Una esposa para el alfa

Extra: El beso que sucedió.

Alexander se quedó mirando a la pequeña persona que estaba tomando sin pensar mucho, ya que era su cumpleaños dieciocho, sin embargo, no quitaba el hecho de que en más de una ocasión se le insinuaba al punto de querer darle un beso a la mala. Dahiana era una niña, la vio crecer y andar del brazo de su madre desde que gateaba, sin embargo, ella siempre buscó la manera de llamar su atención o de hacerle ver que él sería el único que la tocaría cuando tuviera la edad suficiente… como en ese momento.

— Parece ser que Dahiana tiene sus ojos puestos en ti —dijo Bahir, su primo, cuando le pasó una copa de vino—. Dale ese beso que tanto te ha pedido, no puede ser tan malo después de todo.

— Es una niña —le dio un sorbo a su bebida—. No puedo hacerle eso, mucho menos romper la confianza de su madre —negó con la cabeza—. Además, mírala bien…

— La miro todos los días y me doy cuenta de que ella no necesita de ningún hombre para darse a conocer —Bahir le dio un golpe en el brazo—. ¿No te dan ganas de besarla ahora?

— No, dejas de decir eso o me verás enojado.

Bahir lo miró de arriba hacia abajo, antes de ir a molestar a unas jovencitas que andaban por ahí. Miró la hora en su reloj de mano y era momento de irse a su casa. Descansar era la opción más factible para todo y ni hablar de que se iba a quedar ahí a esperar el lamento de esas personas. Echó su cabello hacia atrás con una mano y caminó hacia el estacionamiento que tenía a algunas personas que también se iban.

Dahiana era una mocosa, una niña que no podía estar en camino, mente o alma por así decirlo. No podía darse el lujo de tenerla con él por más que quisiera…

De un momento a otro, alguien lo tomó del brazo, deteniendo su huida. Vio que era la pequeña persona que no tenía el cuerpo que buscaba seguido en una mujer, pero que sus ojos negros llamaban mucho la atención y ese peculiar ceño fruncido que nunca dejaba su rostro. Dahiana se veía muy bonita esa noche… por así decirlo, pero no podía romper la promesa que se hizo cuando ella anteriormente dio paso a querer seducirlo para que le diera su primer beso.

Era posible que ella en algún momento determinado de su vida, quisiera buscar a su pareja destinada o a su alfa.

—Quiero mi regalo de cumpleaños —Dahiana apretó su brazo, mirándolo fijamente, como si no le tuviera miedo—. Vamos, eres un buen alfa y sabes que debes cumplir con tus obligaciones de macho alfa.

— Dahiana… estamos aquí afuera, no puedes venir ahora a decirme que quieres un regalo de mi parte en dónde no lo vas a tener —le dio unos golpes en la frente—. Ya te lo dejé adentro, puedes ir y terminar tu fiesta de cumpleaños.

— No, ya sabes lo que quiero de ti, estúpido alfa —pateó el piso—. Me miras como un bicho raro desde que te dije que me gustabas, eres horrible… en verdad me gustas… ¡Quiero que seas mío! —le dio un golpe en el pecho—… tú eres cruel… ¿Soy fea?

— Estás borracha hasta el culo —Alexander suspiró cansado—. Vine hasta aquí por el simple hecho de que tu madre me lo pidió, te dejé el regalo con los otros, puedes usarlo si quieres…

— No voy a vender —hipó, entrecerrando los ojos—. ¿En verdad soy fea y por eso no quieres besarme?

— No, no eres fea —trató de quitársela de encima, pero la chica casi se cae—. Te llevaré adentro con los otros…

— Solo quiero un beso —sollozó, tirándose el piso—… ¿Soy tan fea?

— Ya te dije que no… eres una niña aún…

— Tengo dieciocho, maldito alfa —escupió con odio—. Vamos a tu auto, me besarás ahí si no quieres que nadie nos vea.

Alexander apretó el puente de su nariz, esa chica aparte de borracha, era loca y decía todo lo que le llegaba a la mente. Besarla dentro de su auto podía llamarse como una violación que llegaría a todos los medios si acaso.

Negó con la cabeza hacia ella, pero para su mala suerte, ella terminó por correr hacia su auto. Quitándole las llaves que estaban en uno de los bolsillos y no tuvo de otra que correr hacia ella y deteniendo sus pasos cuando algunas personas se quedaron mirándolos como si estuvieran locos o les faltara el juicio por así decirlo.

— Dame esas llaves, Dahiana —ordenó Alexander, enojado con ella—. No puedes hacer de querer tomar mis cosas como si fueran tuyas —negó con la cabeza—. ¡Te estoy hablando!

— Si me gritas le diré a todos que me violaste —se encogió de hombros, entrando en el asiento trasero—. Ven, dame el beso.

El alfa miró hacia todas las direcciones posibles, esa mocosa sacaba lo peor de él. Intentó tomarla del pie, pero esta fue más rápido en alejarlo y tomarlo por la corbata y pegar sus labios. Fue tan rápido que no pudo siquiera procesar del todo bien que esa mocosa lo estuviera besando de ese modo, Dahiana no perdió el tiempo y lo jaló hacia ella abrazándolo por los hombros en el proceso.

Ella era una niña delante de sus ojos, la vio crecer, la vio entrar a la escuela y posteriormente apenas entrar a la universidad. Ninguno de los dos conocía a su destinado por la luna, pero el beso tampoco se sentía como un pecado capital que los enviaría hacia el infierno.

Se separó de ella, solo para cerrar la puerta y que ningún curioso supiera que le estaba dando su primer beso a esa mocosa que le sacaba una que otra cana verde.

Volvieron a besarse, ninguno de los dos tenía planes de separarse y Dahiana al fin había logrado lo que tanto quería, un beso, algo que debía hacerle olvidar cuando el momento se acabara. Ella no necesitaba que él estuviera en su vida, por el simple hecho de que el destino era obstinado y posiblemente ella encontraría a su alma gemela más adelante…

Lo único que Dahiana y él hicieron en el auto, fue besarse, hasta que ella se quedó dormida en sus brazos y él tuvo que rebuscar entre sus recuerdos hacer algo para que ella no recordara nada de lo que pasó ene se momento.

Si tan solo no le hubiese borrado sus recuerdos, tal vez las cosas en el futuro hubieran sido distintas.




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