Una esposa para el rey

Capítulo 35: Astrid

El tercer festival llegó en esa mezcla de sospechas, alarma e intriga. Esteldor aún no descubría quién era el traidor a pesar de que durante las últimas semanas había puesto a prueba a cada uno de los caballeros; todos habían demostrado su lealtad hacia el reino y las pruebas habían resultado inútiles.

El festival de las apariencias resultó una celebración de asombro y pretensión. El salón de bailes parecía un lugar distinto, como una bóveda oculta donde estaban reunidas las criaturas más extravagantes del reino. Había una variedad de máscaras exquisita, yo me conformé con un modesto antifaz blanco y Esteldor llevaba una máscara azul con un gran pico encorvado que lo hubiera vuelto irreconocible a no ser porque ya lo había visto desde antes. Todos se mantenían en el anonimato bajo sus máscaras y yo me entretuve largo rato intentando descifrar la identidad de las personas.

—Su Majestad, su belleza es evidente aún bajo el antifaz —reconocí la dulce voz de Nicolás bajo una sublime máscara negra—. ¿Me concedería este baile? —preguntó tendiéndome la mano.

—Por supuesto.

Comenzamos a bailar entre la multitud de rostros escondidos.

—Me encantaría algún día poder contribuir a su entrenamiento. Tengo conocimiento de uno que otro truco que podría serle de utilidad —dijo mientras bailábamos.

—Será un placer.

—Me alegra ver lo bien que se lleva ahora con el rey. De hecho, me alegran todos los sucesos de los últimos meses, una mujer como usted merece toda la felicidad que este mundo pueda brindar.

La sinceridad de Nicolás era una de sus mejores características, él no podía ser el espía, era un hombre noble y su amor por Esteldor era evidente. En mi corazón supe que Nicolás estaba descartado de la lista de sospechosos.

Terminado el baile volví con mi esposo. Curiosamente el ambiente misterioso del festival me había ayudado a aclarar mis ideas.

—No es Nicolás, estoy segura —dije mientras me cercioraba de que solo Esteldor me podía escuchar.

—Lo sé, es un hombre bueno, no le sabe mentir ni a su hija —contestó Esteldor mientras me rodeaba con sus brazos.

—Tampoco es Lucas, Bianca va a dar a luz cualquier día, él no sería capaz de poner en riesgo la vida de su nuevo hijo.

—Puede que tengas razón. Tampoco creo que sea Julian, es demasiado recto, su palabra y su honor lo son todo para él.

Al parecer las ideas de Esteldor también se estaban aclarando, ambos sonreímos con alivio. Después, Esteldor fue al encuentro de sus caballeros y yo di vueltas por el salón en busca de perfiles familiares.

—Celeste está aquí —Violeta portaba el antifaz más vistoso de toda la fiesta, lo único que la hacía identificable era su sedosa cabellera rubia—. La he reconocido, está por allá y también está aquí su repugnante madre.

—No importa.

Tras el antifaz pude ver los ojos desconcertados de Violeta.

—Ellas tienen prohibida la entrada al castillo. ¿Cómo es que eso no le molesta?

—Seguro aprovecharon sus máscaras para no ser reconocidas, pero realmente ya no me interesa. No importa lo que hagan en mi contra, la situación es muy sencilla: Yo gané. Sin saber que estaba compitiendo, gané porque soy la reina, porque tengo todo el poder y la riqueza que ellas siempre ambicionaron, pero que jamás obtendrán, y lo más importante de todo: tengo al hombre más extraordinario del reino y me hace muy feliz. Ni ellas ni Morgana nunca me podrán arrebatar eso.

Violeta sonrió de oreja a oreja con mi respuesta.

—Usted tiene un corazón tan grande…yo no toleraría su presencia aquí, pero tiene razón, lo importante es que usted es feliz.

—Gracias.

—Hermosa dama, ¿le puedo robar a mi esposa un momento? —Esteldor apareció a un costado de Violeta.

—Por su puesto, Majestad —contestó Violeta, con su sonrisa más encantadora.

—Baila conmigo, me alejo de ti un momento y ya siento que te extraño.

Me sonrojé de pies a cabeza con las palabras de mi esposo. Lo tomé del brazo y nos adentramos juntos en la pista de baile. Una vez ahí, de mi corazón brotó algo que no había dicho nunca:

—Esteldor… te amo.

Los ojos de Esteldor se iluminaron y me besó con ternura.

—Annabelle, tu amor es más de lo que merezco y no pasará un día sin que lo atesore como mi más grande posesión. Yo te amo más de lo que mis palabras pueden expresar. Desde que apareciste en mi reino lo demás ha perdido significado, nada importa más que tú.

—No sabía que ser tan feliz fuera posible, gracias.

Desde ese instante fue difícil borrar la sonrisa de mi boca, otros caballeros me pidieron bailar y aún con mis sospechas no pude dejar de sonreír.

Mientras descansaba de tantos bailes, ubiqué a mis amigas junto a un ventanal charlando, me acerqué a ellas y escuché lo que decían.

—Es una lástima que Bianca no haya podido venir, adora las fiestas de antifaces, pero la pobre puede dar a luz hoy mismo —comentaba Olimpia cuando llegué.




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