Una esposa para el alfa

33. Mal presentimiento.

Alexander se sentó frente a la chimenea, quemando las fotografías que Dahiana había visto. Ella se encontraba bien, durmiendo en la habitación que ambos compartían y que sin lugar a dudas se quedaría por mucho tiempo. Lo confesaba, estaba comenzando a tener sentimientos por esa mocosa que era diez años menor que él y que le encargó de paso a un niño que tampoco llevaba su sangre. Ver el rostro pálido de Owen, hizo que el corazón se le apretara más de lo debido. 

No tuvo el valor de ver el CD, respetó la decisión de Dahiana de no verlo e iba a cumplir con ese mandamiento al pie de la letra.

— Papá —lo llamó Owen.

— Hmm —echó otra foto en el fuego—. ¿Sucede algo?

— ¿Por qué no estás con mi mamá? —Owen terminó de entrar a la sala—. ¿Ella está mal otra vez?

— ¿Y tú por qué no estás durmiendo? —le preguntó a su hijo, mirándolo por encima del hombro—. Quedamos que te ibas a quedar en tu habitación hasta mañana.

— No puedo dormir, seguí tu olor hasta aquí —se sentó a su lado—. ¿Qué es eso, papá?

— Basura dañina —fue volteando las fotos para que él no las viera—. ¿Tuviste mucho miedo porque tu madre no estaba contigo? ¿Por qué ibas a pelear en la escuela?

— Yo me comencé a sentir mal, porque no me querían dejar salir y cuando fue a buscarme chofer la de la casa del abuelo, me enojé y le pedí a la abuela que me llevara al hospital, ya que tampoco me querían decir cómo estaba mi mamá —Owen abrazó a Alexander por el brazo—. ¿Mami no sufrirá más?

— No, me haré cargo de quitar la basura del camino, no tienes de qué preocuparte —sonrió hacia él—. Fue un susto, por lo que tienes que estar tranquilo tú también, para que tu madre no se preocupe por nada.

— Gracias, papá, eres el mejor de todos.

Alexander besó su cabeza y luego terminó por lanzar las fotos al fuego. Se levantó del piso, cargando a Owen en el proceso; para irse a dormir con Dahiana.

— ¿En dónde estaban ustedes dos? —preguntó Dahiana, dejando salir un largo bostezo—. ¿Por qué no están conmigo en la cama?

— Estábamos en la chimenea y papá me trajo para cuidarte —el pequeño alfa se arrastró hasta dónde se encontraba Dahiana, descansando—. Mami, sé que mi otro papá te hizo algo malo, ¿qué fue?

— Es algo de adultos, mi amor —Dahiana se movió hacia un lado—. Vengan a dormir conmigo —ella vio al alfa caminar hasta el otro extremo de la cama—. ¿Te pasa algo?

— Estoy cansado ahora, han sido días agotadores —informó Alexander, suspirando—. Hace unas horas regresamos del hospital.

— Pasé ahí tres días —la humana hizo un puchero—. Owen no ha pasado mucho tiempo con nosotros, sino con tus padres y me estaba poniendo celosa.

— No tienes por qué estarlo, es algo pasó y listo —se metió entre las sábanas y puso al pequeño alfa entre ambos—. Descansa, porque el medicamento…

— Estás enojado conmigo —la voz de Dahiana se fue apagando—. Es por las fotos que viste, mi madre me dijo que no tenía por qué estar asustada, pero este cambio que tiene ahora conmigo me pone a dudar.

— Ven aquí —se estiró sobre el cuerpo de Owen, para tomar el rostro de Dahiana entre sus manos—. No estoy enojado contigo, eso jamás —besó su nariz—. Es conmigo mismo, llegué muy tarde para salvarte y casi perdemos a los bebés.

— Eres un alfa muy cruel —ella sollozó—. Te dije que mis hormonas están por todos lados y me haces cosas malas. ¿Por qué eres así conmigo?

— Papá es muy malo, yo digo que lo dejemos dormir en el sofá —intervino Owen, burlón—. Vamos, mamá, sácalo de la cama.

— Tampoco me andes ayudando de ese modo.

— ¿Entonces no estás enojado conmigo?

— No, no has hecho nada malo para que yo esté enojado contigo —le dio un casto beso en los labios—. Vamos a dormir, porque mañana tenemos mucho trabajo por hacer.

Ella no se quedó muy convencida de eso; pero de todos modos no hizo más preguntas y apagó la luz de la lámpara. Él se quedó mirando el techo de la habitación, con la mitad del cuerpo de Owen sobre él y con el brazo de Dahiana cayendo de igual modo. Con una mano acariciaba el brazo de su esposa y con la otra, el cabello de su hijo. 

Hijo.

Una palabra que era muy pesada para él y que, sobre todo, tenía que resolver la manera de desaparecer a ese hombre de la vida de todos. Nunca había recurrido a usar métodos ilegales, pero tendría que utilizarlos, por el bien de su familia.

A la mañana siguiente, preparó el desayuno con la ayuda de su hijo, bueno, el cual no hizo de mucho al estar sobre sus hombros. Tampoco iría a trabajar ese día, ya dejaría todo en manos de su primo Bahir, el cual ya estaba que no se aguantaba con tantos deberes.

— Mi esposo y mi familia son tan guapos —dijo Dahiana, desde la mesa de la cocina—. Preparando el desayuno, viéndose tan hombres de familia.

— Es que somos los hombres que te van a cuidar hasta el lunes, mamá —dijo Owen, desde los hombros de Alexander—. Tú no hagas nada, nosotros lo haremos.

— Hablan como si fueran a dejarme encerrada por siempre —ambos alfas se giraron para verla—. Deben estar bromeando.

— Ya no saldrás sin permiso —dijo Owen, serio—. Estás demasiado rebelde, pones en peligro la vida de las personas.

— La adulta soy yo aquí.

Después de que el desayuno estuvo listo, los tres comieron en completo silencio, ellos estaban realmente felices porque estaban saliendo de todos sus problemas por unos instantes. Alexander seguía teniendo esa duda de que hacerle a ese sujeto para que sufriera. 

— ¿En qué estás pensando? —le preguntó Dahiana, con el ceño fruncido—. ¿Es porque iremos a casa de tus padres?

— En todas las cosas que nos están pasando en estos días —respondió con una pequeña sonrisa—. Owen tiene que estar tranquilo y no provocar más peleas en la escuela, eso no está bien.

— Solo fue una vez —Owen gimoteó—. No volverá a pasar…




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