Una esposa para el rey

Capítulo 40: La reina

(Narra Esteldor)

Horas después, me despertó un movimiento brusco, Annabelle se debatía entre mis brazos y balbuceaba algo, tardé en dar sentido a sus palabras mientras me despabilaba. Era casi el alba.

—Yo… no puedo sentirlo… no lo siento… algo va mal, la sensación desapareció… —se quejaba Annabelle. Me incorporé para apaciguarla, su frágil cuerpo se sacudía desesperado—. ¿Qué sucedió? No lo puedo sentir… —Annabelle jadeaba y se sacudía intentando ponerse de pie mientras tocaba su vientre—. Esteldor, no lo siento…

Sus lamentos eran cada vez más altos y con cada segundo que pasaba su consternación crecía. No supe qué decir, la tomé de los brazos deseando que las palabras adecuadas vinieran a mi mente, pero a mí también me dolía y la cobardía volvió a acometerme. ¿Qué podía decirle? ¿Cómo explicarle lo que había ocurrido?

—Por favor, tranquila, no debes moverte, estás muy delicada.

—Antes sentía un cosquilleo en el vientre, pero ya no está ahí…

Sentí la calidez de las lágrimas resbalando por mis mejillas.

—Amor, lo lamento tanto… —dije, conteniéndola contra la cama.

Los enormes ojos de Annabelle me miraban llenos de angustia. En su corazón sabía lo que estaba a punto de decir, pero tenía miedo de escuchármelo decir en voz alta, casi tanto como yo de decirlo.

—Por favor, dime que es mentira… —susurró con miedo.

—El veneno de la araña era demasiado letal… tú casi pierdes la vida… nuestro bebé no… no sobrevivió –le expliqué con voz temblorosa, no quería ver a Annabelle sufrir más.

—¡No! ¡Por favor dime que es mentira! —exclamó Annabelle antes de soltarse a llorar.

Sus sollozos me hicieron sentir un escalofrío en todo el cuerpo. Abracé a mi esposa intentando calmar su dolor, pero era inútil, Annabelle no podía ser consolada. Su tristeza era muy grande.

—Lo lamento, vida mía —susurré.

No había nada que pudiera decir para consolara, Annabelle no dejó de llorar hasta que su propia debilidad la empujó a un sueño inquieto. Me quedé acostado a su lado observándola dormir, quería estar alerta si ella volvía a despertar.

 

Un par de horas más tarde, el médico volvió y su llegada despertó a mi esposa. Insólitamente, Annabelle despertó tranquila, el sufrimiento era evidente en sus ojos, pero no pronunció ni una sola palabra mientras el médico extraía el veneno de su cuerpo con unas enormes jeringas. Ni siquiera se quejó. Yo tomé su mano para darle fuerzas, pero Annabelle parecía indiferente a lo que sucedía a su alrededor. Walter intentó hacerle algunas preguntas, pero no obtuvo más que silencio. Annabelle estaba inmersa en sus pensamientos. Finalmente, el médico se rindió y prosiguió con su trabajo sin intentar establecer contacto con su paciente.

—Su Majestad, ¿ha tenido oportunidad de hablar con el administrador? —me preguntó el médico al terminar.

—No —contesté secamente.

—No es de mi incumbencia, pero debería hacerlo, Majestad —sugirió Walter.

Asentí sin dejar de contemplar a mi esposa.

Walter comenzó a guardar los instrumentos en su maletín. Repentinamente, la voz de Annabelle cortó el silencio:

—¿Aún podré tener hijos?

El médico y yo nos sobresaltamos ante su pregunta, y no tuve más remedio que esperar la respuesta a la pregunta que yo no me había atrevido a formular. No sabía qué tan extenso había sido el daño que el veneno había provocado en su cuerpo y temía conocer la respuesta.

—Sí, Majestad. Una vez que el veneno salga de su cuerpo, usted podrá concebir sin problemas —contestó el médico con la seriedad propia de un profesional.

Annabelle dudó unos instantes en hacer su siguiente pregunta, esta vez la dirigió a mí.

—Esteldor, ¿se ha perdido la magia? Quiero decir, nuestro primogénito… estaba pensando en la sangre primera… ¿ahora se acabará contigo el poder de los Autumnbow? —preguntó temerosa.

Apreté su mano con cariño, era típico de Annabelle pensar en los demás aún en las circunstancias más duras.

—No. La magia se consolida hasta después del nacimiento pues, de lo contrario, el cuerpo de una humana común no podría soportarlo. Nuestro bebé no habría recibido su poder hasta el día del alumbramiento, así que en realidad la sangre primera no se ha activado en mi descendencia aún.

—Pero ese bebé sí tenía poder, yo sentí… algo en mi interior… —la voz se le entrecortó por la tristeza.

—Tal vez era algún indicio de magia, pero no en su totalidad —le expliqué antes de besar su mano—. Esto lo sé por que mi madre era delicada de salud y sufrió un par de pérdidas antes de que yo naciera. La sangre primera se activó en mí el día de mi nacimiento.

Vi en la mirada de mi esposa una oleada de alivio. El médico prosiguió a guardar sus instrumentos y medicinas. Pasaron otros minutos de silencio.

—No puedo mover mis piernas —se quejó Annabelle.

—Lo que le ha sucedido no tiene precedentes, es usted la primera persona en sobrevivir una mordida de esa especie. Dada la naturaleza paralizante del veneno, me temo que tardará algunas semanas, incluso un mes, en recuperar la completa movilidad de sus extremidades. Tengo esperanza de que dentro de unos días usted ya podrá ponerse de pie y caminar distancias cortas. La recuperación no será fácil, le recomiendo ayudarse de un bastón mientras recupera sus fuerzas —explicó el médico.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.