Una esposa para el alfa

Final: Todo lo que construimos.

Dahiana se miró varias veces en el espejo antes de colocarse la última flor en el peinado. Era el día de su boda, después de tantas cosas, se estaría casando con el único hombre que ponía todo su mundo de cabeza y que, sobre todo, era suyo, porque nadie se lo iba a quitar. Si hace dos años le hubieran dicho que a través de ese matrimonio por contrato ella sería: millonaria, madre de cuatro lobos y de paso, ella sería una loba milenaria, les estaría diciendo que todo era una vil mentira.

Sus hijos tenían entre siete y un año, así que todo se encontraba más que perfecto.

— Te ves realmente hermosa —susurró Rebecca, ayudándola con el vestido—. Mi hijo se quedará boquiabierto en cuanto te vea llegar.

— Eso es lo que espero, porque también le daré otra noticia —suspiró feliz—. Hace dos años iniciamos esto por una broma de Bahir, y ahora nos casaremos como se debe.

— Es que Bahir sacó algo bueno de su padre —Rebecca la miró a través del espejo—. Me siento como toda una madre feliz, porque su pequeño retoño encontró a su alma gemela después de todo.

— No soy su…

— Naisha puede ser la que la diosa luna le haya impuesto, sin embargo, fue a ti a quién mi hijo eligió y también su lobo —su suegra le apretó un poco los brazos—. Estuve hablando un poco con tu madre y dijo que nunca has querido saber de tu padre.

— Mi padre es un cero a la izquierda en mi vida, no tiene que estar…

— Lo sé, él tiene una vida con otra familia y tu madre está casada con un alfa que aunque tiene la cara de malote, la quiere mucho —ella dio pasos hacia atrás—. No hablemos de tu padre, no vale la pena.

Tenía razón, ese sujeto en cuanto fue a buscarlo para arreglar la situación, le cerró la puerta en la cara sin nada que decirle y decidió dejar todo en el olvido. Ella tenía una hermosa familia con Alexander y esperaba que siguiera creciendo con el paso de los años. 

Fue el momento de bajar hacia dónde se encontraban todos, sus pequeños cuatro lobos irían delante de ella cómo si fueran a tomar el papel de su padre. Estaba asustada, y más cuando la música comenzó a sonar y ella no sabía qué más hacer, sus cuatro retoños caminaron delante de ella, dejando caer las flores.

Alexander ya la esperaba y se notaba agitado por todo.

— Te ves realmente hermosa —la ayudó a subir hasta la pequeña tarima.

— Tú también te ves muy guapo.

Él volvió a sonreírle, y la ceremonia dio inicio. Recordó cuando se arrodilló para pedirle que sea su esposo, él no se imaginó que lo mataría delante de los niños y que iba a lanzar su cuerpo al mar, pero fue todo lo contrario, sino un pequeño plan que armó con Rebecca y Jolanis para que él sufriera un pequeño infarto. El anillo lo había comprado con lo que estaba ganando en el trabajo y los pequeños cambios en los antiguos lo pagó él… por qué Alexander quiso hacerlo.

En cuanto el padre dijo las palabras mágicas, él no se esperó mucho antes de besarla.

— Ya estamos felizmente casados —Dahiana rodeó su cuello con ambos brazos—, y todos nos tendrán mucha envidia.

— Eso es correcto…

— Papi, papi —Dominick jaló su pantalón para llamar su atención—. Baba.

— Mamá —Ada levantó sus brazos hacia Dahiana.

— Ni porque es el día de su boda, tienen un poco de paz —bromeó Bahir, tomando a Oriel en sus brazos—. Muchas felicidades, ahora ya están oficialmente casados por todas las leyes.

— Muchas felicidades, amiga —Jolanis la abrazó—. Me alegro mucho de que ya estés casada y a ver si dejas de ser tan gruñona.

— Sí, eso no pasará nunca.

Owen se apegó a ella durante la fiesta, no quería separarse ni por un segundo, lo que le causó algo de ternura, puesto que su hijo no era de esa clase de niños que preferían estar con sus amigos que con su familia. A decir verdad, parecía ser más la fiesta de matrimonio o de cumpleaños de sus hijos que de ellos. 

— Mamá —Owen tomó su mano—. ¿Puedo estar contigo, por favor?

— Claro, cariño —respondió, desarreglando su cabello—. Puedes quedarte conmigo tanto como quieras.

Sabía que su hijo lo estaba haciendo debido a que tenía a la pequeña Ada en sus brazos y no lo iba a detener, porque a Ada también le gustaba, pasaba tiempo con él.

— Esos dos nunca quieren estar separados y estos dos también —dijo Alexander, con Dominick en sus hombros y con Oriel en sus brazos—. Me alejé un momento y ambos se aferraron a mí.

— Temen que los dejemos solos durante la fiesta —bufoneó—. Ada ya se durmió y Owen va por el mismo camino.

— Bien… —dijo Marco, quitándole a Ada y ganándose una mirada de odio por parte de Owen—. Ustedes deben dar su pequeño baile y nosotros nos vamos a encargar de estos retoños.

— No me gustan los niños —farfulló Mark, quitándole a Ada—. Yo me quedo con esta princesa, de los demás, te encargas tú.

Fue como un borrón, porque después de unos minutos ya estaban los dos bailando delante de todas esas personas y ella tenía una enorme sonrisa en sus labios.

— ¿No te sientes mal porque tu padre no quiso saber de ti?

— No, mi padre ya tiene una nueva familia y lo que él me tiene sin cuidado —se encogió de hombros—. Además, de la única persona por la cual tengo que preocuparme es por mi madre.

— Ella está bien —Alexander la guio por la pista de baile—. Tienes que dejar de preocuparte tanto, porque ella ya tiene una vida hecha y tú no estás incluida en ella.

 — Lo voy a tomar, pero me ofende muchísimo —le dio un golpe en el pecho—. Aún recuerdo cuando te propuse que te casaras conmigo, estaba realmente asustado.

— Es que me dabas mucho miedo. Cómo antes odiabas todo de mí y en cada oportunidad decías que querías terminar con el contrato…

— Te lo decía porque quería que tú me detuvieras, que me dijeras que querías continuar con nuestra relación y esas cosas, sin embargo, te quedaste callado y fue realmente molesto para mí todo esto. Ten en cuenta, que tú fuiste la persona que inició todo esto.




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