Una esposa para el alfa

28. Verdades que duelen.

Alexander vio a Owen correr hacia dónde se encontraba Dahiana, el pequeño demonio se le escapó de las manos y no pudo hacer nada para detenerlo, sin embargo, Dahiana parecía estar de lo más feliz del mundo al tenerlo a su lado. Habían pasado unos buenos meses juntos, sin que el ex de ella apareciera en sus vidas. Un día, como cualquier otro, buscó por toda la empresa una plaza para que ella se quedara a trabajar y aunque no hubo espacio, mandó a que abrieran otras más para disimular que él estaba ayudando a su querida esposa con el trabajo. Se aclaró la garganta, tenía que mostrarse serio y no dar su brazo a torcer todavía…

— Estás dejando salir la baba —Bahir chasqueó los dedos—. Dahiana es tu esposa por contrato, pero ahora mismo te encuentras demasiado embobado. ¿Qué te ocurre?

— Nada que te importe —farfulló, poniéndose de pie—. Jolanis ya viene hacia acá, compórtate.

— Estoy en eso.

Alexander caminó hasta dónde se encontraba Dahiana, sonrió cálidamente, ya que veía la pequeña batalla que ella estaba teniendo con el pequeño alfa.

— Lo siento, se me escapó —le dijo a la humana—. Es que también quería tomarse la foto contigo.

— Owen es así, me siento bien de qué al fin él te esté dejando de lado —ella le guiñó un ojo—. Vamos, tenemos que tomarnos la foto antes de que los otros lleguen.

Alexander la siguió hasta dónde se encontraba una cortina, cargó a Owen cuando este quiso ir de impertinente a meterse en las fotos de su madre, era imposible que ese mocoso estuviera metido en todo. Esperaron pacientemente, hasta…

— Mi hija se ve tan hermosa —dijo la madre de Dahiana—. Gracias por ayudarla a cumplir sus sueños.

— Ella ya los estaba cumpliendo sin mí —no se atrevió a mirarla—. Solo la estoy ayudando con el asunto de Owen y ella me ayuda con mi empresa…

— ¿Y los bebés que esperan? ¿Qué pasará con ellos? —preguntó, ladeando la cabeza—. Mi hija los quiere, Owen es muy apegado a ti y tú no pareces soltarla.

— Nos quedan menos de ocho meses de contrato… Luego de eso, cada quién podrá decidir su camino y no la voy a obligar a quedarse conmigo — Mi hija tiene sentimientos por ti, no le rompas el corazón —susurró la madre de Dahiana—. Los humanos no somos iguales a ustedes, los lobos, no sanamos de la noche a la mañana y te recuerdo que en el cuerpo de mi hija no hay una sola pizca de un ser sobrenatural.

— Lo sé.

La mujer fue hacia dónde se encontraba Dahiana para tomarse las fotos correspondientes, también fue su actual pareja y luego fue su turno de ir con Owen. Lo que le dijo esa mujer era cierto, él podía sentir que Dahiana comenzaba a tener sentimientos por él, hasta en eso se metían sus hijos. Sin embargo, quién más le preocupaba en sí, era Owen, él seguía aferrado a que únicamente había un bebé ahí y nada más. Su pequeño retoño estaba muy pendiente del embarazo de su madre…

¿Y si uno de esos bebés era el alma gemela de Owen?

Sacudió la cabeza antes esos pensamientos, no había caso alguno. 

— ¿Por qué no bajas a Owen? —Dahiana rodeó su brazo—. Debe ser pesado, lo has mantenido en tus brazos desde que llegamos.

— Si lo dejo en el suelo, es posible que este pequeño se nos pierda —susurró, quitando su brazo, para rodearla—. ¿No irás a la fiesta con tus compañeros?

— ¿Te quedarás con Owen por unas horas? —Dahiana hizo un puchero—. No puedo decirles que no, mañana debo comprar algunas cosas para los bebés y estar preparada.

— Puedes hacerlo, llámame cuando necesites algo —besó su frente—. Nos vemos en unas horas.

Dahiana se estiró para darle un beso en los labios, luego besó la nariz de Owen, antes de partir con Jolanis, la cual estaba bien cuidada por los hombres que su primo Bahir le pidió a su hermano Naim antes.

— No quiero dejarla sola —dijo Bahir, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón—. Ella no está bien, aunque se muestre de ese modo.

— ¿Qué quieres decir con eso?

— Jolanis ha tenido pesadillas, se echa la culpa de que no pueda tener hijos —Bahir se miraba afectado—. Es una mujer joven, llena de vida y resulta que porque un hijo de…

— Mi hijo está presente —Alexander le recordó—. ¿No hay remedio para eso? ¿Una cirugía o tú marcándola?

— No, no hay nada que buscar —su primo dejó salir el aire que tenía en los pulmones—. Ella tiene miedo, no hay forma de que por el momento logre sacarle de la cabeza que ese sujeto no le hará más daño.

— Es normal que se sienta de ese modo, más aún al saber que posiblemente podría estar en peligro constante —le indicó que caminara—. Iré a la casa de mis padres. ¿Vienes?

— No, iré a mi manada, debo despejar mi mente y la mejor manera es en mi forma de lobo.

Se despidieron, él le indicó a la madre de Dahiana que iría con Owen a la casa de sus padres.

— Papá —lo llamó Owen desde el asiento trasero—. ¿Mi mamá sufrirá con los bebés?

— No, no tienes de qué preocuparte con esto —le pasó una caja de dulces—. En lo que tu madre sale a divertirse, iremos con mis padres para preguntarles algunas cositas.

— El abuelo Marco me dijo que tú eres un dolor de cabeza enorme —Owen se removió en el asiento—, pero que al final te quiere mucho, porque no importa lo que hagas, siempre te cuidará.

— Mi padre sí que sabe decir cosas buenas —miró bien que Owen estuviera seguro en su asiento—. ¿Y los entrenamientos de la semana?

— No sé, no puedo ser un lobo como tú —el pequeño sonaba triste—. Yo… siento que el abuelo no me va a querer.

— El abuelo, si te va a querer mucho, eres su nieto —trató de calmarlo—. Ahora debes estar muy confundido, mi padre es bueno.

— ¿Seguro?

— Por supuesto, pequeño alfa —fijó la mirada en el camino—. El abuelo está feliz de tenerte. Ten por seguro de que las cosas se van a poner buenas para ti.

— ¿Me voy a transformar en lobo?

— Si no puedes hacerlo, ese no es el motivo para sentirte triste —Alexander dejó salir el aire que tenía en los pulmones—. Son cosas que pasan. Eres fuerte, y sabes muchas cosas.




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