Dahiana estaba comiéndose una barra de chocolate de lo más feliz, después de que el juez dio la orden de que Jonathan pasaría más de cien años en la cárcel por todos los cargos impuestos y de paso su querida esposa por extorsión, su familia quedaría en la ruina. Se encontraban todos en la casa de los padres de Alexander, viendo a Owen correr de un lado a otro con Alexander, Marco y Kang. Naisha tenía la mirada perdida, solo era cuestión de tiempo para que ella se marchara y se olvidara de que tenía un hijo.
— Escuché la conversación que tuviste con Kang —rompió el silencio, después de un rato—. No quieres alejarte de Owen.
— ¿Qué? —giró su rostro para verla—. ¿De qué me estás hablando?
— Caminemos un momento, porque estás un tanto tensa y no es bueno para ti —tomó el envase de chocolate—. Hay un hermoso bosque aquí, nadie nos molestará y esos cuatro están entretenidos jugando con los otros lobos.
La omega le dio una última mirada a Kang, y la siguió hasta la parte trasera de la casa. Todo se encontraba bien cuidado, que se preguntó qué tanto era lo que hacían todos en esa manada como para que cuidaran los cultivos de ese modo.
— Lo que hayas escuchado…
— Eres la madre de Owen, la única mujer que puede estar cerca de él por el momento y te aseguro de que él te buscará en el futuro en dado caso de que así lo quiera —le dio un poco de su chocolate—. Es lo mejor, Owen no te conoce y veo que tampoco quiere hacerlo por el momento, ya que a mí es la única persona que ha visto durante todos estos años.
— Fue duro enterarme de que mi hijo se encontraba con la familia de Kang, porque algo me decía que todo el tiempo lo supo y no me dijo nada —Naisha puso un mechón de su cabello detrás de la oreja—. Por más de cinco años crié a un niño que no era mío, con la esperanza de que Owen apareciera otra vez y lo único que conseguí fue a Kang, un ángel caído que se disfraza de cualquier cosa que se le ponga por delante —negó con la cabeza—. Cuando entró a mi casa, lo primero que le pregunté era si venía a cobrarme las deudas que tenía anteriormente y resultó ser que él solo quería tenerme como su amante.
— ¿No te negaste a eso?
— Kang es el miembro más poderoso de la mafia, con decirte que los líderes del mundo le tienen respeto —rio, carente de humor—. Jonathan le debía mucho dinero, varios encargos por cumplir que se quedaron a medias y todo se encontraba a mi nombre. Porque confié de más en una persona y las consecuencias es lo que vivo día a día.
— No fuimos las únicas mujeres que estuvimos en esta posición —llegaron en dónde se encontraba un hermoso paisaje—. Las grabaciones que le entregamos al juez, fueron suficiente para que se pudra en la cárcel por muchos años.
— Estoy segura de que Kang no dejará que llegue hasta allá —negó con la cabeza—. Espero que cuides bien de Owen, es un niño hermoso y demasiado bueno para este mundo. Me alegro de que no haya sacado nada de ese bastardo que le tocó como padre, porque nunca me lo perdonaría.
— Él sacó el mismo color de ojos que tú, el mismo cabello y esa mirada de dulzura que lo caracteriza, pero la parte de dramático y manipulador está de parte de Jonathan.
— Con ustedes, es más que obvio que él estará bien, no tendrá ningún problema para estar con las cosas buenas de la vida —su voz se fue apagando—. Quiero a mi hijo, es todo lo que me queda en el mundo, mis padres me odian y prefieren que los crea muertos… por amor cometí un pecado y estoy pagando las consecuencias.
— No llores, harás que Kang venga y arruine nuestro momento a solas…
— Es que no quiero esta vida, yo quería seguir estudiando medicina, ser algo bueno en esta vida de mierda —sollozó—. Solo quería estar con mi hijo, tenerlo conmigo y salgo de un loco manipulador y termino con un psicópata que…
— ¿Un psicópata? —ambas miraron hacia dónde se encontraban Alexander, Marco, Kang y Owen—. ¿Me consideras un psicópata?
— Eso no…
— Será mejor que nos marchemos —Kang extendió su mano de manera calmada hacia dónde se encontraba Naisha—. Vamos, tenemos que tomar un vuelo ahora y estando aquí no podremos llegar a casa.
— No quiero irme…
— Tenemos un trato, cumple con lo que me prometiste y listo.
Dahiana iba a meterse en la conversación, pero la mirada severa de Alexander la detuvo. Vio a su hijo, con el dedo metido en la boca, observando la situación con ojo crítico, pero con la mirada en la mujer que le dio la vida. Naisha hundió los hombros, tomando la mano de su carcelero.
— Cuiden de él, por favor.
— Claro, es lo que haremos.
El envase de chocolate fue quitado de su mano, todavía estaba inquieta porque esa chica tampoco era que tenía una buena vida estando con una persona que buscaba su propio beneficio.
— Mamá, ¿ella se va? —le preguntó Owen, sin dejar de ver las figuras de Kang y Naisha—. ¿Por qué se ve triste?
— Ella se tiene que ir, porque estando aquí contigo corre peligro —intervino Alexander—. Ella te quiere, y como tú no quieres estar cerca de ella, se puso un poco triste por eso.
— ¿Y si le das un abrazo antes de que se vaya? —preguntó Marco, tranquilo—. Es para que ella no se sienta mal luego y ya sabes cómo puede ponerse si…
— ¿Con un abrazo se sentirá bien? —Owen abrazó a Alexander—. Puedo hacerlo.
— Entonces, vamos con ella antes de que se vaya —dijo Alexander, antes de sonreír.
Caminaron de regreso a la casa, en dónde vieron que Kang estaba sacando su auto para dirigirse a la manada de Alexander y empacar sus cosas. Naisha tenía las mejillas rojas, al igual que su nariz, la mirada más perdida que nunca y ni hablar de que no tenía deseos de irse a otro lado sin su hijo. El pequeño fue dejado en el suelo con mucho cuidado, y con pasos rápidos fue hacia dónde se encontraba Naisha.
— Mamá —la llamó, y ella levantó el rostro—. Un abrazo, por favor.