Una esposa para el alfa

42. Naisha Kanwar.

Se tuvo que tomar un receso luego de ese noticia, la pobre de Dahiana casi se desmaya y Alexander tuvo que ir a buscarla antes de que tuviera un colapso, por lo que estaba ocurriendo realmente, la pobre chica a duras penas podía con su vida y literalmente fue una noticia dura para ella. Su mirada estaba perdida en un punto ciego de esa habitación, todavía no podía siquiera creer que habían usado esa carta para dejarla en evidencia y que su pequeño Owen estuviera metido en medio de todo eso.

— ¿Estás bien? —le preguntó Alexander y ella negó con la cabeza—. Dahiana…

— El juicio es por esos cargos, no trataba de la custodia de Owen —sollozó—. ¿Por qué tuvieron que decir esas cosas? ¿Qué hice mal?

— No has hecho nada malo —su esposo la abrazó—. Esto es algo que no debía pasar, pero ya el daño está hecho y debemos de ser muy pacientes con esto.

— Es que no lo entiendo —murmuró, queriendo llorar—. Se supone que nada malo debía pasar, que él se iba a pudrir en la cárcel, pero ahora dicen eso. ¿Me quitarán a Owen?

— No te lo van a quitar por más que quieran hacerlo, es nuestro hijo —tomó el rostro de su esposa, y le dio un beso en los labios—. Escúchame bien, vamos a salir de esto, nadie nos quitará a nuestro hijo.

— Ese hijo de su madre solo vive arruinándome la vida con todo lo bueno que tengo y hago —se limpió la nariz—. Me siento fatal, no sé qué más hacer y…

— El tiempo se nos agota, iremos ahí, hablaremos con el juez y de paso, le daremos la cara a los problemas —dejó un beso por su rostro, sacándole unas pequeñas risas—. Hoy es el último día, porque Bahir está que no puede hacerse cargo de la empresa.

Ella asintió, fueron otra vez hacia la sala y volvieron a tomar asiento en el mismo sitio de siempre.

— ¿Se encuentra bien, señora? —le preguntó el juez y ella asintió—. Bien, ¿puede responderme la pregunta? Le recomiendo que lo haga con la verdad, porque de lo contrario, eso le traerá muchos problemas.

— Sí, señor —pasó saliva en seco—. Me casé con Alexander de forma sorpresiva, nos estábamos viendo antes de esto, incluso, él es el jefe de mi madre —estaba mintiendo a medias—. Si manda a pedir nuestra acta de matrimonio, nos casamos con bienes compartidos, en ninguna parte dice que fue por un contrato. Hay cláusulas que se romperán en unos meses, pero fue todo legal y las dos partes estábamos de acuerdo —todo para salvar el trasero de Bahir—. Él le quitó el apellido a Owen y tengo entendido que…

— Él los está demandando a ustedes porque le han quitado a su hijo…

— Las pruebas están aquí —dijo el abogado que habían contratado—. Fue una odisea para que puedan inscribir al pequeño en la escuela, mientras él estaba casándose, su hijo enfermaba, lloraba y…

— Eso es mentira —dijo Jonathan, golpeando la mesa—. Fui a buscarlo…

— Señor juez —Dahiana se mordió su labio—. Jonathan me robó el dinero de la universidad, los ahorros que mi madre tenía y de paso, lo último que hizo fue robarse el dinero de los medicamentos que yo había comprado para Owen en esos días, puesto que tuvo fiebre y el hospital era caro, los medicamentos por igual y el transporte—. Su voz se fue apagando—. Alexander le dio el apellido a Owen, porque era lo que correspondía cómo su padre.

— ¿Es eso cierto, señor Klein? —preguntó el juez hacía Alexander—. ¿No hay ningún contrato de por medio?

— No, solo unas simples cláusulas que en cualquier matrimonio se deben cumplir —habló con mucha seriedad—. Sin embargo, el juicio inicial era por los cargos de extorsión hacia mi esposa, la cual casi tiene un aborto semanas antes por culpa de este hombre —le indicó al abogado que llevara la grabación y de paso, entró el chico que le entregó el sobre, la vez pasada a Dahiana—. Había fotos, videos y una carta que decía que si no le daba la custodia de Owen por las buenas, iba a publicar esas cosas en redes sociales.

— Pase al frente y agradezco a los dioses y a la luna porque este es un juicio privado —chistó el pobre hombre—. Porque ya esto se está saliendo de mis manos.

— Ellos no…

— Silencio —le ordenó el juez a Jonathan. —. Usted fue quién quiso iniciar con esto, ahora se aguanta —tensó la mandíbula—. Veo que no han contado las cosas como es, que todo ha sido a medias, algo que no perdono —miró al mensajero—. Hable desde ahí, porque como ve, tenemos a una mujer embarazada y no queremos un parto prematuro.

— Sí… —el chico miró hacia todos lados—. Yo fui el encargado de entregarle el sobre a la señora, sin embargo, no sabía lo que había adentro al momento de ser entregado, hasta que tuve curiosidad. Me pagaron cinco mil libras para entregarlo personalmente.

— ¿Cinco mil libras? ¿Tiene idea de que eso es el sueldo de un año para alguien que gana lo mínimo? —el juez entrelazó los dedos, y el chico asintió—. ¿Usted vio el contenido…?

— Sí, vi que eran fotos de alguien teniendo sexo… en cuanto vi a la señora al momento de hacer la entrega —el chico se notaba nerviosa—. Fui otra vez en dónde el señor Jonathan para pedirle más dinero y él me dijo que no daría más, porque si metía las narices en dónde no debía, mi familia estaría en muchos problemas. 

— Señor Blawel, los cargos se siguen sumando y no veo por ningún lado que pueda salir librado de esto, mucho menos su esposa —apuntó—. Ya la extorsión va más allá de mi entendimiento, más de lo que pensábamos y esa contrademanda que ustedes han impuesto no tiene sentido.

— Ellos están manipulando las pruebas a su antojo —dijo el abogado de Jonathan—. Este chico pudo haber sido sobornado por ellos para decir esas cosas.

— Están las pruebas de las cámaras de vigilancia que se le fueron entregados al juez que tenemos en esta sala —dijo Alexander—. Hay otro testigo, la antigua pareja de este hombre… la mujer a la cual le quitó a su hijo y que tiene muchas cosas que decir.

Un guardia abrió la puerta, llamó a alguien en la sala de espera y Naisha entró al igual que Kang. El rostro de Jonathan fue todo un poema, porque este imaginó que ella estaría muerta o en algún prostíbulo de mala muerte en la India, no con alguien que tenía pinta de ser un mafioso de mala muerte. Joder, las cosas no estaban saliendo como ellos lo tenían planeado, todo lo contrario, todo parecía ir cuesta abajo en esos momentos.




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