Una esposa para el rey

Capítulo 21: Los monstruos negros

El invierno llegó una mañana mientras me alistaba para mis deberes, me encontraba cepillando mi cabello cuando pequeños copos de nieve comenzaron a caer a mi balcón. En un par de horas todo Encenard estaba cubierto de blanco. El castillo parecía un lugar encantado bajo la atmósfera invernal, el cielo había adoptado un color azul grisáceo que contrastaba con los colores vivos de la ciudad. Ese día las audiencias me parecieron eternas pues solo podía pensar en salir a la nieve. Cuando al fin acabé ya había obscurecido, salí casi corriendo a mi jardín, el cual parecía un lugar completamente diferente, en los árboles se habían formado estalactitas de hielo que brillaban bajo la luz de las lunas. Me sorprendí al ver que las flores se resistían al frío y a la nieve, y permanecían vivas y hermosas.

El encanto de la nieve me duró poco, a medida que la noche avanzaba el frío recrudecía. A la media noche mis dientes titiritaban a pesar de que estaba metida bajo numerosas cobijas y varios leños ardían en la chimenea.   

 

Las siguientes tres semanas fueron una tortura, temí nunca acostumbrarme al frío de Encenard. No habían chimeneas, ni abrigos suficientes para apartar de mí la sensación de tener helados hasta los huesos. El invierno no solo trajo consigo nieve y frío: Bianca se enteró que estaba esperando un hijo.

Esteldor organizó una pequeña fiesta para celebrar la alegría de su amigo. La idea de una reunión con los caballeros y sus familias dedicada a celebrar algo que todos esperaban de mí antes que de Bianca no me entusiasmó en absoluto.

Pasé toda la mañana antes de la llegada de nuestros invitados tronando mis dedos de nervios, los comentarios incómodos señalando que yo también debería estar esperando un hijo serían inevitables. A la hora acordada, salí a la estancia común donde Esteldor me esperaba para bajar a la celebración. Irónicamente, mi esposo nunca me había presionado para tener hijos, ni siquiera habíamos tocado el tema, aunque últimamente no habíamos hablado mucho de ningún tema. La manera distante en el trato de Esteldor me exasperaba cada vez más, al principio lo había sentido como un alivio, pero conforme pasaban los días y se convertían en semanas empezaba a sentir frustración por no saber qué le sucedía. Incluso llegué a sentir a momentos que extrañaba su sarcasmo y auto complacencia.

Bajamos a la fiesta sin decir una sola palabra, en cuanto estuvimos entre los invitados Esteldor se situó lo más alejado posible de mí, al otro lado del salón. Yo no podía evitar mirarlo cada algunos minutos, aunque él jamás volteaba a verme a mí.

Gracias al embarazo de Bianca, por primera vez yo no era el centro de atención de las mujeres; yo tampoco les prestaba atención a ellas, más que nada contemplaba desde la distancia al caprichoso rey.

—¿Aún no se solucionan las cosas entre ustedes, cierto?

La pregunta de Violeta me sacó de mi ensimismamiento. Se dirigía a mí mientras su mirada se enfocaba en Esteldor.

—¿Cómo…? —me sentí invadida, ni siquiera yo sabía cuál era el problema entre Esteldor y yo, y una extraña parecía estar bastante al tanto.

—Rodric y Esteldor son amigos. Los amigos hablan entre ellos. No quise ser entrometida, lo siento si la incomodé, Majestad —Violeta se encogió de hombros y se dispuso a alejarse de mí.

La tomé del brazo indicándole que no se alejara. Ya que ya se había iniciado la conversación y estábamos alejadas del resto, decidí averiguar lo que Violeta sabía.

—Entonces… Rodric sabe algo, ¿le ha dicho qué?

La cara de Violeta se iluminó al instante, llevaba demasiado tiempo intentando ser mi amiga y por fin se le daba una oportunidad de serlo.

—Querida, odio meterme en la vida privada de los demás —mentira—, pero ya que usted lo pide: Esteldor está muy decepcionado.

—¿Decepcionado?

Sentí una punzada, mis fallas como reina habían defraudado las expectativas de Esteldor sobre mí y ahora se arrepentía de haberme elegido como esposa. Yo supe desde el principio que no iba a servir y ahora, después de algunos meses, el rey también se había convencido de lo mismo.

—Era de esperarse —dije abatida.

Agaché la mirada avergonzada, seguro no solamente había fracasado ante los ojos de Esteldor sino de todo el reino, incluyendo la mujer que tenía en frente.

—Pues sí, el hombre no tiene corazón de piedra. Según me dijo Rodric, el rey estaba convencido de poder enamorarla y cuando se dio cuenta de su fracaso se sintió desmoralizado. También influye, en parte, que jamás había conocido a una mujer que se le resistiera. ¿Quién lo iba a pensar? Tan guapo y casado con la única mujer que lo encuentra inaceptable.

—No entiendo, ¿qué tiene que ver mi amor por Esteldor con mi desempeño como reina?

El hecho de que yo hubiera amado a mi esposo no habría cambiado mi ineptitud para el trono.

—Pues… nada.

Violeta y yo nos observamos unos segundos, al parecer estábamos hablando de cosas diferentes.

—¿Qué tiene que ver el desempeño como reina en esto? —preguntó finalmente Violeta muy confundida.

—Es la razón por la que Esteldor está decepcionado de mí, ¿cierto?




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