Una esposa para el alfa

50. Rojo, gris y negro.

Tres bebés, cuando salió primero, se dio cuenta de que sería un problema al ver que tenía el rostro similar a Alexander cuando era bebé y más aún el segundo bebé. Todo gracias a que Rebecca le mostró las fotos de él y hasta pequeño era bonito. 

La niña fue la última en salir y fue cuando no pudo aguantar más y comenzó a llorar porque después de horas y horas de sufrimiento para ella y su cuerpo, tres hermosos niños nacieron, los cuales a los pocos minutos de haber sido revisados, ya se encontraban en su forma de lobo.

Rojo, gris y negro. Esos eran los colores de sus tres retoños, mismos que no estaban planeados nacer hace meses atrás y que, en esos momentos, ya estaban invadiendo ese mundo.

No supo en qué momento se quedó dormida, pero cuando abrió los ojos, se encontraba en una habitación lujosa y con Alexander durmiendo en el sofá con Owen en sus brazos. Movió la cabeza de un lado a otro, buscando a los bebés, y no vio nada.

— Alex —lo llamó, pero su voz sonó muy ronca y casi no se escuchó.

Estiró su mano hacia dónde se encontraba una jarra con agua y literalmente se la tomó todo sin reparo, omitiendo el dolor que su cuerpo sentía por culpa de parto. Iba a demandar al hospital, por el hecho de no hacerle una cesárea, y tenerla durante horas con las patas abiertas y pujando hasta más no poder para que tres lobos salieran.

— ¿Mami? —la voz adormilada de Owen la sacó de su placer de estar tomando agua—. Papá, mamá ya despertó.

— ¿Uh? —Alexander se sentó de golpe en el sofá y luego fue hacia dónde se encontraba Dahiana—. ¿Cómo estás? ¿Te duele algo? —dejó a Owen en la cama—. ¿Te bebiste toda esa agua?

— Estoy bien, me duele el cuerpo y tenía mucha sed —palmeó la cama a su lado—. ¿Y los bebés? ¿En dónde están?

— Están en neonatal, supongo que debimos ir a un hospital que no fuera perteneciente al de mi familia —el alfa hizo una mueca, y luego se sentó a su lado—. En unos minutos deberá de dejar de dolerte —apuntó hacia la sangre que estaba a su lado—. Mi hermana vino para revisar que todo estuviera bien.

— Al menos tu familia puede decir que me tienen bien sujeta de las manos, porque ahora me siento un poco mal porque ellos están haciendo de todo un poco para mantenerme con vida —hizo un puchero—. ¿Ellos están bien?

— Sí, son tres lobos muy fuertes y me costó mucho sacar a Owen, de ahí —el pequeño alfa se puso rojo al escuchar las palabras de su padre—. Digamos qué este pequeño alfa de aquí, no quería separarse de su hermana.

— Supuse que los tres iban a nacer en la manada, no en un hospital. ¿Eso no es algo extraño para tu familia el que mis hijos hayan nacido fuera de una manada?

— A mi mamá le dislocó un poco eso, porque le pareció extraño que los bebés decidieran nacer cuando íbamos de camino a la manada —Alexander tomó su mano—. No me dejaron entrar contigo, Owen comenzó a llorar y de paso, mi hermana estuvo metida en otros asuntos. Hasta que no te sacaron de la sala de partos, no me bañé o dejé que otra persona estuviera cerca de Owen.

— Aw, mis dulces hombres protegiendo a su humana —sonrió hacia ellos—. Lamento mucho haberlos preocupado, no fue mi intención hacerlo. En verdad, lo siento.

— Ya pasó y no importa —Alex besó sus nudillos—. El anillo está en la mesita de noche, también encontrarás las otras cosas que fueron quitadas, espero que no te importe…

— No, no me importa, porque ustedes están conmigo ahora —se sentó un poco más en la cama—. Quiero ver a los bebés ahora, por favor.

— Debes esperar un rato más a que los traigan —Alexander logró que otra vez se quedara acostada en la cama—. Te pido que no intentes moverte, porque acabas de tener un parto largo y ahora te lo digo como tu esposo, padre de tus hijos y jefe —le apretó los hombros—. Sabes bien que puedo noquearte solo con unas palabras. No me hagas hacerlo.

— ¿Me estás amenazando?

— Sí, si quieres ver a los niños esperarás pacientemente en esta jodida cama, ¿cierto, Owen? —el pequeño asintió—. Tú lo harás, no hagas que use mis dones contigo.

— Yo solo quiero verlos…

— Y yo te digo que debes esperar a que los traigan, los están revisando —Alexander le quitó un mechón de cabello que caía sobre su frente—. Mi madre está ahí, también mi hermana y su esposo.

— Me dijiste que no era nada extraño lo que ocurría con los bebés.

— Te dije que aún no han vuelto a su forma humana.

— Mamá, tienes que quedarte en la cama —Owen la abrazó, olvidándose de que tenía una intravenosa—. Papá tiene razón, no debes hacer esfuerzos y por favor, ya no hagas nada que pueda lastimarte.

— Bien, me quedaré tranquila, solo porque tú me lo pides.

Vio el rostro incrédulo de su querido esposo, porque por más amenazas que él le dijera. Podía descansar durante un rato, puesto que sus hijos se encontraban bien y fuera de peligro y eso era bueno, en cierto modo.

No pasó mucho tiempo, hasta que la puerta de la habitación fue abierta y dejó ver a Marco, el padre de Alexander, entrar con un cunero y detrás de él se encontraba su esposa y Kiara, la hermana de Alexander.

— No pudimos lograr que volvieran a su forma humana —le informó Rebecca—. Espero que no te importe verlos en su forma de lobuna.

— Solo quiero verlos —dijo, y Alexander la ayudó a sentarse—. Ahora están más limpios que antes —bromeó un poco—. Tres colores distintos, ¿es normal?

— Sí, es algo normal que hayan nacido de ese modo —Rebecca se encogió de hombros—. Los lobos pueden nacer con un color distinto al de sus padres, aunque ocurre más en los lobos milenarios.

— Entiendo —murmuró, mirando a sus hijos—. ¿Ellos están bien?

— Sí, ellos están bien —dijo Kiara, mirando el reloj de su muñeca—. Tengo que irme, fue un placer haber conocido a mis sobrinos, ya era justo que Alexander me diera a personas a las cuales…

— ¡Buenos días! —la puerta se abrió bruscamente, dejando ver a Bahir y a Jolanis entrar a la habitación—. Miren qué cositas tan bonitas —sin que nadie les dijera algo, tomó a uno de los lobos—. Este es igual que Alexander, siempre aburrido y gruñón.




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