Una esposa para el rey

Capítulo 6: El Jardín de la Reina

Desperté de pésimo humor, quería irme a casa y olvidar lo sucedido aquí. Kyra malinterpretó mi ánimo como molestia por no haber pasado más tiempo con el rey la noche anterior. ¡Qué equivocada estaba! Al principio pensaba que la admiración que Kyra mostraba por el rey era por miedo, pero al pasar de los días me quedó clara la sinceridad de sus sentimientos.

Continuamos con las lecciones, esta vez puse más esmero, no quería volver a pasar por lo de la noche anterior y olvidar lo aprendido. En la tarde, Isidora y Halia trajeron más vestidos, parecía que su único objetivo en la vida era coser. Me agradaban sus visitas, aparte de Kyra, eran mis únicas distracciones.

—He escuchado que cenó con el rey anoche, ¿es cierto? —dijo Halia entusiasmada mientras me probaba un vestido color rosa pardo.

Era obvio que para ella el rey era muy deseable.

—Sí.

La apatía de mi respuesta las sorprendió, pero ignoraban que yo no lo veía del mismo modo que ellas.

—Ha de haber sido una cena encantadora. El rey es tan bien parecido y todo un caballero —suspiró Isidora, aunque era mayor y estaba casada, no era inmune a los encantos de su monarca.

—Sí, lo es —contesté de forma seca.

Isidora y Halia intercambiaron miradas, tal vez yo les agradaba menos ahora que veían que no era fan de Esteldor, pero no podía hacer nada al respecto.

 

Después de que se fueron, me quedé sola en mi habitación mirando hacia el hermoso jardín que veía desde mi ventana. Alguien llamó a la puerta. Creí que era Kyra, así que simplemente grite:— ¡Pasa! —pero fue muy tonto de mi parte, quien tocaba a mi puerta era Esteldor. Él se paró debajo del marco de la puerta con actitud autosuficiente, recargando su hombro izquierdo contra la madera.

—Anoche quería mostrarte los jardines, pero como no fue posible, pensé que hoy  podríamos ir antes del atardecer, si gustas.

No quería estar con él, pero tampoco podía rechazar su ofrecimiento y parte de mí deseaba conocer los jardines.

—Sí, quiero ir.

Me puse de pie y caminé hacia la puerta, él me ofreció su brazo y como no supe cómo rechazarlo, lo tomé. La tela de su camisa era seda y se sentía suave al tacto, a esa distancia también podía percibir su delicioso aroma. La inevitable atracción que Esteldor me provocaba me hizo sentir desorientada.

Caminamos en silencio a la salida y al llegar al jardín quedé sorprendida, desde la ventana se veía hermoso, pero en persona era fantástico. El aire estaba saturado por el aroma de las flores, las fuentes cantaban melodías relajantes secundadas por las aves que jugaban en las copas de los árboles. Un caminito de piedras corría entre los arbustos flanqueado por bancos artesanalmente labrados y estatuas que resplandecían bajo el baño del sol.

—Es hermoso ¿no? —preguntó Esteldor, viendo mi cara de fascinación.

—Jamás había visto un lugar así —respondí con sinceridad, por un momento olvidé cuánto me desagradaba ese hombre pues me encontraba bajo el encanto del jardín.

—Me alegra escuchar eso porque es tuyo. Al menos pronto lo será.

—¿Mío? —pregunté intrigada.

—Sí. Éste es el Jardín de la Reina, siéntete libre de modificarlo a tu gusto.

No podía creer que aquello tan hermoso fuera solo mío.

—No cambiaría ni una sola rosa, todo es perfecto.

Miraba para todos lados, temía que si me quedaba quieta me podría perder de algo. Nunca había visto rosas tan grandes ni tan llenas de vida y color.

—He fijado la fecha para la boda.

Las palabras de Esteldor rompieron el encanto y volví a la realidad de golpe. No dije nada, solo lo mire, toda la felicidad que había sentido segundos antes se desvaneció como si nunca hubiera existido.

—Será dentro de dos semanas, confió en que Kyra no sea totalmente inútil y estés lista para presentarte en sociedad para entonces.

Asentí lentamente, estaba segura de que no estaría lista en tan poco tiempo, pero no quería decirlo, no iba a rebatirle al rey en ningún modo, temía llevarle la contraria y que hiciera valer su amenaza de regresar a mi hermana a Encenard para matarla.

—En dos semanas, entonces.

Cuando concluyó el paseo, Esteldor me acompañó hasta mi habitación. Una vez en la puerta, incliné la cabeza en señal de despedida, como Kyra me había enseñado, pero no me preparé para las intenciones del rey, él me tomó de la cintura y acercó su cabeza a la mía, ¡iba a besarme! Me zafé de sus brazos y me pegué de espalda contra la pared. Esteldor me miró desconcertado. Yo no sabía qué decir, así que solo bajé la mirada para no verlo a los ojos.

—Supongo que está bien si deseas esperar hasta la boda —dijo finalmente.

No sonaba convencido. Temí que me fuera a forzar, pero simplemente besó mi mano y se marchó. Entré a la habitación temblando como gelatina. No había considerado ni por un segundo besar a Esteldor ese día y caí en cuenta de que tampoco había pensado en besarlo alguna vez. ¿Cómo había podido ser tan tonta? Me iba a casar con él y era obvio que entre nosotros iba a pasar mucho más que solo un beso. Hasta entonces no le había dedicado ningún pensamiento a mi noche de bodas y ahora la idea me tenía al borde de un ataque de pánico.




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