Una esposa para el alfa

30. Un momento de paz, antes de la tragedia.

Dahiana se pasó una mano por el vientre, escuchando la conversación que Alexander tenía con sus padres. Ella deseaba estar con su pare de esa forma, pero el hombre ni las señales de humo le dio. Ellos pasaron por la manada, para un cambio de ropa y de paso, algo bueno de comer, porque Alexander ni eso tenía en ese apartamento.

— Mami —Owen jaló su vestido—. El abuelo Marco estaba triste, ¿qué le hizo mi papá?

— Ya están arreglando las cosas entre ellos —lo llevó hasta la cocina—. Ayer discutieron, es cosa de adultos.

— Algún día creceré y sabré todo —el pequeño alfa frunció el ceño—, pero no quiero trabajar.

— ¿Qué es lo que quieres hacer con tu vida? ¿Vivir todo el tiempo conmigo? —el pequeño alfa asintió—. Tienes mamitis aguda.

— Es que los bebés te darán muchos problemas —Owen se estiró un poco para besar su vientre—. La abuela Rebecca casi no puede dormir con los bebés. Tú tendrás tres.

— Mi hijo es tan bueno —acarició su mejilla—. No te preocupes por nada, porque tu padre es mágico y hará todo lo posible para que estos bebés no sea tan quisquillosos.

Salió al jardín con su hijo, viendo a los niños jugar. Dejó que su hijo se fuera con ellos, mientras tanto, fue hacia dónde había un cunero estratégicamente colocado con vista a la ventana.

— Hola, pequeña, ¿no tienes sueño? —sacó a una de las gemelas—. ¿Verdad que es aburrido estar todo el tiempo acostada?

La pequeña loba le sonrió como si la estuviera entendiendo. Dahiana fue hacia una de las mecedoras, tomó la fórmula ya preparada y se sentó para dársela.

— Espero que mis hijos sean igual de tranquilos que ustedes dos, porque si sacan algo de mí, ni yo los aguantaré —bromeó hacia la pequeña, revisando que la temperatura estuviera bien—. Quiero tener muchos hijos —comenzó a decirle—, pero su sobrino, Owen, tiene mamitis aguda, así que por el momento está bien —la pequeña comenzó a beber—. Espero que sean dos niños y una niña, para que sea la favorita de Dios.

— Mi tío Mark consiente mucho a las niñas —Alexander se acercó a ella—. Cuando nació mi hermana, la llevaba a todos lados, olvidándose de Bahir.

— Con lo impertinente que es Bahir, hasta yo lo dejaría en un basurero —bromeó, luego fijó su vista en la pequeña—. Espero que tengamos una niña, quiero consentirla.

— ¿Y si los tres son niños?

— Los alejaré de Bahir, no lo quiero cerca de ninguno de ellos —sentenció—. Ya me tiene a Owen ñoño, como si él no tuviera el amor suficiente.

— Bahir tuvo mucho amor, hasta el primer esposo de su madre —dijo Rebecca, apareciendo—. Cuando llegó a Alemania, él era my callado. Comenzó a tener comunicación con las personas en el momento que estuvo cerca de Alexander.

— ¿Entonces es por eso que no lees nada de lo que te pone en frente? —vio que el alfa apretaba el puente de su nariz—. Sí, hablo del acta de matrimonio.

— Fue la primera vez, Bahir se encarga de todo lo legal —dijo Alexander, lleno de obviedad—. No sospeché, cuando mencionó que tenía su firma y la de Jolanis, lo peor de todo es que él engañó a tu amiga.

— Jolanis puede ser mi mejor amiga, pero estúpida no es —rodó los ojos, y quitó una hoja que había caído en el rostro de la pequeña—. Bahir es un caso un poco especial.

— Uno muy grande…

— ¿Ya arreglaron sus problemas familiares?

— Sí, las coas ya están bien entre nosotros —dijo Rebecca, tomando asiento en la otra mecedora—. Cuando nazcan mis nietos, será algo complicado para ti.

— ¿Por? —Dahiana tomó un paño húmedo para secar el rostro de la loba—. ¿Las pastillas no sirven?

— Sí, sirven mucho —asintió su suegra—, pero para el parto, al ser una humana puede ser en otras cosas, es decir, los humanos no pueden llevar a un bebé lobo en su interior, tú llevas tres y estás tomando pastillas para que tu cuerpo pueda resistir el día del parto.

— Esto es algo que me saca un poco de contexto —susurró Dahiana, dejando el biberón de lado—. En mí no hay sangre mágica, pero los bebés son…

— Es posible que sean lobos los tres o que alguno salga híbrido como Alexander —Rebecca meció a su hija en brazos—. No te preocupes, estás en buenas manos…

— Lo sé, gracias… —Dahiana saltó en su lugar, cuando de la nada, un lobo blanco llegó de repente aullando delante de ella—. Ay, joder. ¿Qué es esto?

— ¿Owen? —indagó Alexander, sorprendido—. ¿Eres Owen? —el pequeño lobo aulló nuevamente—. Mamá, mi hijo es un lobo —susurró.

— Sí, es un lobo blanco —afirmó Marco, llegando a ellos sin camisa—. Estábamos haciendo todo mal al inicio.

— Mi hijo es un lobo blanco, voy a llorar, esperen —sollozó Dahiana—. Pensé que era un lobo normal.

— Es la madre de Owen, era una loba milenaria —Marco se puso una polera—. Debo investigar más a fondo sobre esto. Porque Jonathan no lo sabía.

— No, Jonathan es un lobo común y corriente, nunca mencionó algo sobre esto —se limpió las mejillas—. ¿Puedo tocarlo?

— Por supuesto —Marco tomó a su hija—. Es tu hijo.

Dahiana le entregó a la pequeña con mucho cuidado, el pequeño alfa saltó a sus piernas y se recostó.

— Es grande, ¿es por la edad?

— Sí, mientras vaya creciendo su forma humana, su lobo por igual —dijo Alexander—. El pequeño alfa es todo un don juan.

— Mis hormonas son malas, voy a llorar —Dahiana se echó aire con las manos—. Todavía no puedo creerlo.

— Pues tienes que hacerlo.

Owen era un alfa, un milenario y ella una humana. Le daba pesar tener que lidiar con eso de ser la única de la familia que nunca podría ser una loba por más que quisiera. Se secó los mocos con una servilleta que le pasó Alexander.

— Es un lobo blanco, es un poco raro verlos tan seguidos, porque casi no hay —dijo Alexander—, literalmente es cómo si ellos no quisieran que el mundo los viera.

— Es por eso que tenemos que investigar más a Owen —Marco levantó una de sus patas—. Las cuatro tienen este color rojo, esto lo hace más interesante.




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