Una esposa para el alfa

31. Fotos que dañan.

Dahiana levantó la mano en señal de despedida hacia su hijo. Había decidido que era momento de regresar a la empresa para trabajar hasta que su embarazo se lo permitiera. Alexander se encontraba a su lado, esperando que Owen entrara, ya que no confiaban en la palabra de Jonathan y tanto silencio le ponía los pelos de punta. Fueron hacia el auto, ella hizo una mueca cuando sintió que algo se estaba removiendo en su interior.

— ¿Estás bien? —preguntó Alexander, presionando el botón de la pared de metal—. ¿Los bebés te están molestando?

— No, todo está bien —sonrió a medias—. No te preocupes, supongo que es normal sentir esto en los primeros meses —se aclaró la garganta—. ¿Y mi chocolate?

— Toma —sacó una barra de su bolsillo—. Eso es lo que vas a comer durante la mañana, en la tarde te doy otro.

— Oye, soy una persona normal, no tienes que estar alimentándome como si fuera un animal —frunció los labios—. No hagas eso.

— Es que no es muy bueno para ti estar comiendo a cada rato chocolate, lo sabes bien —el alfa suspiró cansado—. ¿Seguro que no sientes dolor o algo parecido?

— No siento nada, es normal, ya te lo dije —Dahiana acarició su mano—. Te preocupas mucho, sabiendo que nos quedan unos meses nada más para no seguir juntos.

— ¿Tú te quieres separar de mí? —le preguntó, y luego hizo una pausa—. ¿Tanto te molesta mi presencia?

— No es eso, sabes bien que en cualquier momento podrás encontrar a tu alma gemela, amarla y no quiero ser un impedimento en tu vida —entrelazó sus dedos con los de él—. Sé que estoy marcada, que tu lobo me quiere en la vida de ambos, pero los dos sabemos que no llegaremos a nada.

— Dejemos este tema aquí, porque me estoy incomodando bastante —el alfa quitó su mano—. Veo que sigues teniendo sentimientos por ese hombre, de paso también te vale el hecho de que hemos estado casados por casi seis meses.

— Mis sentimientos hacia Jonathan no tienen nada que ver —se rascó el brazo—. Ya no existe nada, te lo dije, lo único que me preocupa es mi hijo y estos bebés que llevo dentro, porque si no los quisiera en mi vida los hubiera aborto y de paso te recuerdo que ambos dormimos juntos en la misma cama…

— Y hacemos el amor —completó el alfa, y las mejillas de Dahiana se pusieron rojas—. Si te sientes mal, no dudes en pedir un permiso e irte a casa o al hospital con mi hermana.

— Estás cambiando de tema… —hizo una pequeña pausa—. ¿Tienes sentimientos por mí?

— Hemos llegado a nuestro destino —apuntó hacia la empresa.

Dahiana apretó el puente de su nariz. Nuevamente, el alfa volvía a dejarla de lado, bajó del auto dándole un fuerte golpe a la puerta y caminó con pasos decididos hasta el elevador.

— Mocosa —Alexander la tomó del brazo, antes de que entrara al elevador—. ¿Qué es lo que pasa contigo?

— Las hormonas, me tienen loca y sin idea, no sé qué hacer siquiera con mi vida ahora y tú no ayudas mucho —sollozó—. Tengo tres bebés y no me entiendes.

— Ven aquí —entraron al elevador, y él la abrazó—. Lo siento, es la primera vez que me sucede algo como esto, seis meses antes estaba soltero, en busca de mi alma gemela y no tenía que preocuparme por un hijo adoptivo y que resultó ser un alfa milenario.

— ¿Ahora me echas la culpa de esto?

— Deja de poner palabras en mí, porque no vas a conseguir nada —el alfa se alejó un poco, para pellizcar su nariz—. Eres mi esposa ahora, estás algo…

— Es que nada me resulta como quiero estos días —murmuró ella—. ¿Me darás chocolate, por favor?

— Sí, te daré todo el chocolate que quieras —Alexander besó su frente, y después su nariz. —Quiero que sepas que puedes llamarme si te sientes mal, pero no molestarme.

— Lo sé, vamos a estar bajo perfil —ella lo abrazó por la cintura—. En poco tiempo, no podré abrazarte tanto como quiera por culpa de este embarazo y me pondré más quisquillosa.

— Tu madre me explicó que es posible que yo tenga que buscar medicamentos…

— Mi padre todo lo exagera, no le hagas caso, está loca —chasqueó la lengua—. ¿Por qué no quieres buscar a tu luna?

— Porque no es necesario.

Ella asintió, dando por finalizada esa conversación. Tenía sentimientos por él, no se lo iba a negar a nadie, solo que le daba vergüenza que él se diera cuenta de eso. Antes de que las puertas del elevador se abrieran, se puso de puntas, tomó el rostro del alfa entre sus manos y lo besó.

— Nos vemos en unas horas, para comer juntos —sentenció—. Nada de comer sin mí.

— Tú mandas.

Dahiana le dio un último beso, y el elevador se detuvo en su piso. Caminó hasta dónde se encontraba una de sus compañeras para tomar las plantillas que debía completar ese día.

— Mi mejor amiga anda por aquí —Jolanis apareció con su cámara y ella pasó para la foto—. Mira qué bonita estás, ando recolectando fotos del día, ya sabes, para las redes.

— Me las envías en cuanto puedas —vio que su amiga estaba algo cambiada—. ¿Quieres venir conmigo un momento? —apuntó hacia su pequeño espacio—. Debo decirte algo.

— Claro.

— Ven —comenzó a caminar—. Muchas gracias, te daré el informe en unas horas —le dijo a la persona que le dio las plantillas.

— Estar embarazada, te ha cambiado el humor que te cargabas —susurró Jolanis, en cuanto entraron a su oficina—. Hasta una oficina tienes.

— Todos tenemos nuestras oficinas separadas —dejó su bolso y abrigo un perchero—. Chocolate, quiero comerlos.

— Pero si tienes los dedos embarrados —su amiga rio—. Sé que tu esposo come mucho chocolate, pero tú estás pasando los límites.

— Rebecca, mi suegra —se quitó las zapatillas—. Ella me comentó que comía hasta diez barras de chocolates en una sola mañana, es por eso que a mi querido esposo le gusta tanto comerlos.

— Y tú andas siguiendo los pasos…

— Por supuesto —se encogió de hombros—. Hay una cosita que me está molestando —se rascó la nariz—. Desde hace meses, estoy viviendo con Alexander, es más por el embarazo, que por otra cosa o es lo que pensé al inicio.




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