Una esposa para el rey

Capítulo 31: El rey de Poria

Los siguientes días fueron tan agradables como la primera cena, tener a tres adolescentes y tres niños significaba gritos y bullicio constante durante el día, y en la noche los hombres nos proveían de su propia porción de gritos y ruido ya que permanecían despiertos toda la noche bebiendo y apostando en partidas de naipes y otros juegos.

Casi a una semana de estar en el lago, los hombres decidieron ir a cazar al bosque con sus hijos. Nosotras permanecimos en el palacio y almorzamos junto al lago.

—Qué alegría que por fin tengamos un rato solo nosotras, es tiempo del chismorreo —declaró Violeta entusiasmada. Todas reímos pues sabíamos bien cuánto disfrutaba eso—. Pero no solo se rían, ¡alguien empiece! Que no vamos a estar solas todo el día.

—Está bien, yo empiezo —dijo Fiorella—. Según se cuenta, el día del primer festival hubo una tempestad en casa de Ágata y Ray. Al parecer Ray estaba furioso por no haber sido invitados al baile en el castillo, dicen que los gritos de la discusión se escuchaban a la lejanía. Obviamente culpó a su esposa y a su hija por lo sucedido.

—Me da gusto que así sea. Se lo tienen bien merecido —dijo Olimpia.

—Celeste ha ido por la ciudad diciendo que la reina no le permite asistir a los eventos reales porque Annabelle siente celos del amor que Esteldor siente por ella —relató Lea y el resto nos hachamos a reír.

—¿Cómo puede haber alguien tan boba? —preguntó Bianca entre risas.

—Yo también tengo algo que contarles sobre el baile, según Rodric, Morgana fue a suplicar que la dejaran entrar —dijo Violeta.

—Fue bastante penoso verla salir del castillo —intervine.

—¿Usted estuvo presente, Majestad? —preguntó Fiorella.

—Sí, me escondí para no ser vista, pero presencié toda la escena.

El resto de la tarde continuamos hablando de cada uno de los detalles de lo que ocurrió en el baile, Violeta no dejó pasar por alto ni un solo momento sin análisis.

 

La mañana siguiente Esteldor me despertó muy temprano.

—Annabelle, levántate. Vamos, que pronto se despertaran los demás.

—¿A dónde vamos? —pregunté despabilándome.

—Eso no es importante, lo importante es que nos apuremos.

Esteldor parecía un niño ansioso e iba ser imposible discutir con él, me levanté y acicalé los más a prisa posible y luego lo seguí hasta la salida del palacio.

—No hagas ruido, no quiero que los duendes nos vean —murmuró mientras salíamos.

Ahora que el sueño había pasado, me sentí intrigada sobre los planes de Esteldor. Una vez afuera me tomó de la mano y se echó a correr hacia el bosque, traté de mantenerle el paso, pero invariablemente me quedaba atrasada y Esteldor se veía obligado a bajar la velocidad. Cuando estuvimos entre los árboles, me detuve para retomar el aliento.

—Si nos hubiera visto alguien, hubiera insistido en acompañarnos —explicó mirando hacia el palacio.

—Probablemente —dije entre jadeos.

—Desde que llegamos aquí no hemos podido pasar ni un minuto solos, siempre hay una actividad o algo que hacer en grupo. Ni siquiera he podido dormir a tu lado por los juegos que se organizan de noche.

—Lo sé, pero sería bastante ofensivo no convivir con todos, al fin y al cabo son nuestros huéspedes.

—Por eso no podían vernos salir, hubiera sido muy descortés no invitarlos a que nos acompañaran.

—¿Exactamente a dónde vamos?

—No tiene importancia, ya te lo dije, lo único que quiero es estar contigo a solas, no importa dónde estemos —me contestó sonriendo.

—¿Caminaremos sin sentido? Está bien, no me opongo.

Tomé a Esteldor del brazo y nos adentramos en el bosque. Caminamos en silencio viendo el paisaje, hasta que comencé a hablar:

—¿Por qué los árboles son así?…Con las raíces de fuera.

—Pues porque es más práctico, ya sabes, para moverse. ¿Nunca has visto a un árbol moverse?

—Sí.

Mi mente se traslado a mi llegada a Encenard, cuando entré a la casa de Hoyt y me pasmé ante la forma de acceso a su hogar, pero no quería profundizar en eso y arruinar el momento.

—¿Estos árboles están habitados por duendes? —pregunté.

Esteldor soltó una risa seca.

—No, ésta no es una zona residencial.

—¿Existen zonas residenciales en el bosque?, pero ¿cómo pueden identificarlas? A mí todo me parece idéntico.

Esteldor me tomó de la barbilla y dirigió mi cabeza hacia el cielo.

—Mira las hojas, su color es distinto al de los árboles habitables, ¿ves? Aquí las hojas son cafés y moradas, en los árboles habitables son verdes y rosas —explicó mientras analizábamos las copas de los árboles.

Recargué mi cabeza sobre el hombro de Esteldor y él me rodeó con sus brazos, permanecimos así hasta que el crujir de unas hojas captó mi atención. Giré hacia donde se había producido el ruido, esperaba que fuera alguno de los caballeros o un duende que nos había seguido, pero lo que vi fue inaudito. Una especie de caracol gigante con el caparazón de colores pasaba lentamente cerca de nosotros, grité y me aferré al brazo de mi esposo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.