, fueron por ese.

 — No te asustes si ves a mi madre gritar más de la cuenta —le pidió Alexander—. Ella con este embarazo está más sensible.

— ¿Así como yo?

— Tú eres un caso aparte —Alexander le abrió la puerta del auto—. Te enojas por todo, no hay poder en la tierra que te haga cambiar de opinión.

— Que feo tu caso —chasqueó la lengua—. Porque tendrás que aguantarme por los próximos meses.

— Eso es lo más lamentable.

Dahiana le dio un golpe en el brazo, ya que se sintió ofendida, Alexander era un hombre muy apuesto, que si lugar a dudas llamaría mucho la atención de las personas.

Sus mejillas se pusieron rojas, cuando los recuerdos del suceso anterior llegaron a su mente. Le echaría la culpa a sus hormonas, así, ellas eran la causante de todo.

El camino hacia la manada de los padres del alfa, era más lejano que la de Alexander, pero mucho más grande. 

— Vaya —dijo asombrada—. Esto aquí está bien cuidado.

— Mi padre compró todo este terreno, y parte del que está en la ciudad —le informó—. Es para las personas que desean pertenecer a una manada de un milenario. Tienen la oportunidad de vivir gratis, tener un trabajo estable y formar una familia si gustan, pero hasta ahí. Mi padre no los ayuda más, porque después consideran que en la vida nada se debe ganar.

— Tiene un punto a su favor —apoyó la cabeza en la ventana—. Ya ha hecho mucho por ellos, les dio una casa, les buscó trabajo. Muy pocas personas lo hacen.

— Es por eso que cada día la manada de mi padre se vuelve más grande, en cualquier momento terminará siendo el presidente de Alemania sin darse cuenta.

— Ya tenemos uno, aunque, para mí es más conveniente que tu padre sea el presidente —cerró los ojos—. Esta paz que siento ahora, espero que perdure siempre.

— La paz en esta vida, nunca fue una opción.

Le dio un golpe en el brazo, ya que había arruinado su momento. Si las casas de esa manada eran enormes, la de sus padres se llevaba el crédito a la más grande de todas. Parecía el palacio presidencial.

— ¡Mamá! —gritó Owen, asustado y lloroso, mientras corría hacia ellos—. La abuela Rebecca estaba gritando mucho, me quiero ir.

— Es normal esos gritos, cariño —besó la frente de su hijo—. Ella está trayendo al mundo a tus tíos.

— ¿Tíos? —frunció el ceño el pequeño, sin entender bien—. ¿Tú vas a llorar mucho como ella?

— Bueno, todavía no se sabe lo que pasará más adelante —recogió un poco su vestido, y se agachó—. Tu padre estará conmigo ahora, durante y después del embarazo. No tienes de qué preocuparte.

— ¿De verdad te va a cuidar, papá?

— Sí, mira dónde está mirándonos —apuntó hacia el alfa—. Él está esperando que le digamos algo.

— Tu mamá se fue llorando hacia allá —apuntó hacia el bosque—. El abuelo dijo que le daría unos minutos, y después iría por ella.

— Es normal, eso sucedió antes cuando nacimos…

— Tanto así, que tu padre ni se dio cuenta de que estabas a su lado —dijo Mark, el tío de Alexander, llegando con su esposa—. ¿No te lo dijeron?

— ¿Qué me tienen que decir?

— Cuando nacieron Kiara y tú, Marco ni notó tu presencia, fue en busca de Rebecca y cuando regresaron, fue de ese mismo modo —Mark dejó salir una pequeña risa—. Fue gracioso en ese momento, ahora ya es lamentable…




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