(Narra Annabelle)
Mi dolor físico era prácticamente insoportable, pero cualquier malestar de mi cuerpo languidecía al compararse con la tristeza en mi corazón. Morgana me arrebató la oportunidad de tener a mi bebé en brazos y decirle cuánto ansiaba conocerlo. Las horas posteriores a enterarme de lo sucedido, el rencor y la amargura casi consumen mi voluntad. Tuve que aferrarme a algo para sobrellevar el dolor que me embargaba, ese algo fue mi reino. La gente de Encenard estaba aterrorizada creyendo que los Pors me habían asesinado, y yo no iba a permitirle a esos seres repugnantes quebrar la voluntad de mi pueblo.
No supe qué hora era cuando abrí los ojos, la luz era brillante y se colaba por las cortinas entrecerradas. Encontré a Esteldor sentado en un sillón junto a mi cama profundamente dormido. Mi apuesto esposo no era su yo normal, su cara estaba demacrada, su cabello despeinado y su ropa desaliñada. Me sentí agradecida por tenerlo cerca, su presencia era como un bálsamo que atenuaba mi pena.
Kyra también estaba en la habitación, se dedicaba a sus deberes silenciosa. La duende sintió mi mirada sobre ella y sonrió al verme despierta. Corrió a mi lado y besó entusiasmada mis mejillas.
—Mi señora, que gusto verla de nuevo consiente. Ha pasado más de medio día desde la última vez que despertó. Le traeré algo de comer —susurró en la voz más baja posible.
Le hice una seña para que no trajera nada, no sentía ni una pizca de hambre y el solo hecho de pensar en comida me provocaba nauseas.
—Pero mi señora, debe comer para recuperar fuerzas. No ha comido nada desde el día de su ataque, mírese, está en los huesos.
Miré mis brazos y manos, Kyra tenía razón, había perdido demasiado peso; eso me hizo preguntarme cuánto tiempo había pasado desde el día en que la araña me mordió. Acepté encogiéndome de hombros y a la brevedad Kyra trajo un plato de sopa. Comencé a comer mientras observaba a mi esposo dormir.
—El rey no se ha separado de su lado ni un minuto —susurró Kyra, con los ojos clavados también en Esteldor—. Nuestro pobre monarca ha sufrido mucho con lo ocurrido, no sé qué hubiera sido de él si usted tampoco hubiera sobrevivido. Jamás lo había visto llorar de ese modo.
¿El arrogante Rey de los Duendes llorando? Era una escena que no podía imaginar. Recordé vagamente el momento cuando desperté después del ataque, Esteldor había estado a mi lado, pero no recordaba si lo había visto llorar. Lo contemplé dormir y sentí pena por él, mi esposo ni siquiera supo que sería padre hasta que ya era demasiado tarde. Era mi culpa por haberle ocultado mi estado.
Señalé el plato de sopa dándole a entender a Kyra que no deseaba comer más, el olor de la comida me provocaba arcadas. Intenté incorporarme, pero mis piernas no respondían, me impulsé con los brazos para sentarme sobre la cama sin la ayuda de las almohadas. Mis movimientos despertaron al rey.
—Annabelle, no te muevas, estás demasiado débil para hacer esfuerzos —dijo mientras se colocaba a mi lado de un brinco.
—Estoy bien —respondí.
—¿Sientes dolor? ¿Puedo hacer algo para ayudarte?
Esteldor se talló energéticamente los ojos en un intento por estar despabilado y dispuesto por si yo lo necesitaba. Jamás lo había visto tan descuidado, el contorno de sus ojos era de un oscuro purpúreo y todas sus líneas de expresión estaban inusualmente remarcadas. El único rasgo de él que permanecía inalterado era su delicioso aroma corporal, inhalé con fuerza, pero el aire estaba contaminado por olores medicinales y mi propio aroma que era una mezcla de hedores desagradables. Me sentí apenada por el aspecto que presentaba, era seguro que mi aroma no era lo único desagradable en mí en ese momento, aunque Esteldor parecía no percatarse o al menos no le daba importancia. Cerré los ojos con fuerza para aclarar mis ideas. Debía dejar mi vanidad a un lado, a fin de cuentas acababa de librar una batalla contra la muerte, no podía preocuparme por mi aspecto físico en este momento.
—Kyra, déjanos solos, por favor —le pedí a mi duende.
Kyra salió de la habitación mientras ambos la seguíamos con la mirada.
—Gracias, Kyra —dijo Esteldor mientras ella cerraba la puerta.
—Acuéstate a mi lado —le pedí al rey.
Esteldor dudó unos momentos y luego se acomodó a mi lado con extrema precaución como si temiera hacerme daño.
—¿Te sientes mejor? —preguntó mientras acariciaba mi mejilla.
Me acomodé sobre un costado y Esteldor espejeó mi movimiento, nuestras cabezas quedaron frente a frente tan cerca que nuestras narices casi se rozaban.
—No —respondí, mirándolo a los ojos.
El semblante de Esteldor se ensombreció más con mi respuesta, los ojos que alguna vez fueran coquetos y arrogantes ahora solo reflejaban lo preocupado que se sentía.
—Lamento lo sucedido… —dije, apretando su mano lo más fuerte que mi debilidad me permitía.
—Yo también, esto no debió haberte pasado, tendría que haber sido yo en tu lugar luchando contra la muerte. Todo es mi culpa…
Puse mis dedos sobre los labios del rey para que se callara.
—Me siento cansada y es difícil hablar si me interrumpes, el agotamiento me va a vencer en cualquier momento y quiero que escuches lo que necesito decirte.
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Editado: 01.08.2022