Una esposa para el rey

Capítulo 27: El entrenamiento

Un golpe a la puerta, luego silencio y otro golpe. El sonido de los tambores se mezcló con mi sueño y mientras despertaba iba tomando claridad. Otro golpe a la puerta. Abrí los ojos de mala gana y parpadeé varias veces, Esteldor también se despertaba a mi lado y Miel comenzó a olfatearnos.

—Señor…

La tímida voz de Vynz se escuchaba al otro lado de la puerta, era muy temprano, apenas había amanecido.

—¡Lárgate! —respondió Esteldor con voz ronca y volvió a cerrar los ojos disponiéndose a retomar el sueño.

—Señor… —una vez más la voz tímida de Vynz.

—Aprende a obedecer, Vynz. Es el mejor consejo que te puedo dar para el resto de tu intrascendente vida —gruñó Esteldor, cubriéndose la cara con ambas manos.

—Discúlpeme, Su Majestad, pero… pasa algo que probablemente querrá saber…

Esteldor bufó exasperado. Yo acaricié su brazo intentando infundirle paciencia, mi esposo me miró y tomó mi mano entre la suya.

—Señor… la reina ha desaparecido. No está en su habitación.

No pude evitar sonreír. Esteldor se incorporó y la puerta se abrió de golpe. Vynz se sobresaltó por la velocidad de la puerta al abrirse, pero al instante notó mi presencia en la cama y respiró con alivio.

—Su Majestad, está usted aquí. ¡Qué alegría! Kyra estaba muy preocupada por su ausencia… —comenzó a decir animadamente, pero Esteldor lo interrumpió al instante.

—Deja ver si he entendido, pedazo de porquería. Tú creíste que mi esposa, tu reina, la futura madre del heredero a mi trono, estaba desaparecida… ¿secuestrada?… ¿había huido?… ¿muerta… tal vez? —Vynz asintió energéticamente—, y en vez de gritar por ayuda con toda la fuerza de tus pequeños pulmones, decidiste tocar suavemente a mi puerta esperando que me despertara para luego informarme la tragedia. ¿Es así cómo sucedió? ¿Me equivocó en algo? ¿Dejé fuera alguna parte de tu incompetencia?

Vynz dejó de asentir y bajó la mirada cuando entendió lo que Esteldor decía.

—No quería molestarlo, mi señor… —se justificó casi en un susurro.

—¡Claro! Solo se trata de la reina… nada de importancia. ¿Para qué molestarme? —replicó Esteldor con sarcasmo y claramente molesto.

—Lo siento —se disculpó Vynz, aún con la cabeza gacha.

—¿Lo sientes? ¡Lárgate de mi vista, basura parlante! Deberían inventar una nueva palabra para tu nivel de ineptitud —gritó Esteldor con el cuerpo rígido.

Vynz se retiró en un instante y la puerta se cerró tras él.

—Supongo que este es el momento en que me reprendes por ser tan cruel con mis súbditos —dijo Esteldor resignado mientras volvía a recostarse.

—No —respondí alegremente mientras tomaba su antebrazo. Esteldor abrió los ojos como platos, sorprendido—. Solo por hoy no diré nada.

—Debe ser mi día de suerte.

El rey me rodeó en sus brazos y permanecimos así varios minutos. Después se levantó y besó mi frente.

—Debo atender algunos pendientes. Pero tú quédate aquí, aún es temprano, descansa un rato más. Al medio día requeriré de tu presencia en un acto oficial.

—Claro.

Esteldor sonrió y después comenzó a vestirse mientras yo lo observaba acostada en la cama. Se cubrió con una camisa verde pino y mallas cafés, me sorprendió su elección de capa pues esta era blanca, color que jamás le había visto usar en esa prenda. Una vez que estuvo listo, volteó hacia mí y dijo:

—Te veo al medio día en el balcón del sur, ¿de acuerdo?

Asentí y un bostezo me sorprendió a la mitad. Cuando mi esposo salió del cuarto no me tomó más que algunos minutos volver a dormir.

 

Un par de horas más tarde, desperté pues Miel comenzó a rascar mi espalda.

—Basta, Miel —dije, pero mi cachorrito estaba inquieto.

Me puse de pie y abrí la puerta para que pudiera salir. Kyra me esperaba pacientemente fuera de la habitación de Esteldor.

—Buenos días, Su Majestad —me saludó con una gran sonrisa, seguro tomaba el que yo saliera de la habitación de mi esposo como una buena señal—. Le traeré el desayuno de inmediato.

Salió rápidamente y Miel la siguió entusiasmado.

En lugar de dirigirme a mi habitación, decidí volver a la de Esteldor. Ahora que estaba sola podía inspeccionarla con calma. Examiné las espadas que colgaban de la pared, abrí una botella de licor que había sobre una mesilla y vi los títulos de los libros que estaban en el buró junto a la cama. La habitación tenía un aire muy masculino, me acerqué a la ventana donde estaba mi esposo la noche anterior, me hinqué sobre el sillón y me asomé fuera. Desde la ventana se podía ver el patio de armas donde tiempo atrás había encontrado a Nicolás y Lucas luchando. Permanecí ahí brevemente y después salí para desayunar y alistarme.

Como todos los días, Kyra eligió mi atuendo: un vestido azul cielo y una gruesa capa violeta. Casi nunca contradecía la elección de Kyra en mis conjuntos, pero hoy mi capricho interno quería usar una capa blanca a como diera lugar e iba a complacerlo. Caí en cuenta de que ésta sería una ocasión especial pues Kyra también sacó mi corona de oro, la cual usaba solo en ocasiones importantes.




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