Una esposa para el alfa

44. Cuatro hombres en casa.

Alexander miró a su esposa con más calma mientras dormía a su lado. Habían pasado unas semanas muy buenas desde que Jonathan fue a parar a la cárcel y ahí tampoco lo estaba pasando muy bien. Owen estaba como siempre de colocado en su habitación, en su forma de lobo que ya se le hacía costumbre dejar la puerta entreabierta en las noches para que él pudiera entrar en silencio. Suponía que se debía a que tenía una conexión con uno de sus hijos. Salió al balcón de la habitación, viendo a la luna desde el punto más alto, como esta se veía igual de hermosa que siempre.

Dijo unas palabras en voz baja, y luego de eso, una planta comenzó a crecer. Desde que se había casado y tomado el mando de su familia, no había podido realizar ningún hechizo. Tampoco usar sus dones de brujo como en el pasado, puesto que estos y su lobo no se llevaban del todo bien y a decir verdad, su lobo se encontraba muy calmado esos días que ya no tenía deseos de matar a nadie.

— Esposo, ¿no puedes dormir? —le preguntó Dahiana, abrazándolo—. ¿Qué tienes?

— No tengo nada del otro mundo, es que no había hecho esto en mucho tiempo —se giró un poco para abrazarla y mostrarle lo que había hecho—. Como sabes, soy un brujo mixto, mis dones son algo extremos o lo eran antes, ahora están controlados.

— Lo recuerdo, en una de las fiestas, me ayudaste con los dolores en las piernas que sentía —sonrió—. Han sido unos meses buenos, algunas veces con problemas, pero hemos podido salir adelante.

— Mañana al fin iremos a conocer el sexo de nuestros hijos —cambió un poco de tema—. De paso, mi padre me confirmará algo que Owen es.

— ¿Owen?

— Sí, ¿recuerdas en la fiesta como te calmó el malestar? —ella asintió—. Los alfas milenarios no tienen dones de curación o algo parecido. Owen tiene eso, es decir, te toca si tienes dolor y sientes alivio.

— Oh, entiendo, tu madre me explicó un poco de eso —Dahiana se llevó el pulgar a la boca—. Hay cosas que no sé todavía de ustedes, sin embargo, presiento que serán tanto buenas como malas.

— No será nada de eso, esposa —besó sus labios—. Si Owen tiene ese don, es porque la diosa luna se lo ha dado, puesto como te dije, es el equilibrio que necesitamos en nuestras vidas…

— Sobre tu madre…

— Mi padre es quién está a la cabeza del concejo —le recordó—. Durante décadas ha mantenido el orden, nada se le escapa y siempre está dispuesto a ayudar. Es por eso que es el dueño de una de las manadas más grandes que existen, ya te dije que él ha hecho muchas cosas por las personas, se puede decir, que hasta más que el presidente.

— El presidente es tu primo, tenle un poco de respeto al menos —le dio un golpe en el pecho—. Tu familia es muy unida, quién se mete con uno, se mete hasta con el bisabuelo.

— Es porque no conoces a los padres de mis padres, ellos fueron los que iniciaron todo lo que ves aquí en esta familia —miró otra vez a la luna—. Ellos tuvieron su historia, una oscura y que sin lugar a dudas fue algo malo.

— ¿Qué tan malo?

— Mi abuela Marsella, decidió sacrificar su fertilidad para que el presidente que ves ahora esté con vida.

Por el rostro de Dahiana, se dio cuenta de que eso fue como un golpe extraño. Escuchar que alguien sacrifique tener hijos para salvar a los hijos de sus hijos, no se veía todos los días. Los lobos hacían tantas cosas a lo largo de los años, que se preguntó por qué razones habían durado tanto tiempo en las sombras si eran tan poderosos.

— ¿Temes que Owen se enamore de alguien de su mismo sexo? —preguntó Dahiana, rascándose la nariz—. Lo digo, porque tu primo Kang es adoptado por una pareja de homosexuales y quiere a sus padres por igual.

— En mi familia hay personas que se aman, que son del mismo sexo y eso nunca ha sido un problema —rio—. Fuimos criados fuera de las creencias humanas. No somos Dios para juzgar a nadie, cada quién tiene un pecado con el cual cargar y el que se pongan en plan de juez, no es bueno —quitó el mechón de cabello que estaba de intruso—. Mi querida esposa, si Owen es homosexual, bien por él, no nos vamos a meter en su vida.

— Bien, porque ya estaba considerando lanzarte desde aquí —se alejó—. Vamos a dormir, mañana tenemos cita médica antes del trabajo.

Regresaron a la habitación, en dónde el pequeño Owen ya se encontraba en medio de la cama.

— Esposa —la llamó, colocando la sábana sobre ambos—. Antes habías dicho que tenías sueños y metas que cumplir…

— ¿A qué viene esa pregunta ahora?

— Si no nos hubiéramos casado por culpa de Bahir, no estarías embarazada, tampoco conmigo y a lo mejor tú ahora…

— Alexander, es la hora de dormir y tú andas pensando en los sueños que no se pudieron cumplir porque aparecieron algo tres veces mejor —sonrió hacia él—. No vuelvas a decir eso, porque nos quedan unos largos meses de contrato.

Arrugó la nariz, cómo si fuera un niño pequeño. No se volvió a tocar más el tema, simplemente se quedaría los tres juntitos en la cama como si fueran una pareja feliz y contenta. No se quedó dormido de inmediato, porque tenía la sensación de que cuando se acabara el contrato, él sufría mucho al tenerla a su lado y aunque se había dicho que sus sentimientos eran correspondidos, ella tenía muchos sueños que se quedaron estancados por el ser miserable que en el pasado era su alma gemela. Ellos, por una broma, se convirtieron en más que eso, en algo que no debía ser y que gracias a Owen, todo se encontraba en su sitio.

A la mañana siguiente, el primero en despertar, ya que Dahiana seguía pegada a su cuerpo y Owen en su forma de lobo como la noche anterior. Para ellos dos, se les estaba haciendo costumbre el hecho de rodearlo como si fueran unos pulpos andantes. Se dio una ducha rápida, colocándose un pantalón de chándal y bajó hasta la cocina para prepararle algo de desayunar a su querida esposa.

— Mi esposo preparando el desayuno es algo un tanto extraño —sonrió Dahiana—. Me gusta.




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