Alexander se encontraba en su oficina, viendo las fotos de la fiesta anterior a la que él había asistido con su familia. Ya debía dejar eso de tener que llevar a Owen a ese tipo de cosas y más cuando se trataban de los días de clases. Naisha firmaría ese día los documentos, y ya sería todo para el punto final de todas las cosas buenas y malas que estaban pasando en esos días.
Unos toques en la puerta, hicieron que dejara las fotos de lado y prestara atención a su secretaria, la cual tenía una mirada algo tensa.
— Señor…
— Buenos días —la esposa de Jonathan hizo a un lado a la pobre chica—. Tenemos que hablar de algo serio.
— ¿En serio? ¿Nosotros hablar?
— Sí —la omega cerró la puerta detrás de ella, caminando con pasos decididos hacia dónde se encontraba él—. Mi esposo está en prisión y tú eres el único que puede ayudarlo a salir —tomó asiento delante de él—. Te pido de favor que busques la manera de hacer que esto se termine, porque el resultado no será el más bonito de todos.
— Ni siquiera te di el permiso de entrar y de sentarte —entrelazó sus dedos en el escritorio—. Escucha lo que te diré, no quitaré la demanda por más que quieras. Lo que ese sujeto ha hecho durante años no tiene justificación. Abandonó a su hijo para irse contigo, le robó mucho dinero a mi esposa y a su madre y de paso, tuvo la osadía de pagarle a alguien para que quitara su apellido del nombre de mi hijo.
— Fue por algo bueno, tienes que agradecerme al menos que hice las cosas bien —la omega frunció el ceño—. Eso de las almas gemelas está sobrevalorado actualmente, todos tienen un límite…
— Le pido de favor que se marche, llamaré a seguridad, porque presiento que entró sabiendo que su entrada en mi empresa está prohibida —farfulló enojado—. Su querido esposo cometió muchos delitos y es momento de que pague por todos ellos, mi esposa no hizo nada del otro mundo.
— Tu esposa es una pobretona que se metió con él a base de mentiras…
— ¿A base de mentiras? —golpeó el escritorio enojado—. Eres una mujer, no te humilles a ti misma con este tipo de cosas, porque es estúpido a tal grado de que ahora mismo lo único que podrías lograr es que mi odio hacia tu persona sea enorme y termine por hundir a tu familia.
— Mi familia tiene tratos con la tuya, no me parece la cosa más justa de todas —la chica se veía enojada—. Quiten los cargos, cometió un error al tener esas fotos.
— Mujer del demonio —habló enojado—. Había fotos tuyas, fotos de hombres que a lo mejor tuvieron sexo con él, fotos, videos, prendas de personas, diarios y un montón de cosas más —chasqueó la lengua—. Ten un poco de dignidad, húndelo en la cárcel, se libre, busca a otra persona y listo.
— ¡No lo entiendes! —la omega gritó enojada—. La vida de mi familia está arruinada, todo está en manos de unas personas que nos saben el mal que nos han hecho.
— ¿Qué les hemos hecho mal a ustedes? —se burló iracundo—. Por favor, no sean patéticos, esto es su culpa…
— Amor, ya estoy aquí… —Dahiana entró a la oficina con unas bolsas de comida, y frunció el ceño al verla—. ¿Qué haces aquí, Patricia?
— Vine a hablar de una manera más calmada con tu esposo, tratando de arreglar las cosas, pero veo que no podrá ser de ese modo —Patricia cruzó las piernas, y miró el vientre de Dahiana—. Al menos, has podido lograr amarrar a un alfa como él con un bebé.
— Yo no amarré a nadie —La humana caminó hasta el escritorio de su esposo—. El hecho de que estés aquí ahora solo me indica que tu familia te mandó o que fue tu querido esposo.
— Nadie sabe que estoy aquí —la omega mordió el interior de su mejilla—. Solo quiero que quiten esa demanda…
— Nosotros no hemos demandado a nadie, se encontraron pruebas de que tu querido esposo es una escoria —Dahiana rodeó el escritorio para acercarse un poco más a su esposo—. Fue una denuncia anónima.
— En esta oficina, todos saben que fueron ustedes para arruinar la vida de mi familia y de paso la de mi esposo —ella tenía la voz temblorosa—. Digan que todo fue un error, eso podría salvar muchas vidas.
— Sí, eso no pasará —Alexander se levantó de su asiento para que Dahiana se sentara, y de paso, le quitó las bolsas de comida—. Siéntate, no puedes estar mucho tiempo de pie —la ayudó a acomodarse—. Mi esposa está embarazada, por si se te olvidó, antes era pareja de tu querido esposo, el mismo sujeto que abandonó a su hijo.
— Un hijo que fuimos a buscar para darle una mejor vida —Patricia tensó la mandíbula—. Quiten esa jodida denuncia.
— ¿Sabías que Jonathan engañaba a las mujeres con cientos de deudas? ¿Qué secuestraba a niños y luego se iba como si nada? —preguntó Alexander, con una sonrisa carente de humor—. Te estás humillando por un hombre que prefirió jugar con los sentimientos de su alma gemela solo para quedarse contigo.
— Patricia, el día que te casaste con él, me vio al otro lado de la acera —Dahiana negó con la cabeza—. No le importó siquiera su propio hijo, el hijo que le quitó a su madre para su propio beneficio y que le dijo que me dijo que su madre estaba muerta.
— Eso es cierto, esa mujer murió hace muchos años…
— Patricia, por el respeto que les tengo a las mujeres, será mejor que salgas de mi empresa, les digas a tus padres que no habrá ningún tipo de trato y de paso, le buscas un buen abogado a tu querido esposo —Alexander apuntó hacia la puerta—. Porque esta conversación que tenemos no llegará a nada bueno y tú solo estás aquí perdiendo el tiempo.
— Esto no se quedará así —la omega se puso de pie—. Haré de sus vidas un infierno y será mejor que sean ustedes los que saquen a mi esposo de la cárcel, porque créanme que no será para nada bonito lo que les tengo preparado.
Caminó con pasos decididos hasta la salida de la oficina, cerrando la puerta de golpe y dejándole un mal sabor a Alexander. En ese momento, supo por qué esos dos se habían casado tan fácilmente, porque se veían tan tranquilos y que nada les importaba en lo más mínimo. Esa mujer era de la misma calaña que ese hombre.